viernes, 27 de noviembre de 2015

El terrorismo lo vivimos aquí.
Estamos azorados, entristecidos, temerosos, por las noticias recibidas de lo sucedido en Europa, hoy le tocó el turno a Francia, en la década pasada a Estados Unidos de Norteamérica. Estas noticias causan gran expectación por tratarse de las naciones más poderosas del mundo, pero si empezamos a leer los acontecimientos de este tipo que casi a diario se efectúan en los países que luchan por su soberanía, veremos que son muchísimo más las víctimas que no se les toma en cuenta en los noticieros de mayor audiencia, por ser indigentes.
A veces las prisas no nos permiten ver más allá de una noticia trágica, no tomamos conciencia de que esa gente que llora,  grita y sufre, llevaba una vida normal y que de repente todo su futuro se desvanece, alguien muy querido muere o queda incapacitado.
En los templos invitan a la oración, a la conversión, a prepararse por que vienen tiempos aun más difíciles; el gobierno de Rusia pronostica una tercera guerra mundial, que destrozará y matará con saña a la mitad de los habitantes del planeta.
La mancuerna gobierno y negociantes de armas ha venido mermando desde hace muchísimos años a la humanidad, en sus guerras inventadas poco importa que se masacre a gente inocente, niños, mujeres embarazadas, ancianos, padres de familia, pero son tan poderosos que ni la Organización de las Naciones Unidas ha podido contenerlos.
Nos atemoriza lo que pasa “allá”  pero ¿acaso “aquí” dormimos tranquilos? Nosotros también hemos perdido la calma de antaño, vivimos en constante temor porque sabemos que la mafia y la corrupción se han filtrado en todos los niveles sociales, políticos y económicos; aparece el soborno, el secuestro, la amenaza, la  represalia, el chantaje, acciones mezquinas que se realizan con el único fin de enriquecerse rápido y sin  esfuerzo, aunque con ello destruyan familias y condenen a muchos a la pobreza, a la  desesperación, a la depresión y a veces hasta el suicidio personal o colectivo.   
Nuestro país ya no es el mismo, sus carreteras no son seguras, los  crímenes pasionales o por robo están al día, las casas ahora cierran sus puertas con tres cerrojos, salir a la calle es una aventura, acudir a un evento nocturno es riesgoso, desconfías de todo y de todos. El estrés y la desnutrición multiplican las enfermedades que no tienen curación; el hambre, la enfermedad y la guerra son apocalípticas.
Tenemos que tener a Dios en el presente para tenerlo en el futuro, oremos a cualquier hora del día, pidamos su iluminación para que nuestro andar sea seguro y podamos enfrentar lo que se presente. Vayamos contra corriente, trabajemos incansablemente en la formación de seres humanos dignos, apartados de vicios y malsanas ambiciones.      ¿Qué tal si uno de ellos, resulta ser el enviado que cambie el destino de nuestro agraviado mundo?
Antonieta B. de De Hoyos.                                             21/11/15
La esperanza es el "color" del Adviento

Antonieta B. de De Hoyos                   nov. 28/15

El próximo domingo 29, todos los católicos cristianos nos ponemos en marcha atraídos por el Adviento: nuestro Dios es el "Dios que llega" y nos llama a salir a su encuentro.

Precisamente mientras buscaba una información reciente sobre esta tradición religiosa, me di cuenta de la constante mención que se hace en esta época del año del salmo 141 en distintos libros y distintas acepciones.
  "Señor, te estoy llamando, ven de prisa, escucha mi voz cuando te llamo. Suba mi oración como incienso en tu presencia, el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde". “No dejes que mi corazón se incline a la maldad, o a cometer delitos con hombres perversos”.
La verdad es que nunca imaginé la belleza de estas palabras, hasta ahora que tuve el tiempo suficiente para leerlas. Los textos son variados en contenido y extensión, pero todos ellos encierran ese clamor del hombre a su Dios en las dificultades. El Adviento lleva en si, la excelencia espiritual de la esperanza y en él, la Iglesia entera se convierte en espera para ella misma y para el mundo.

Pero como podemos hacer vida esta confianza?

Obvio que con la más bella manifestación universal de fe que conocemos, la oración. Fe que encontramos en su expresión más trascendente en los Salmos, palabras humanas en las que el mismo Dios, ha puesto en los labios y en los corazones de los creyentes, la petición de su venida.
Meditemos unos instantes en este salmo que puede servirnos como preparación para el inicio del Adviento, dejemos que el Espíritu Santo haga que de nuevo resuenen esas palabras en nuestro interior, para que recordemos ese caminar  entre el tiempo de Dios y los tiempos de los hombres.
"Señor..., ven de prisa". Dios mío, ven en mi auxilio, Señor date prisa en socorrerme.
Este es el grito de millones de personas que nos sentimos en grave peligro, ya sea por las guerras, la corrupción, la pobreza, las enfermedades o los desastres naturales; es el grito de la Iglesia que lucha contra las calumnias que la rodean y amenazan su santidad, es la invocación que también se escucha en los labios de la gente buena que quiere resistir al mal, a la seducción de placeres que ofenden a la dignidad humana.
Al inicio de Adviento esta súplica se eleva a Dios "como incienso", como símbolo de oración de aquellos corazones orientados hacia Él.
Hoy, en la angustia humana hemos tocado fondo, la esperanza de Adviento es una necesidad de salvación, es el único camino que nos libera de un peligro mortal.                                      

viernes, 6 de noviembre de 2015


Mamá y ama de casa de tiempo completo.

Este segundo domingo de noviembre se celebra el día del ama de casa en Piedras Negras, tiempo especial para recordar su invaluable labor en bien de la sociedad. Es una lástima que en las últimas décadas la tecnología y la globalización de las ideas, hayan insensibilizado tanto la vida familiar, razón por la que hoy se necesita firmeza de carácter para preservar el amor, la fidelidad, la entrega y la relación con Dios en el matrimonio. Lo bueno es que a pesar de falsedades, tentaciones y contrariedades, la madre y ama de casa de tiempo completo, continúa vigente en este tercer milenio. 

Pero, ¿qué hace esta mujer todo el día en su casa? Yo sé lo que hace porque fui y sigo siendo ama de casa, me consta que este agotador oficio, exige el conocimiento empírico de varias profesiones sin pago alguno y poco reconocimiento. Recuerdo que mis quehaceres empezaban al amanecer y se terminaban entrada la noche y si quedaba algo pendiente el sueño se me dificultaba. 

Todo lo que pasa en casa, lo solucionamos rápido y sin ayuda: los berrinches de los hijos, los raspones, torceduras cortadas y chipotes, los pleitos a la hora de la comida, la rivalidad entre hermanos, hasta el llanto desesperado del bebé. Hay ocasiones en que sentimos que las fuerzas se acaban y el trabajo no termina, es como un círculo vicioso; comprar alimentos, prepararlos, tratar de que los coman, limpiar el tiradero en el piso, lavar trastes, organizar la cocina y en tres horas volver a lo mismo, algo así como el cuento de nunca acabar, yo limpio tú ensucias, yo recojo tú tiras.

Jamás, tenemos un tiempo de privacidad, por lo regular comemos de pie mientras servimos, por eso cuando llega el desaliento nos preguntamos si vale la pena tanto esfuerzo, a la vez que imaginamos a las amigas que trabajan fuera, disfrutando una tacita de café. No podemos evitar llorar (por dentro), cuando el esposo llega cansado a casa y se recuesta en el sofá, justo cuando ansiamos un relevo. Hacemos milagros con el gasto diario, pero nunca sobra nada para nosotras, es ahí cuando añoramos la independencia económica que disfrutábamos en la soltería.

Solo otra madre y ama de casa, sabe lo que es estar a cargo de varios niños en desarrollo, veinticuatro horas diarias los 365 días del año, labor que se multiplica en la medida que crecen. Esperar un fin de semana de asueto o un horario de salida es una quimera.  Eso de ¡Gracias a Dios es viernes¡ no va con nostras, porque aunque no haya clases los días transcurren igual.

Dios en su misericordia, nos otorgó un poder sobrenatural para sobrevivir hasta que los hijos salen en busca de su destino y el esposo se jubila. Es entonces que contactamos a las amistades relegadas, nos levantamos tarde, vamos al cine, de compras, al salón de belleza, charlamos con el esposo. Nos sentimos plenas porque no desistimos en la misión, nuestra relación con Dios es excelente. Lo único que empaña este gozo es el no tener la vitalidad de aquella juventud, para servir como quisiéramos a nuestros nietos.

Antonieta B. de De Hoyos       7 /11/15