¡Comprobadísimo ¡
¿Por qué nos
confundimos y nos alteramos tanto, cuando se presentan los problemas en la vida?
Seguro hemos olvidado la parte más importante, nuestra espiritualidad.
Nos olvidamos de las
veces que Jesús nos dice: “Déjame el cuidado de todas tus cosas y todo te irá
mejor”. “Cuando te abandones en mí todo se resolverá con tranquilidad según mis
designios”.
En esos instantes perturbadores,
debemos recordar que no se mueve la hoja de un
árbol sin la voluntad de Dios y que, todo lo que de Él venga siempre
será bueno. Pero si lo que queremos es hacer una ferviente oración, tenemos que
dejar de lado la desesperación pues solo así, suplicantes, sin exigencias la paz vuelve a nosotros.
En esos difíciles momentos,
lo principal es cerrar los ojos del alma y decir con calma ¡Jesús en ti confío¡
Es preciso dejar de
lado las preocupaciones, las angustias y los pensamientos sobre lo que pudiera
pasar después, lo más apropiado es no estropear con nuestras ideas, los planes que Dios tenga
para con nosotros.
Solo repitiendo día tras días con amor infinito, ¡Jesús
en ti confío! Es que logramos descansar en Él y, dejar sin ningún temor nuestro
futuro en sus manos.
El razonar demasiado
los acontecimientos, el poner excesiva atención a nuestras ideas y el querer
resolver las cosas a nuestro modo es lo que más nos daña. Cuando decimos Jesús
en ti confío, tenemos que ser pacientes, no tratar de imponer nuestras reglas. Es
el tiempo de gozar ese amoroso abrazo que desvanece el miedo, hay que amarlo sin
condición.
Cuando descubrimos que
nuestra situación va de mal en peor, o se empieza a complicar demasiado a pesar
de nuestra oración, es natural que titubiemos, eso es algo que no debemos
permitir tenemos que seguir confiando y esperar.
Lo cierto es que cuanto
más desesperados estemos, más debemos repetir a toda hora: ¡Jesús en ti confío!
Unamos nuestras manos para orar con devoción, por unos minutos liberémonos de
las cosas mundanas, borremos todo pensamiento que entorpezca nuestra plegaria; el
maligno es lo que desea, alterarnos, angustiarnos, robarnos la paz.
Ocúpate de otras cosas,
ayuda a quien te necesite, sirve con amor porque donde hay bondad, Dios actúa. Duerme
tranquilo, confía en Dios y verás grandes milagros.
Haciendo un poco de
memoria recuerdo lo mucho que sufrí ante los problemas cotidianos que se me
presentaron. Fue hasta que viví una situación sumamente dolorosa que me acerque
a Él así, en silencio, suplicante para
escucharle.
Entonces aprendí a
rezar el rosario de la confianza y a encomendarme a su presencia durante el día y al anochecer. Confieso
que mis temores disminuyeron notablemente, sobre todo desde que conocí la forma
correcta de superar o aceptar las calamidades.
Ahora casi en la recta
final mi fe se ha acrecentado de tal manera, que solo deseo una muerte serena,
su presencia en mi corazón permanece y me conforta intensamente.
Antonieta B. de De
Hoyos 8/28/19