¿Será posible?
No
puedo creer que nuestros gobernantes y los ahora candidatos a gobernantes, no
le den la importancia que amerita el cuidado del medio ambiente, la
conservación del agua potable, la plantación de árboles, la productividad en el
campo, la alimentación sana, etc.
Todos
hablan y hablan de seguridad pública, de
promoción al empleo, de elevar la
economía, del gran apoyo a la educación, de castigar a los corruptos, de
construir teatros, carreteras, puentes etc. pero ninguno se compromete a restringir
la apertura de empresas que utilizan el agua potable para su provecho y que con
sus desechos contaminan el suelo y los mantos acuíferos de la región, trayendo
como consecuencia daños a la salud de los habitantes.
Las
aguas del mundialmente famoso Río Bravo, tienen años de estar recibiendo
descargas contaminantes, pero solo hasta hoy que aparecen peces muertos en su
superficie lo reconocemos, debo decir que esta nota radiofónica me aterrorizó.
Pero
más impactante para mí, fue el escuchar al mediodía en un programa de noticias
televisado desde la Ciudad de México, la posibilidad de que los presentes incendios forestales de gran magnitud en la
república, estén siendo provocados por la delincuencia organizada en represalia
al acoso que reciben de las fuerzas armadas.
Es
cierto que somos muchos los buenos, pero también somos muchos los que no
hacemos nada, pero por favor, hacer algo no significa más enfrentamientos sino
ir a la raíz, a la fábrica de
malandrines, a esos hogares e instituciones educativas donde hoy no se
practican los valores éticos ni los principios religiosos; lugares donde la
moda es la desintegración familiar,
donde la vida no vale nada y el temor de
Dios se desconoce.
Éste
es el ambiente propicio para crear ciudadanos insensibles, de escasa calidad
humana, individuos a los que nos les importa destruir si con ello obtienen
ganancia. Cuando los adultos eduquemos en la conciencia moral, protejamos,
amemos y forjemos espíritus fuertes, sólo entonces, cosecharemos niños y
jóvenes que sepan sortear la adversidad sin necesidad de delinquir.
En
un pleito de elefantes, la hierba que pisan es la que más sufre, lo mismo
sucede ahora, somos nosotros los que nada debemos los que pagamos las
consecuencias de los enfrentamientos, de los desfalcos perversos al erario; dos
acciones denigrantes que nos condena a vivir entre el temor y la pobreza.
Tenemos
que esforzarnos para descontaminar el río que nos da vida, ser juiciosos en el
uso del agua potable y sembrar árboles que nos ayuden a mitigar el calor,
porque si continuamos con la educación laxa en hogares y escuelas, pronto
regresaremos a la edad de piedra, donde para sobrevivir alguien debía morir.
Hagamos
un descanso, pero solo para tomar aliento y alinear pensamientos y acciones, ya
no podemos perder tiempo en indecisiones, nos arriesgaríamos a morir mucho
antes de lo que Dios tiene planeado para cada uno de nosotros.
Antonieta B. de De Hoyos 25 de abril 2012