El mal del desorden extremo,
se ha popularizado.
Por Antonieta B. de De Hoyos agosto 1/15
Hace unos días leí un
artículo en internet que me pareció interesante, porque en él se pone de
manifiesto la manera tan sutil como a través de dos o más décadas, el desorden
en las cosas se ha filtrado hasta los hogares.
Haciendo un poco de memoria,
empecé a recordar aquellas residencias hermosas que tuve oportunidad de conocer
y que hoy comparo con las que en el presente visito. Tienen demasiadas cosas,
muchas de ellas no van acorde con el ambiente, algunas son costosas otras son
baratas, pero todas son una muestra clara de la compra compulsiva que
caracteriza a la sociedad actual.
Al hacer comparaciones con el
antes y después, debo reconocer que a mediados del siglo pasado, todavía los
padres se esmeraban en enseñar a los
hijos a colocar las cosas en su lugar. Cómo olvidar aquel famoso refrán que miles de veces nos
repitieron mamá y mi nana, “un
lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar”. No se nos negaba el uso
de ellas: zapatos, chaquetas, libros, juguetes, galletas, dulces y demás pero,
con la consigna de que todo debería volver a su lugar, incluyendo la basura.
Así cuando alguien buscaba unas tijeras para cortar papel, o la cinta de pegar,
o el alcohol, o una pluma, todos sabían dónde encontrarlas, pero también donde ponerlas al desocuparlas.
Lo triste es que para nuestro infortunio, estos
hábitos de orden se fueron perdiendo, los padres principalmente las madres se
cansaron de educar, empezaron a dejar que los hijos dejaran las cosas donde les
diera su gana; las mochilas a la entrada, los zapatos en la sala o debajo de la mesa del
comedor, la chaqueta tirada en el suelo, las camas sin tender, los juguetes
regados por la casa y el patio, las toallas mojadas y la ropa en el piso del
baño, platos y vasos sucios frente al televisor, montones en el fregadero, el
correo apilado en una mesita, la computadora con la pantalla sucia y los cables
enredados.
Un verdadero caos, que no
puede disimularse cuando alguien de manera inesperada llega. ¿Somos dispersos? ¿Desordenados?
¿Necesitamos que alguien organice nuestras cosas? Los expertos dicen que hay una línea muy fina
entre una pésima organización y una adicción al desorden, por lo que es
impostergable analizar a conciencia que tanto esta conducta está afectando
nuestra vida personal y familiar.
Distinta pero igual de
dañina, es la situación de las personas que acumulan cosas pensando que algún
día las pueden necesitar, los
especialistas mencionan que más del 50%
sufre de depresión y 17% tiene un desorden obsesivo compulsivo, por lo regular se trata de personas de
mediana edad o ancianas. A esta acumulación compulsiva se le llama hoarding
en inglés. Para finalizar aseguran que existe algo que les impide organizar,
desechar y romper con el apego, a pesar
de saber que lo que no usan en seis meses
ya no les pertenece, es de otra persona a la que le urge aprovecharlo.
Dice Escrivá de Balaguer en
su librito Camino…“Cuando tengas orden en tu vida, tendrás tiempo para Dios”
será eso lo que nos ha alejado tanto de Él?