jueves, 30 de marzo de 2017

Busquemos el término medio.
Por Antonieta B. de De Hoyos                                                 abril 1/ 2017
Quien no recuerda aquel refrán popular que dice: “Ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre” Por supuesto que tiene varias aplicaciones, pero todas giran en el sentido de no exagerar, sino de encontrar el equilibrio en lo que hacemos.
Al investigar, encontré varios conceptos, uno era el de las madres de familia que exageran en la educación de los hijos, cargándolos de clases extra escolares como: idiomas, Karate, futbol, natación etc. Mientras otras por el contrario, son tan laxas  y descuidadas, que los dejan crecer como animalitos.
En  otro aspecto, señalan las exigencias de algunas esposas hacia sus maridos, que en el cumplimiento de sus caprichos rompen hasta con vínculos sentimentales. 
En sí, lo que se trata de evitar, son los extremos que te pueden llevar, a luchas permanentes y a la destrucción  de lazos fraternos y amistosos.
Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre, nos  regresa a siglos pasados, cuando las mujeres profesaban una fe profunda y acostumbraban tener en su casa la imagen del Sagrado Corazón, un Cristo crucificado, la Virgen de Guadalupe o algún  santo de su devoción.
La clave es, encontrar el balance, el justo medio y evitar a toda costa el convertirse en una persona intolerante. 
Los correctivos a los hijos deben darse con moderación, con el deseo de corregir no de destruir, cuando estos se exageran se fabrican seres resentidos que salen al mundo a violentarlo.
Nuestra forma de actuar, de ninguna manera debe colocarse en los  extremos, por eso hay que ser muy prudentes, buscar con cuidado mantener el equilibrio entre lo que das, o haces por algo. 
El refrán tiene su origen en la pregunta ¿qué tantas veladoras se les deben poner a las imágenes de los santos, sin que los quemen? Puede ser menos, pero no tan poquitas que ni los alumbren.
Vino esto a mi mente, al ver las fotos de las personas y el curriculum, de quienes integran las diferentes planillas de los candidatos. 
En un extremo mujeres que ostentan varios títulos, maestrías, diplomados, mientras en el otro compañeras (os) sin esa preparación y sin experiencia en el ambiente del funcionario público.

En pleno tercer milenio, sí es indispensable el profesionalismo de los futuros encargados (as) de la organización de un municipio, o bien como legisladores. 
Porque al otro extremo de la balanza debe sopesarse la experiencia, la honorabilidad, la trayectoria política, y los valores éticos, como la responsabilidad, el respeto, la honradez y el  espíritu de servicio a la comunidad; este último, deberá ser ejecutado totalmente ajeno al nefasto deseo de servirse a sí mismos y enriquecerse rápido y sin explicación. 
Por el bien de la ciudadanía, votemos por aquellos que balanceados, llenen la mayor parte de estos requisitos. 

No hay comentarios: