Mi corazón fue hecho para Ti
La historia de esta mujer
removió los cimientos de mi vida espiritual, me hizo pensar en algo que desde
mi comodidad había olvidado. Gabriela Chávez se casó por lo civil hace ocho
años con Cesar Ayala que era divorciado, y aunque viven con la tristeza de no
poder comulgar no lo asumen como discriminación, van a Misa y acercan a sus
hijos a la fe; reconocen que el no poder comulgar es sumamente duro para ellos,
sobre todo el postrarse ante Dios y contenerse para no correr a abrazarlo.
Sientes su amor, su presencia,
su bendición, su bondad, su consuelo y fortaleza, por que a través de tu fe las
recibes, pero se sufre al no poder acercarte a Dios tanto como quisieras. A
veces demasiado tarde, comprendemos que la vida se compone de actos realizados,
y que cada uno de ellos trae sus consecuencias. Sería injusto pretender culpar
a la Iglesia de nuestros errores y exigir que ésta se acomode a nuestras
decisiones, bajo el pretexto de una mal entendida misericordia.
Dice Gabriela: “Sé que Dios
dispondrá en su tiempo perfecto, el día que lo podamos recibir en Eucaristía, quizás
con un corazón mucho más preparado”. Tienen cuatro hermosos hijos y quieren
darles el mejor de los ejemplos, es por eso que se abstienen de recibir la
comunión en estas circunstancias.
El Derecho Canónico, con el
deseo de ayudar a los divorciados y vueltos a casar a superar tan delicada
situación, ofrece a todos los bautizados la alegría de servir a la iglesia
haciendo uso de sus derechos, por ejemplo: el derecho a evangelizar, a recibir
de los pastores la palabra de Dios, a expresar sus opiniones y necesidades, a
rendir culto a Dios, a orar e ir a Misa, a tener iniciativas apostólicas como
fundar asociaciones de caridad, a convivir con pastores y fieles, a alcanzar la
santidad, a promover la justicia social y la compasión, a educar a los hijos en
la fe y a contribuir con dinero a la iglesia.
Después de leer este
articulo, no pude evitar el meditar sobre la situación que viven estos
cristianos, algunos para su infortunio víctimas de su destino. De inmediato
pensé en todas aquellas parejas que
están juntos sin amor, que se faltan al respeto, que anidan en su corazón odio
y rencor, pero que, por continuar en matrimonio tienen derecho a recibir la
eucaristía cuando les plazca. Gabriela y Cesar son cristianos ejemplares, tal
como lo exige nuestra doctrina: se aman, se respetan, inculcan en sus hijos el
amor a Dios; pero tendrán que esperar hasta que uno de los dos fallezca para
comulgar.
El caos materialista que
envuelve a la humanidad, ha ido secando el autentico amor de Cristo, las
apariencias hoy son el pasaporte a la eternidad. ¿Será posible que en pleno tercer milenio cuando
más confianza tenemos en el amor de Dios, sigamos juzgando con tanta dureza los
errores de nuestros hermanos? Yo creo que cada corazón fue hecho por Él y para Él, y que a pesar de
los obstáculos que se presenten, al final de los tiempos todos los corazones
sin distinción, descansarán en Él.
Antonieta B. de De Hoyos. Agosto 22/15.