miércoles, 27 de noviembre de 2019


Una luz de esperanza.
El adviento es el tiempo ideal para que nuestra fe profundice y eche esas indispensables raíces espirituales que más tarde casi sin sentirlo, se extienden hacia Dios principio y fin de nuestra existencia.
Es precisamente en esta ansiada comunicación cuando nuestra vida diaria se convierte en fuente de vida para todos los que nos rodean, incluyendo para aquellos que casi no frecuentamos.
En esta segunda década del milenio, por fin un alto porcentaje de personas hemos dejado atrás esa fea costumbre de comprar de manera compulsiva artículos que no necesitamos solo porque los ponen en oferta. También ahora pensamos con más detenimiento el endeudarnos por comprar cosas  carísimas, tan solo para presumir de auge económico.
En la actualidad gracias a la debilitada economía, nos vemos en la necesidad imperiosa de ahorrar y ser más selectivos con los regalos. La carestía en los medicamentos nos obliga a cuidar  con mayor esmero nuestra salud y nuestro dinero, por esa razón ya son menos los que buscan en esta temporada derrochar en francachelas y comilonas.  
La televisión, la radio, conferencias, publicidad, etc. han despertado en nosotros el amor al prójimo, logrando que aunque se pueda gastar en regalos siempre se deje un guardadito para comprar alimentos, dulces y juguetes para compartir en la navidad.
Hoy tiene más valor una cobija, una chamarra, unas calcetas, zapatos, gorras y demás en buen estado, que sirvan para cubrir el frio de otros. Y lo extraordinario es que la mentalidad consumista si está evolucionando, cada vez son menos los que despilfarran en viajes ostentosos e innecesarios, porque su mirada se ha vuelto hacia los que sufren desgracia, aquí o lejos.   
El deterioro en la salud a nivel mundial, ha provocado que la gente luche intensamente por no caer en adicciones que ponen en peligro la vida, en especial la de los jóvenes. Los medios de comunicación se han encargado de mostrarnos miles de  rostros tristes, afligidos, enfermos y con hambre; hombres, mujeres y niños curtidos en el dolor y aunque sabemos que nunca podremos remediar todos los males, si sentimos un inmenso gozo en el corazón cada vez que hacemos menos pesada la cruz a alguien.
Se acerca el tiempo especial para iniciarnos en la práctica de la solidaridad; abre tu ropero, busca en tu alacena, mira tú monedero y actúa. Prepárate para ser generoso no solo con tu familia, también con todo aquel que te necesite.
El mejor regalo que podemos ofrecer hoy es la esperanza de un mundo más humanitario, un país sin guerras y un hogar fraterno; aun sabiendo que no será nada fácil lograrlo. Vivir en esa esperanza es caminar hacia la felicidad que a veces no tenemos aquí pero que esperamos tener en la eternidad. La esperanza es una virtud difícil de comprender, es humilde muy humilde pero nunca decepciona, lo esencial es aprender a esperar.
Antonieta B. de De Hoyos                                    11/ 27/19.

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