¡Morimos de pie, como los
árboles…!
Antes que nada debo reconocer
que nos soy aficionada al futbol soccer, que no conozco sus reglas, que no sé
porque se dictamina un “tiro de esquina”, “un saque de mano”, “un fuera de
lugar”, “un penal”, “un faul” etc. Yo me limito a gritar emocionada cuando
entra un gol a la portería contraria y a dejar escapar un lamento cuando sucede
en la nuestra.
La verdad es que no veo el
mundial completo, quizás los encuentros de los equipos finalistas si alguna de
las dos naciones me simpatiza. Contrario a lo que me sucede con las Olimpiadas,
estas las sigo más de cerca porque
aprovecho todo espacio libre que me dejan mis tareas domésticas y profesionales
para disfrutarlas.
¿Pero que me sucedió el
domingo pasado en el encuentro Holanda-México? Pues que se despertó en mí la
vena patriotera; organicé los muebles de la sala y agregué cojinetes, quería
que toda la familia estuviera cómoda frente al televisor. Esta vez no hubo
botanas ni refrescos, estábamos recién almorzados y bastante tensos; todo podía
ocurrir.
A pesar de mi ignorancia viví
la empatía, percibí a flor de piel su descomunal esfuerzo, observé con
detenimiento su agilidad mental para realizar los pases de balón y su tremenda
condición física que les permitió soportar: el calcinante sol. Dicen que por el
cambio climático la FIFA está considerando modificar el horario de los juegos,
sobre todo los que se llevan a cabo al mediodía. Por esa razón, por primera vez
les concedió a los jugadores un breve descanso de cinco minutos, para
refrescarse y beber agua, como medida preventiva a una insolación, o cosas
peores.
De todas formas nuestra
selección jugó de manera excepcional, lucharon por más de noventa minutos
contra un contrincante superior en estrategia y trayectoria. Seis minutos
bastaron para marcar la derrota, yo no sé si cometieron errores los jugadores,
el entrenador o el árbitro, pero la victoria no se dio.
Lo que si me consta es que la
“verde” jugó como nunca, con un
arrojo increíble, se desempeño de manera tan extraordinaria, que me hizo
recordar aquellas sabias palabras que me decía mi padre: “En los momentos
difíciles nunca se quiebre, muera de pie como los árboles”, cuando me veo en
apuros recuerdo su consejo.
Nuestra selección perdió de
pie, jamás inclinó la cabeza, ni se arrodilló. Su mérito es grande, tenemos que
sentirnos orgullosos de su trabajo. México perdió ese partido, pero ganó en
solidaridad, en entusiasmo, en alegría, en la confianza a sus jugadores en la
cancha. El equipo movió y unificó a las
masas, nos llevó a encender miles de veladoras, a elevar millones de plegarias
al cielo y a despertar en nuestros corazones de nueva cuenta el agradecimiento.
Por eso, a pesar de que los
mexicanos no la estamos pasando del todo bien, sentimos que su valentía
fortificó nuestro espíritu de lucha.
Antonieta B. de De Hoyos julio 5/14