miércoles, 24 de abril de 2019


 “El principito” y sus enseñanzas.
Antoine de Saint-Exupéry es el autor del libro “El Principito”, uno de los más leídos de todos los tiempos, a pesar de que se le ha considerado como literatura infantil por la sencillez con la que está escrito, en él se trata el sentido de la vida, el amor, la amistad, la soledad y la pérdida, sentimientos que apreciamos los adultos.
Imágenes y situaciones que muestran como nos comportamos y complicamos la existencia, esta historia es una franca reflexión hacia la naturaleza humana, con el fin de que aprendamos a ser mejores personas.
“El principito” sorprende y capta la atención de todos por la belleza y profundidad de sus enseñanzas, forjadas con un lenguaje cargado de sensibilidad y ternura. Está escrita con el corazón y llega al corazón de cada lector.
Lo esencial es invisible para los ojos. Esta frase toma sentido en la sociedad materialista, competitiva y de apariencias que vivimos, aquí nos recuerda que las cosas importantes no se ven sino se sienten; como el amor, la bondad, la generosidad y la amistad. Lo material es temporal y conduce al sufrimiento solo el amor y la bondad invisibles, pueden cambiar el mundo.
Conócete a ti mismo y podrás comprender mejor a los demás. Juzgarse a uno mismo es mucho más difícil que juzgar a los demás, quejarse del mundo sin hacer nada por cambiarlo, es inútil. Al conocernos amamos y ayudamos mejor a las personas que nos rodean. No hay buenos ni malos, cada quien hace lo mejor que puede con lo que ha recibido, nadie puede dar lo que no tiene.
Amor no es mirarse uno al otro, sino mirar los dos en la misma dirección. El amor es de dos, pero debe ser recíproco y colaborador, dejar la carga al otro lo destruye. Se comparten proyectos de vida, alegrías y experiencias que dan sustento y fortaleza a dos almas que comparten un viaje extraordinario.
Mantén la ilusión y la inocencia a pesar de las malas experiencias. Las desconfianzas aumentan al almacenar experiencias, se pierde la frescura de la inocencia, dejamos de ver lo extraordinario que hay en todo lo que nos acontece. En situaciones difíciles el dolor y la angustia son inevitables, forman parte del crecimiento. Urge mantener la ilusión de cada día que da sentido a nuestra vida, todo lo que hacemos está saturado de nuestros sentimientos. Alejemos la desconfianza y valoremos la maravilla que se esconde tras un amanecer, un abrazo, un beso o, una sonrisa.
Atrévete a conocer en esencia a las personas. Cuando conoces a alguien a profundidad encuentras su belleza real, quedarse en la apariencia lleva a los lamentables prejuicios que impiden conocer a la persona, no se puede amar y comprender lo que se desconoce.
Leer el librito completo sería lo ideal, por eso si puedes cómpralo, léelo despacio, repasa cada una de sus frases, ya verás que sin darte cuenta tu actitud cambia y lo mejor, si  deseas compartirlo  o reglarlo, ¡Hazlo!
 Antonieta B. de De Hoyos                                  4/24/19.

martes, 16 de abril de 2019


¡El bebé no era tuyo!
Han de perdonar, pero ha como están las cosas en la sociedad moderna, sobre todo en esa lucha encarnizada sobre legalizar tan dolorosa acción como es el aborto, que en ocasiones se presenta espontáneo y en otras inducido, fue que cuando leí esta narrativa mis ojos se llenaron de lágrimas y no pude evitar el impulso de compartirlo, precisamente en esta Semana Santa que nos lleva a todos  creyentes o no, a la reflexión.
“Había dos tribus guerreras en los Andes, una vivía en el valle y otra en lo más alto de las montañas. Un día los habitantes de las montañas decidieron bajar para invadir las tierras de los del  valle y como parte del saqueo raptaron a un bebé de esas familias.
Los habitantes del valle no sabían cómo subir a la cima de la montaña, nunca lo habían hecho, desconocían los senderos que utilizaban los habitantes de aquel lugar para bajar y subir y lo peor es que no tenían idea  de  cómo encontrarlos entre pinos, arbustos y maleza para darles  alcance y recuperar al bebé. De todos modos enviaron a los mejores guerreros a escalar la montaña.
Estos hombres ensayaron un método de trepar y luego otro. Probaron varios atajos. Después de muchas horas de tremendos esfuerzos se dieron cuenta de que solo habían conseguido avanzar unos cuantos metros.
Desesperanzados e impotentes, los hombres del valle se dieron cuenta de que su causa estaba perdida y se prepararon para regresar a su aldea. Mientras empacaban sus equipos para descender, vieron a la madre que bajaba de la montaña con su bebé sobre la espalda. No lo podían creer… ¿Cómo era posible?  ¿Cómo logró subir?
Uno de los hombres la saludo y le dijo: “Cómo pudiste escalar esta montaña si nosotros, los hombres más fuertes y capaces de la aldea no lo conseguimos?” Ella humildemente se encogió de hombros y respondió: “Es que el bebé no era tuyo”.
Que gran lección para todas las mujeres que pugnan por el derecho a truncar la vida de un hijo, ojalá y cada día fuéramos más las que eduquemos en la sensibilidad, la responsabilidad y el amor al prójimo, dentro de los hogares.  
Antonieta B. de De Hoyos                           4/17/ 19.                      

miércoles, 10 de abril de 2019


El amor no muere ¡lo matamos!
Hace ya varios años que leí algo referente al banco de emociones, pero en aquella ocasión era en forma generalizada hacia las personas, con una ligera acentuación en la  relación entre padres e hijos
Fue hasta 1977 cuando el Dr. Harley desarrolló un concepto parecido. “El Banco Emocional del Amor” donde explica la forma en que este sentimiento nosotros mismos lo creamos y lo destruimos. Dice que cada experiencia que tenemos con nuestro cónyuge, afecta el saldo emocional en nuestro Banco del Amor.
A través de los días, semanas, meses y años, casi sin darnos cuenta depositamos o retiramos en este banco emocional, lo conveniente sería hacer depósitos ya que de esa manera nos sentimos felices y amados, en cambio cuando abusamos de los retiros nos sentimos infelices, frustrados.
Las relaciones que están a punto del fracaso tienen su  cuenta del Amor vacía,  por eso de  inmediato se presentan el odio, la indiferencia y la apatía. Como prevención analicemos estos seis malos hábitos.
Las exigencias.- Forzar al cónyuge a hacer algo, a base de amenazas o castigos si se niega  hacerlo.
Las quejas condenatorias.-Tratar de cambiar la manera de pensar, de ser, creencias y comportamiento del cónyuge, con regaños, críticas, amenazas, sarcasmo y ridiculizar.
Los arranques de ira.-  Herir al cónyuge para castigarlo o darle una lección con  gritos,  humillaciones, maltrato físico y crueldad mental.
La deshonestidad.- No decirle al cónyuge lo que piensas, lo que sientes, tus gustos o disgustos, tu historia pasada, actividades diarias, planes futuros, ocultar información o falsearla.
Las costumbres ofensivas que te molestan.- Su mala postura, sus hábitos al comer, su despectivo tono de voz, su forma de vestir, sus hábitos de higiene, su arraigado feminismo o machismo, etc.
Las conductas independientes.- Hacer cosas sin tomar en cuenta los sentimientos del cónyuge, planear actividades sin pedir opinión.
Sin duda alguna la diferencia entre éxito y fracaso en la relación, lo marca el recibir o no  la educación en la sensibilidad y cortesía en los años infantiles y adolescentes, a lo que debemos agregar con gran pesar los actos violentos que se viven en familia, experiencias que afloran en la adultez y saturan de retiros la relación.
Yo me pregunto: ¿Cómo, le hicieron las parejas de antaño (hoy todavía algunas) para que a pesar de todo siguieran unidas y amándose hasta la muerte? Podría asegurar que fue la  firmeza de vida espiritual de uno o ambos y su maravillosa comunicación con Dios. Reactivemos el amor, hagamos más depósitos que retiros, ¡Seamos felices!
Antonieta B. de De Hoyos                  4/17/19

miércoles, 3 de abril de 2019


Esta cuaresma “resetiemos”  nuestra mente.
Una palabra que se ha vuelto común en las personas que diariamente hacemos uso de la computadora, es la de resetear, palabra que proviene del verbo inglés “to reset”, que significa reiniciar.
Vino esto a mi mente después de leer el siguiente artículo, en el que se recomienda no estropear lo que poseemos, por estar deseando aquello que consideramos nos hace falta. Desafortunadamente llegan esos momentos en que nos olvidamos, que lo que tenemos hoy es lo que soñamos tiempo atrás y que ahora por la ambición nos parece poco.
A veces en ese diario caminar para conseguir el sustento, tenemos la  sensación de que estamos perdiendo la oportunidad, de tener muchísimo más cosas, que podrían mejorar la calidad de nuestra vida, aunque estemos conscientes de que ya de por sí es buena.
La mercadotecnia ha conseguido que la gente crea equivocadamente, que poseyendo más cosas la calidad de vida de todos mejorará, inquietándonos al grado de ponernos celosos y hasta furiosos por lo que otros han logrado. Sobre valoramos su situación y pensamos que la vida es injusta con nosotros.  
Lástima que cuando estos pensamientos se presentan, nos olvidemos de lo bendecidos que somos y dejemos de agradecer todas esas bellas cosas que ya tenemos.
Es aquí cuando sin darnos cuenta los sentimientos de frustración y desgracia nos agobian,  es nuestro instinto de supervivencia el que nos alerta. Lo bueno es que para contrarrestar esos espacios de inconformidad, hay una fórmula muy sencilla que ayuda a  "reiniciar" la mente y nos despierta, para que apreciemos lo que disfrutamos.
Pensemos en la cantidad de cosas malas que no nos han pasado, recordemos esos contratiempos que hemos superado, valoremos el que nadie en la familia ha sido diagnosticado con una enfermedad terminal, que gracias a Dios no vivimos en zona de guerra, que no pasamos hambre ni frio. A simple vista parecería tonta ésta estimación, pero no lo es.
La verdad es que somos afortunados a pesar de las carencias y la adversidad, basta que imaginemos a toda esa gente que alrededor del mundo en este preciso instante, está intentando sobrevivir a sus graves pérdidas.
Reflexionemos en lo que sentiríamos si fuéramos nosotros los que estuviéramos en esas terribles circunstancias, seguro nos invadiría la desesperación por regresar a donde estábamos. Miles de oraciones se elevan al cielo pidiendo al Creador intercambiar su situación por la nuestra.
Respira hondo, siente, goza todas las bendiciones recibidas que te permiten estar donde estás y poseer lo que tienes; salud, alimentos, trabajo, afectos, familia, amigos.
Aprovechemos lo que resta de la cuaresma para comprender que la felicidad no radica en tener todo lo que se desea, sino en disfrutar y agradecer a Dios lo que ya se tiene.
Antonieta B. de De Hoyos                       4/3/19.