Busquemos el término medio.
Por Antonieta B. de De Hoyos
abril 1/ 2017
Quien no recuerda aquel refrán popular que dice: “Ni tanto que queme al santo ni
tanto que no lo alumbre” Por supuesto que tiene varias aplicaciones,
pero todas giran en el sentido de no exagerar, sino de encontrar el equilibrio
en lo que hacemos.
Al investigar, encontré varios conceptos, uno era el de las madres de
familia que exageran en la educación de los hijos, cargándolos de clases extra
escolares como: idiomas, Karate, futbol, natación etc. Mientras otras por el
contrario, son tan laxas y descuidadas,
que los dejan crecer como animalitos.
En otro aspecto, señalan las
exigencias de algunas esposas hacia sus maridos, que en el cumplimiento de sus
caprichos rompen hasta con vínculos sentimentales.
En sí, lo que se trata de
evitar, son los extremos que te pueden llevar, a luchas permanentes y a la
destrucción de lazos fraternos y
amistosos.
Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre, nos regresa a siglos pasados, cuando las mujeres
profesaban una fe profunda y acostumbraban tener en su casa la imagen del
Sagrado Corazón, un Cristo crucificado, la Virgen de Guadalupe o algún santo de su devoción.
La clave es, encontrar el balance, el justo medio y evitar a toda
costa el convertirse en una persona intolerante.
Los correctivos a los hijos
deben darse con moderación, con el deseo de corregir no de destruir, cuando estos se exageran se fabrican seres
resentidos que salen al mundo a violentarlo.
Nuestra forma de actuar, de ninguna
manera debe colocarse en los extremos,
por eso hay que ser muy prudentes, buscar con cuidado mantener el equilibrio
entre lo que das, o haces por algo.
El refrán tiene su origen en la pregunta
¿qué tantas veladoras se les deben poner a las imágenes de los santos, sin que
los quemen? Puede ser menos, pero no tan poquitas que ni los alumbren.
Vino esto a mi mente, al ver las fotos de
las personas y el curriculum, de quienes integran las diferentes planillas de
los candidatos.
En un extremo mujeres que ostentan varios títulos, maestrías,
diplomados, mientras en el otro compañeras (os) sin esa preparación y sin
experiencia en el ambiente del funcionario público.
En pleno tercer milenio, sí es
indispensable el profesionalismo de los futuros encargados (as) de la
organización de un municipio, o bien como legisladores.
Porque al otro extremo
de la balanza debe sopesarse la experiencia, la honorabilidad, la trayectoria
política, y los valores éticos, como la responsabilidad, el respeto, la
honradez y el espíritu de servicio a la
comunidad; este último, deberá ser ejecutado totalmente ajeno al nefasto deseo
de servirse a sí mismos y enriquecerse rápido y sin explicación.
Por el bien de
la ciudadanía, votemos por aquellos que balanceados, llenen la mayor parte de
estos requisitos.