lunes, 27 de noviembre de 2017

Oración de la noche
 Por Antonieta B. de De Hoyos                           Dic /2/17

   No hay mejor espacio para hablar con Dios, que durante la oración de la noche. Después de que el día ha transcurrido entre aciertos y desaciertos, rezar  justo antes de dormir, de rodillas al lado de la cama o ya recostados, se convierte en el momento especial en el que la quietud de la recámara nos invita a contactarnos con Él. Satisfechos o insatisfechos no hay nada que dé más gozo que agradecer lo recibido y saber pedir con humildad bendiciones para que el día de mañana también sea bueno. 
   Lo ideal sería que antes de rezar pudiéramos meditar un poco, porque de esa manera nuestra actitud cambia favorablemente, la tristeza se aleja y la nostalgia por el tiempo ido, ya no daña tanto. Durante esos pequeños espacios, podemos darnos cuenta de los sucesos vividos y ver con gran satisfacción, que nos hemos colocado en el sendero de la perfección, que nuestras  relaciones familiares y sociales son cada vez mejores, o cuando menos lo intentamos.
   Al orar la persona acrecienta su sensibilidad y convierte la espiritualidad en su modo de vida, sus días se saturan de sencillas y constantes oraciones que le permiten crear un lazo afectivo y de comunicación con Dios. Devoción que culmina minutos antes de conciliar el sueño. Es muy necesario que en esos momentos pongamos nuestro corazón en paz y que nuestras plegarias sean sinceras, ya que solo así se elevan al cielo y son escuchadas.
   Orar por las mañanas y por las noches, son algunos de los momentos más propicios para alabar al Creador y darle gracias por la oportunidad de vivir o haber vivido un día más, siempre dispuestos a servir y a trabajar por nuestros sueños. Dedicar antes de acostarnos un tiempo a Dios,  es una experiencia profundamente religiosa.
   La oración que ahora les comparto es anónima, y desde hace varias semanas la escucho cada noche a las diez, en la frecuencia de 96.7 F.M. Cierro mis ojos y dejo que cada frase pronunciada penetre hasta el fondo de mi alma y me conduzca a gozar con intensidad una paz divina, inusitada. La pueden encontrar en internet.
¡Ya es de noche Señor!
Ya es de noche señor... y te decimos quédate con nosotros.
Que la luz de tu gracia no conozca nunca el anochecer de nuestras vidas.
Que el trabajo de este día haya sido una ofrenda sin defecto agradable a tus ojos.
Que en nuestras palabras y acciones hayamos sido luz del mundo y sal de la tierra. Ilumina señor nuestra noche y concédenos un descanso tranquilo.
Que mañana nos levantemos en tu nombre y podamos contemplar con salud y con gozo el amanecer de un nuevo día.
Ya es de noche señor, ¡quédate con nosotros!!


El domingo tres de diciembre inicia el Adviento, pide  con gran fervor como tú lo acostumbras, que Dios siempre esté contigo y con tu familia.

miércoles, 22 de noviembre de 2017

“La compasión puede cambiar el mundo”.
    Por Antonieta B. de De Hoyos                     11/25/17
   Hay una cita  que dice “Evita privar a otros seres de la vida; evita matar; vive sin    violencia; suelta el cuchillo. Justo, lleno de misericordia, tiembla con compasión por todos los seres sensibles.”
   Encontré este artículo en internet y me pareció interesante e indispensable que más gente lo conociera, sobre todo en esta época, cuando las diferentes doctrinas religiosas invitan a los feligreses a practicar la misericordia, a renovar en su corazón el amor al prójimo. Hoy me referiré a los Monjes Budistas, personas a las que imaginamos entre nubes de incienso, sonriendo filosóficamente, imperturbables, meditando en la nada.
   Concepto equivocado por supuesto, ya que su vocación no es vivir en la indiferencia, sino “temblar con compasión por todos los seres sensibles”. Estos monjes cuando se presenta el sufrimiento ajeno, no se limitan a repetir palabras de consuelo, por el contrario se colocan con firmeza entre el victimario y su víctima y actúan.
   Lo que más tristeza me dio, fue enterarme de que no todos los abusos ocurren en la oscuridad, que la peor crueldad en estos tiempos modernos se encuentra en los pasillos iluminados de los supermercados, ahí donde compramos la carne de los animales, sus huevos, su leche, sus pieles, su lana, sus plumas, y su cuero. Lugares donde se  promueve la perversidad que esclaviza, tortura y degolla a millones de animales para satisfacernos.
   En pleno tercer milenio, nuestra personalidad está dividida, a veces sentimos sincera compasión por un perrito atropellado, un gatito abandonado, un ave lastimada, mientras olvidamos lo mucho que otros sufren. ¿Acaso la diferencia está en su inteligencia o, en el habla? ¿Será que los tontos, los mudos y discapacitados no mueven a la misericordia? Lo cierto es que todos los seres vivos sin excepción, somos dignos de compasión porque sufrimos, porque sentimos dolor.
   Limitar el sufrimiento, a ciertos ejemplares es egoísmo. En las sagradas escrituras de todas las doctrinas, está escrito que amemos y cuidemos de los seres vivos, llámese personas, animales o plantas.
   No se trata de juzgar ni recriminar, sino de sentir compasión por nuestros semejantes, humanos y no-humanos. Si no logramos disminuir la crueldad que algunos sufren, al menos no seamos parte de su sufrimiento al darnos un gusto, pagado con nuestro dinero y realizado con nuestro consentimiento.

   Jamás podremos proclamar compasión, mientras abusemos y degollemos animales, es tiempo de revisar los roperos, los refrigeradores, las alacenas, lo que comemos. Y aprender a no matar sin importar su tamaño, mucho menos alentar a otros para que lo hagan. Los Monjes Budistas oran porque en el mundo, la sabiduría y la compasión prevalezcan, pues quien no se compadece de ellos, debe considerársele depravado. 

martes, 14 de noviembre de 2017

 ¡Dios SIEMPRE estará contigo!
Por Antonieta B. de De Hoyos                                  nov/18/17
    Dios tiene una razón para permitir que las cosas sucedan, lo más seguro es que nunca comprendamos su sabiduría, por eso para seguir viviendo necesitamos confiar en su voluntad. Caer en la preocupación nada cambia, confiar en Dios cambia todo.
   Dicen por ahí, que deberíamos aprender desde pequeños a observar a la naturaleza, y a mirar con detenimiento la manera como sobreviven los animales, por ejemplo las aves. ¿Que hacen los pájaros, cuando algo inesperado les desbarata el nido? ¿Cuándo después de varios días de prepararlo, acarreando ramitas desde lejos, llega la tormenta y se los destruye? ¿O cuando ya han terminado y está listo para poner dentro los huevecillos, llega alguna fiera o un niño travieso y en un instante lo echan abajo? De repente todo lo logrado con tanto esfuerzo ya no existe. ¿Qué hace el pájaro? Pues no se asusta, ni se paraliza, ni abandona su tarea; comienza de nuevo, hasta que coloca en el nido los pri- meros huevecillos y nacen sus crías.A veces, poco antes de que nazcan los pichones al- guien vuelve a destruirlo, pero esta vez con su preciado contenido.
   Duele la pérdida, es un sufrimiento intenso, pero lo aceptan y recomienzan porque la obra de la creación, como Dios lo ha instituido no puede detenerse, hay que continuar,  por eso el ave no enmudece, ni retrocede, canta y construye, construye y canta.
   Lo más seguro es que en el transcurso de nuestra vida, casi todos nos hayamos encon- trado en la misma situación que las aves. Momentos llenos de angustia en los que sentí- mos que se nos va la vida; perdimos a algún miembro de la familia, el trabajo, un amigo nos traiciona. Es de verdad desesperante, quisiéramos aventar la toalla, como los boxea- dores ante una dura pelea, quisiéramos gritar ¡basta, no puedo más! Sentimos que ya no vale la pena seguir viviendo.
   Situaciones que vivimos todos, a veces de forma leve, otras tan profundas que mori- mos en vida, nadie se escapa de ellas, unos ahora, otros después, espacio en el que la confianza se defrauda, las metas se tornan inalcanzables, las ilusiones se pulverizan jus- to a punto de realizarlas.
   Pero no hay que perder la calma, aunque la vida golpee, no hay que desistir, tratemos de que la tristeza profunda no nos impida avanzar, ¡oremos!, confiemos en Dios, con mayor fuerza en estos momentos de rebeldía, en los que equivocadamente pensamos que de nada servirá. Porque es ahí, en esos instantes de fe, cuando llega la iluminación divina y la fortaleza que apremiamos. La fe y la esperanza, son las virtudes teologales que mantienen en pie a millones de personas que sufren alrededor del mundo.

   Quizás en alguna de estas batallas salgamos bastante lastimados, entonces juntemos  los pedazos y con firmeza, a pesar de los pesares comencemos de nuevo, no hay nada que dé más gozo, que poder llegar ante Dios con los ojos llorosos sí, pero con una fe inquebrantable. 

jueves, 9 de noviembre de 2017

Qué tal si hacemos limpieza.…
Antonieta B. de De Hoyos                                  nov/11/17
Me encantan los meses  de noviembre y diciembre aunque me muera de frio, porque en estos días nublados y frescos hay algo en el ambiente que los hace diferentes a los del resto del año. No creo que influya mucho en éste estado de ánimo la edad, ya que en años anteriores a pesar de vivir la dorada juventud, también percibí con denotada alegría esta experiencia, es una especie de nostalgia por lo pasado, pero también la esperanza por lo que está por venir.
Pero no es el paso del tiempo lo que me entristece, lo que si me aflige, es ver que algunas personas en estos dos últimos meses  del año, se limiten a conseguir lo material; ropa, comida, bebidas, diversiones, grave influencia para los menores que de esa manera  crecen ignorando lo verdadero, lo maravilloso y trascendente del espíritu navideño. 
Me gusta vivir el Adviento, me apasionan los emotivos mensajes que recibimos en esas cuatro semanas previas a la Nochebuena, días en los que apreciamos con mayor intensidad la presencia divina, espacio en el que podemos reafirmar o recordar por si las hemos olvidado, las virtudes sobrenaturales.
Digan lo que digan los escépticos, fuimos creados por Dios y nuestro corazón no descansará hasta estar con Él. Lo real es que no encuentro palabras para describir ese gozo excepcional que me invade ahora, cuando oro durante estas noches especiales.     
Qué tal si antes de que llegue el invierno nos proponemos y hacemos una limpia en la casa, dicen por ahí que no debemos almacenar cosas que ya no son de nuestra utilidad, que es una obligación moral el compartirlas.
Hace unos días en el supermercado, escuché a dos señoras decir que ya no les cabía su ropa y zapatos en el armario, porque tienen la costumbre de comprar alguna prenda cada vez que salen,  su problema es no saber cómo acomodarán la ropa de invierno. 
Imagino que jamás pasó por sus mentes que podrían donarlas, o de que alguien pudiera necesitar lo que ellas almacenan, sobre todo en esta temporada de frio que se avecina. En esos momentos recordé un viejo consejo: “No almacenes cosas que ya no usas, deséchalas, pero antes dales las gracias por el tiempo que te han servido, llévalas a los lugares en donde pueden seguir siendo útiles, ten la seguridad de que alguien te lo agradecerá”.

En la actualidad la pobreza extrema lastima al mundo entero, ayudemos lo más que podamos a los que tenemos cerca y recordemos, que existen centros de acopio en las iglesias y asociaciones civiles que recolectan. Lo apremiante  es que no dejemos que  el egoísmo y la frivolidad saturen nuestras fiestas,  a lo mejor no solucionamos todos los problemas, pero seguro es, que con este acto de generosidad nuestra alma se verá plenamente reconfortada y dispuesta a disfrutar el solemne momento de la natividad.   

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Empieza la cuenta regresiva.
Por Antonieta B. de De Hoyos.                                  Nov./5/17
   Ya llegó noviembre y con el empezamos a  sentir la víspera navideña,  quizás algunos se distraigan comprando regalos pero los más, experimentamos en nuestro corazón la nostalgia por el año que se va, y el agradecimiento eterno por todos aquellos que hemos tenido el privilegio de verlo pasar.
   El domingo, fui a la misa que acostumbro, muy temprano a las ocho, fue una fría mañana y la iglesia estaba aún sin calefacción, por eso entre temblores repentinos y disimulados bostezos, intenté comprender el mensaje del Evangelio. El sacerdote fue muy claro en su sermón, nos dijo que para ser un buen cristiano había que prestar atención a los siguientes mandamientos:
   El primero lo encontramos en el Antiguo Testamento “Amarás a Dios por sobre todas las cosas”. Lo que significa tener siempre en cuenta la presencia divina en nuestro diario vivir: acercándonos a los sacramentos, rezar, acudir al templo, a misa los domingos etc. 
    La siguiente sentencia la pronunció Jesucristo al recomendarnos “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” aquí se nos indica que debemos a como dé lugar, aunque nos cueste mucho sacrificio, evitar los malos pensamientos y las malas acciones, con las que podríamos  perjudicar a nuestros semejantes.
   Esta cristiana actitud, la representó como una línea vertical, por donde suben al cielo nuestras oraciones, después trazó una simulada línea horizontal donde toda aquella devoción, debe transformarse en buenas obras hacia los demás. 
     De nada servirá  rezar y rezar, entrar de rodillas al templo, dar cuantiosas limosnas, realizar bellísimos apostolados; si dañamos, despojamos, maltratamos, ofendemos, humillamos, y lo que es peor somos completamente indiferentes a lo que sucede a nuestro derredor.
   Decir: “soy así y así me he de morir” no va con ninguna doctrina, los creyentes sabemos que  a través de las  experiencias buenas o malas, vamos moldeando nuestro carácter en busca de la perfección, lucha constante en contra de lo que hoy la modernidad aconseja: diviértete no importa si en esa loca carrera, dañas a los que más quieres.
   Hace unos días, leí una nota periodística por internet que informa de la cantidad de personas, desde adolescentes hasta adultos mayores, que están muriendo en Estados Unidos por su adicción a las drogas. Calculan más de 65 mil al año,  (miles de familias rotas), saberlo me conmocionó, imaginé la terrible soledad en la que viven, en el desamor familiar y social, la frustración ante lo que no se puede tener, la pérdida total del sentido de la vida, al alejarse de Dios. Desesperante situación que les conduce a buscar la muerte como única solución.

   En este ya próximo “Tiempo de Adviento”, no estaría de más retomar la práctica de las virtudes en hogares y lugares de trabajo, que tal si con esa actitud salvamos sin darnos cuenta, a alguien víctima de la indiferencia que nos abruma.