Donde quiera que
te encuentres.
Por Antonieta B.
de De Hoyos. 12/30/17.
Se acaba el año, y nos preparamos para decir
adiós a la noche vieja y recibir con el alba los aires del año que empieza. Lo
primero que debemos hacer es agradecer a Dios por permitirnos este privilegio y,
con plena aceptación la separación que
tuvimos que sufrir cuando aquellos que amamos, se nos anticiparon en el camino
a la eternidad.
Después de un largo suspiro, y quizás
también de alguna lágrima traviesa, pongámonos de pie, retomemos llenos de esperanza esa nueva página del
libro de la vida, que Dios nos ofrece. Este amanecer entre brindis y risas,
pensaré un poquito en lo que quiero
hacer y cómo quiero ser, en esos 365 días que arrancaré al calendario
2018, si eso está dentro de los planes
divinos.
En primer lugar, ofreceré discutir menos,
dejar atrás los reclamos y la soberbia que me
impide pedir perdón y me llena de innecesaria indignación. Prometeré que
pondré mayor atención en que la desesperación, que no sirve para nada,
oscurezca mis días y que la tristeza jamás me invada, pues lo único que hace es
alejarme de los que más quiero.
No volveré a llorar por cualquier cosa que
no tenga justificación, porque siendo así solo me convierto en una persona
quejumbrosa, a la que nadie está dispuesto a soportar. Evitaré irritarme, porque de esa manera
intoxico el ambiente de mi hogar, el engaño será un verbo que ya no conjugaré,
a la vez que destierro para siempre la degradante costumbre de calumniar.
Pondré en práctica mi fe y la reconoceré,
como la única medicina que me trae paz y disminuye mis males. Buscaré la
armonía en mis relaciones porque me gusta vivir en cordialidad, comprenderé al
que se me acerque y ayudaré en lo posible a mis semejantes. Aprenderé a
distinguir lo bueno de lo malo y admitiré, que lo que no es bueno para otros jamás,
será bueno para mí. Declinaré herir y herirme, por el contrario trataré de
sanar y sanarme.
Amaré, sin distinción a personas, animales y
plantas por ser parte de la Creación, como yo lo soy. Si mi fe ahora no es tan
firme, me propongo fortalecerla a través de la oración y los Sacramentos
durante los próximos meses, para que si es Señor, Tu voluntad, nos volvamos a
encontrar al finalizar este nuevo año.
Es
verdad que la gente alegre y creyente transforma a los demás y logra hacer de
este mundo un lugar con mayor calidez humana, por eso me alejaré de los
pesimistas. Estoy segura de que si lucho por mi santificación, ayudaré a muchos
a santificarse ya que mi forma de ser influye en otros.
Hoy despierto y me
arrodillo llena de gratitud, de amor y esperanza, dispuesta a recomenzar, sé
que un día bonito no siempre es un día de sol, pero sé también que donde quiera
que me encuentre, puedo ser un símbolo de paz.
¡Disfrutemos la
prosperidad en el 2018!