“La compasión puede cambiar el mundo”.
Por Antonieta B. de De
Hoyos 11/25/17
Hay una cita que dice “Evita privar a otros seres de la
vida; evita matar; vive sin violencia;
suelta el cuchillo. Justo, lleno de misericordia, tiembla con compasión por
todos los seres sensibles.”
Encontré este artículo en
internet y me pareció interesante e indispensable que más gente lo conociera,
sobre todo en esta época, cuando las diferentes doctrinas religiosas invitan a
los feligreses a practicar la misericordia, a renovar en su corazón el amor al
prójimo. Hoy me referiré a los Monjes Budistas, personas a las que imaginamos
entre nubes de incienso, sonriendo filosóficamente, imperturbables, meditando
en la nada.
Concepto equivocado por
supuesto, ya que su vocación no es vivir en la indiferencia, sino “temblar
con compasión por todos los seres sensibles”. Estos monjes cuando se
presenta el sufrimiento ajeno, no se limitan a repetir palabras de consuelo,
por el contrario se colocan con firmeza entre el victimario y su víctima y
actúan.
Lo que más tristeza me dio,
fue enterarme de que no todos los abusos ocurren en la oscuridad, que la peor
crueldad en estos tiempos modernos se encuentra en los pasillos iluminados de
los supermercados, ahí donde compramos la carne de los animales, sus huevos, su
leche, sus pieles, su lana, sus plumas, y su cuero. Lugares donde se promueve la perversidad que esclaviza, tortura
y degolla a millones de animales para satisfacernos.
En pleno tercer milenio,
nuestra personalidad está dividida, a veces sentimos sincera compasión por un
perrito atropellado, un gatito abandonado, un ave lastimada, mientras olvidamos
lo mucho que otros sufren. ¿Acaso la diferencia está en su inteligencia o, en
el habla? ¿Será que los tontos, los mudos y discapacitados no mueven a la
misericordia? Lo cierto es que todos los seres vivos sin excepción, somos
dignos de compasión porque sufrimos, porque sentimos dolor.
Limitar el sufrimiento, a
ciertos ejemplares es egoísmo. En las sagradas escrituras de todas las
doctrinas, está escrito que amemos y cuidemos de los seres vivos, llámese
personas, animales o plantas.
No se trata de juzgar ni
recriminar, sino de sentir compasión por nuestros semejantes, humanos y
no-humanos. Si no logramos disminuir la crueldad que algunos sufren, al menos
no seamos parte de su sufrimiento al darnos un gusto, pagado con nuestro dinero
y realizado con nuestro consentimiento.
Jamás podremos proclamar
compasión, mientras abusemos y degollemos animales, es tiempo de revisar los
roperos, los refrigeradores, las alacenas, lo que comemos. Y aprender a no
matar sin importar su tamaño, mucho menos alentar a otros para que lo hagan.
Los Monjes Budistas oran porque en el mundo, la sabiduría y la compasión
prevalezcan, pues quien no se compadece de ellos, debe considerársele depravado.
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