martes, 31 de diciembre de 2019


Para comenzar el Año.
Lo más probable es que en estos últimos días que restan al año, hayamos pensado en dejar ir lo viejo y hacer una buena limpieza en nuestras pertenencias, afectos, relaciones sociales y laborales; con el propósito de dejar espacio para lo nuevo que esté por llegar. Preferible será enfocarnos en todo lo bueno que pudiéramos gozar en este período que estamos a punto de estrenar.   
Solo existe algo que podría inquietarnos y que no debemos consentir;  dejar que la tristeza nos invada por todo aquello que iniciamos pero que por desidia no terminamos.
Si reconsideramos un poco nos daremos cuenta de que lo más conveniente, es aceptar  aquél buen consejo de los abuelos, ese famoso dicho de “borrón y cuenta nueva” que tanto beneficia a la salud.
Somos muchos los que en nuestro caminar hemos comprobado, que cuando justificamos con benevolencia lo que dejamos pendiente las amarguras y remordimientos de conciencia desaparecen casi por completo.
En esta ocasión lo importante es aprovechar la oportunidad de recomenzar que Dios nos otorga, seguro que ahora si podremos terminar lo empezado e iniciar otras cosas, puesto  que de nosotros depende el intentarlo de nuevo.
Lo bueno es que al adoptar esta positiva actitud, el inconsciente se despeja y recuperamos energías, al mismo tiempo que nuestro deseo por vivir se acrecienta. Un óptimo estado de ánimo conduce a tomar decisiones sensatas que nos sirven para perfeccionar lo hecho y además nos estimulan para hacerlo de inmediato.  
Cuando leemos en la Biblia que “el mal de hoy ya es suficiente”, significa que nunca más  dejemos las cosas para mañana, porque el mañana trae lo suyo.
Por eso debemos estar seguros de que en todo lo que nos involucremos ya sea familia, trabajo, compromisos sociales y religiosos sean muy importantes para nosotros, pues solo así les dedicaremos tiempo y esfuerzo.  
La vida se va casi sin sentirlo, urge encontrar un fuerte motivo para hacer las cosas a su tiempo. Necesitamos definir metas, ideales, propósitos y si es posible hacer un detallado examen de conciencia con anterioridad para no errar.  
También es preciso poner en orden la vida interior, jamás olvidar lo vital que es para conservar la paz en nuestra existencia. Iniciemos o continuemos esa bella y reflexiva  costumbre de orar al anochecer por los que amamos, los que conocemos y los que no conocemos pero que pueden estar sufriendo alguna desgracia.
Paso a paso y con constancia se llega lejos, coloquemos como prioridad en la lista de propósitos renovar con gran entusiasmo la fuente espiritual, este año que Dios nos ofrece seamos con humildad ejemplo para otros.  
Antonieta B. de De Hoyos                                                  12/31/19

lunes, 23 de diciembre de 2019


“En medio de todo hay una esperanza”.
Las últimas décadas han sido de lo más difícil para las sociedades alrededor del mundo, la delincuencia y los hechos sangrientos proliferan, ya no queremos ver ni escuchar a los medios de comunicación porque sus malas noticias alteran el organismo.   
En tiempos pasados eran los ladrones, los narcos, los abusadores, los que rompían con sus malas acciones la tranquilidad en las calles. En la actualidad la maldad se ha colado hasta los hogares, centros de trabajo o de diversión. Nada detiene la ferocidad de los ataques, hombres, mujeres, niños, jóvenes, adultos y ancianos se convierten en víctimas; nadie está seguro ni permaneciendo en casa.  
Los asaltos a negocios y residencias de día y de noche aumentan como consecuencia de la crisis económica y la ambición desmedida. Pero hay algo que ninguna perversión ha podido destruir y esa es nuestra fe.   
Cada año que termina, millones de personas de acuerdo a la manera de vivir su doctrina, suplican  a Dios por la paz en el mundo y perciben en su corazón esa enorme esperanza de que el cambio para bien llegue pronto.
Lo verdaderamente admirable es la cantidad de personas que constantemente viajan a diferentes países, con el propósito de iniciarse o reafirmar a profundidad su espiritualidad. Ellos durante meses adquieren valiosos conocimientos en la fe, para después regresar a su comunidad y convertirse en inspiradores e instructores de la nueva humanidad.
Hoy aseguran que para retomar la paz social, es necesario que los ciudadanos exijamos a nuestros gobernantes una correcta impartición de justicia, al mismo tiempo que aprendemos a compartir de forma equitativa los recursos naturales entre los habitantes: alimentación, vivienda, acceso a la salud y educación, son derechos universales.
Otra prioridad y con carácter de urgente es la recuperación del medio ambiente, enorme  responsabilidad que recae en cada uno de nosotros, tarea que al cumplirla nos conducirá a una nueva era en nuestra civilización.
Compartir, hacer justicia, vivir en libertad y en paz, son valores que al practicarlos en la vida diaria contribuyen a disminuir la miseria y los actos delictivos.
En esta época navideña Dios está aquí para mostrarnos el camino a seguir, es por eso que ha trasmitido a miles de científicos, humanistas y religiosos su sabiduría. Su misión será guiarnos en medio de la oscuridad que atemoriza y llevarnos hacia esa luz de esperanza que resplandece.
Seamos mejores personas, busquemos la verdad, la belleza y el amor al prójimo, pero sobre todo roguemos porque pronto la sensatez y la oración, regresen a los hogares.  
Antonieta B. de De Hoyos                                                 1/25/19

martes, 17 de diciembre de 2019


Cuando la tolerancia ya no es tolerable.
Aun y cuando mi cabello ya pinta canas, no deja de sorprenderme el giro que está tomando la ya tan popular libertad de expresión. Ahora cualquiera puede decir lo que piensa y lo que siente, sin tomar en cuenta a los que pudiera ofender y violentar con su atrevimiento.
El vandalismo y las marchas que apoyan protestas sociales se han tornado comunes,  conductas inaceptables que exigen a los gobiernos trabajar de inmediato, en políticas que garanticen los derechos de igualdad y de respeto entre los individuos, vivir en una sociedad pacifica es un derecho humano.  
Cada persona es única e inigualable, cada creencia e ideología es valiosa, siempre y cuando no afecte la existencia de los demás. La diversidad es y ha sido siempre propia de las sociedades y sólo practicando la tolerancia se ha podido asegurar la supervivencia de asociaciones mixtas en cada región del mundo.
Desafortunadamente las diferencias ideológicas, físicas, económicas y sociales han creado división en algunos sectores de la población; hay lugares en los que no se gozan las libertades correspondientes y se realizan actos de discriminación y terrorismo.
Estamos en una era en la que el extremismo y el radicalismo violento van en aumento y los conflictos se caracterizan por un menosprecio fundamental a la vida humana.
Hoy los discursos de odio se multiplican hacia las personas migrantes, grupos minoritarios y étnicos; actos improcedentes expresados y apoyados por figuras públicas que influyen gravemente en el ánimo de sus seguidores y en la opinión pública. Generalizar y describir a personas como “peligrosos” o “inferiores” no es un fenómeno nuevo, terribles tragedias en la historia de la humanidad testifican esos hechos.
Un claro ejemplo de intolerancia, es el movimiento que defiende la diversidad sexual con comportamientos difíciles de aceptar como lo es, exigir respeto a su derecho a vivir en libertad, mancillando en su euforia la dignidad de personajes ilustres por el simple hecho de no querer escuchar, las voces de los que no estén de acuerdo.  
La injusticia, la violencia, la discriminación y la marginación son formas comunes de intolerancia, parece que hemos olvidado que  la tolerancia se basa en saber apreciar la riqueza y la variedad de las diferentes formas de ser en cada cultura. En ningún caso la tolerancia es indulgencia o indiferencia.
Es preciso retomar los valores personales y empezar a educar en ellos desde el seno familiar y en las escuelas. Apremia que el respeto entre minorías y mayorías sea reciproco y dejar bien claro que la intolerancia nace de la ignorancia, del miedo a lo desconocido.
Todos somos partes de la solución por eso es una obligación moral, hacer uso de los talentos intelectuales y artísticos pero, encauzados a elevar la calidad de vida de todos los que habitamos este planeta. 
Antonieta B. de De Hoyos                                     12/18/19

lunes, 9 de diciembre de 2019


¿Por qué poner el pesebre en Navidad?
Es cierto que todos los adornos en puertas y ventanas, junto con un bello pinito traen felicidad al hogar en esta época navideña, pero nada más. El belén por el contrario es como un Evangelio vivo, el papa Francisco ha querido recordar al mundo entero que Navidad no es sinónimo de regalos y fiesta, sino el encuentro con Jesús y el misterio de su nacimiento, Dios hecho niño, así es como define la hermosura del pesebre en Belén.
Francisco invita a vivir la tradición familiar de preparar el belén, propone ponerlo en los lugares de trabajo, en las escuelas, en los hospitales, en las cárceles, en las plazas, es como recibir una doble bendición.
Lo esencial es que esta práctica no se debilite tras el brillo de costosos adornos y regalos, con el fin de mostrar poder económico. Hemos exagerado tanto en los objetos de  adorno que algunas casas parecen exhibidores de tiendas con artículos en venta, solo falta ponerles el precio. La mercadotecnia cada año tiene algo que ofrecer.  
Francisco espera que poner el Belén cuando se acerca la navidad sea una tradición que nunca desaparezca es más, confía en que, allí donde hubiera caído en desuso, sea descubierta de nuevo y revitalizada.
Cuando se coloca el Belén en las casas la historia de lo que sucedió hace más de dos mil años se revive, dan ganas de orar y entonar villancicos, es increíble la forma en que esta escena sensibiliza a las familias, desde el más pequeño que pregunta hasta el más anciano que no puede contener sus lágrimas al recordar.
La historia del milagro de Navidad nació en Greccio, Italia. San Francisco se detuvo viniendo probablemente de Roma, donde el 29 de noviembre de 1223 había recibido del Papa Honorio III la confirmación de su Regla. Quince días antes de la Navidad, San Francisco cumplió su deseo: ver el Belén y todas las privaciones que tuvo el Niño. El 25 de diciembre, llegaron muchos frailes de distintos lugares, también hombres y mujeres de las granjas de la comarca, trayendo flores y antorchas para iluminar aquella noche santa. Cuando llegó Francisco, encontró el pesebre con el heno, el buey y el asno. Después el sacerdote, ante el Nacimiento, celebró solemnemente la Eucaristía, mostrando el vínculo entre la encarnación del Hijo de Dios y la Eucaristía.
Esa vez no había figuras: el belén fue realizado y vivido por todos los presentes. Así nace nuestra tradición: todos alrededor de la gruta y llenos de alegría. De aquel belén de la Navidad de 1223, todos regresaron a sus casas colmados de alegría.
De modo particular, el pesebre es desde su origen franciscano una invitación a “sentir”, a “tocar” la pobreza que el Hijo de Dios eligió para sí mismo en su encarnación. Esta es  una llamada a seguirlo en el camino de la humildad, de la pobreza, que desde la gruta de Belén conduce hasta la Cruz. Es una llamada a encontrarlo y servirlo con misericordia en los hermanos y hermanas más necesitados.
 Antonieta B. de De Hoyos                                            12/11/19

miércoles, 4 de diciembre de 2019


En navidad dile adiós al rencor…
Perdonar es muy importante para las personas que deseamos vivir en  armonía, lástima que en el diario caminar nos encontremos con gente atrapada en culpas, pesares y a veces hasta sufriendo el peor de los rencores. Desafortunadamente muchos de ellos aunque lo desean no pueden olvidar el agravio debido a las ideas equivocadas que tienen acerca del perdón.   
Es cierto que la vida no es justa, que hay gente que lastima, que daña y no merece perdón, pero ese no debe ser motivo para que nosotros nos  condenemos a vivir en la amargura.
Sabemos muy bien que el rencor no es un sentimiento agradable, porque cada vez que recordamos lo que nos pasó volvemos a sufrir. Cuando lo pensamos reaparecen en la mente y en el corazón: la ira, la impotencia, la frustración, el dolor, la ansiedad… toda esa basura tóxica que deteriora la salud.
Hay muchos motivos por los cuales la persona debería olvidar, comenzando por reconocer que el perdón no es un asunto de emociones, tampoco se trata de obligarnos a sentir simpatía por quien nos agredió, mucho menos de buscar una disculpa a la ofensa recibida. Sabemos muy bien que nadie está obligado a confiar de nuevo en quien ni siquiera se arrepiente sinceramente. Como seres humanos es natural que la humillación perdure en nosotros por largo tiempo.   
Pero si somos creyentes, tenemos que recapacitar y aceptar que nuestro perdón jamás se igualará al que Dios tiene reservado para cada uno de sus hijos, este es un sentimiento que nace desde el fondo del corazón, tiempo perdido será perdonar por compromiso.
Jesús instituyó la misericordia para que de esa manera aprendiéramos a perdonar hasta setenta veces siete. Jamás por lástima siempre por amor. Por eso cuando nos decidimos a hacerlo, volvemos a ser libres para vivir a plenitud.  
En verdad es increíble la forma en que este cambio de actitud muy personal, transforma por completo la existencia, de inmediato se recupera la salud física, mental y espiritual. La alegría regresa, el rostro se ilumina con una sonrisa y la amargura se va para siempre.  Evitemos herir y que nos hieran, alejemos los rencores y comencemos a disfrutar a partir de esta navidad, esa vida excepcional a la que tenemos derecho.  
 Antonieta B. de De Hoyos                                     12/4/19