Una luz de esperanza.
El adviento es el
tiempo ideal para que nuestra fe profundice y eche esas indispensables raíces
espirituales que más tarde casi sin sentirlo, se extienden hacia Dios principio
y fin de nuestra existencia.
Es precisamente en esta
ansiada comunicación cuando nuestra vida diaria se convierte en fuente de vida
para todos los que nos rodean, incluyendo para aquellos que casi no
frecuentamos.
En esta segunda década
del milenio, por fin un alto porcentaje de personas hemos dejado atrás esa fea
costumbre de comprar de manera compulsiva artículos que no necesitamos solo
porque los ponen en oferta. También ahora pensamos con más detenimiento el endeudarnos
por comprar cosas carísimas, tan solo
para presumir de auge económico.
En la actualidad gracias
a la debilitada economía, nos vemos en la necesidad imperiosa de ahorrar y ser
más selectivos con los regalos. La carestía en los medicamentos nos obliga a
cuidar con mayor esmero nuestra salud y
nuestro dinero, por esa razón ya son menos los que buscan en esta temporada derrochar
en francachelas y comilonas.
La televisión, la
radio, conferencias, publicidad, etc. han despertado en nosotros el amor al
prójimo, logrando que aunque se pueda gastar en regalos siempre se deje un guardadito
para comprar alimentos, dulces y juguetes para compartir en la navidad.
Hoy tiene más valor una
cobija, una chamarra, unas calcetas, zapatos, gorras y demás en buen estado,
que sirvan para cubrir el frio de otros. Y lo extraordinario es que la
mentalidad consumista si está evolucionando, cada vez son menos los que
despilfarran en viajes ostentosos e innecesarios, porque su mirada se ha vuelto
hacia los que sufren desgracia, aquí o lejos.
El deterioro en la salud
a nivel mundial, ha provocado que la gente luche intensamente por no caer en
adicciones que ponen en peligro la vida, en especial la de los jóvenes. Los
medios de comunicación se han encargado de mostrarnos miles de rostros tristes, afligidos, enfermos y con
hambre; hombres, mujeres y niños curtidos en el dolor y aunque sabemos que nunca
podremos remediar todos los males, si sentimos un inmenso gozo en el corazón cada
vez que hacemos menos pesada la cruz a alguien.
Se acerca el tiempo
especial para iniciarnos en la práctica de la solidaridad; abre tu ropero,
busca en tu alacena, mira tú monedero y actúa. Prepárate para ser generoso no
solo con tu familia, también con todo aquel que te necesite.
El mejor regalo que
podemos ofrecer hoy es la esperanza de un mundo más humanitario, un país sin
guerras y un hogar fraterno; aun sabiendo que no será nada fácil lograrlo. Vivir
en esa esperanza es caminar hacia la felicidad que a veces no tenemos aquí pero
que esperamos tener en la eternidad. La esperanza es una virtud difícil de comprender,
es humilde muy humilde pero nunca decepciona, lo esencial es aprender a
esperar.
Antonieta B. de De
Hoyos
11/ 27/19.