Carta abierta, a quiénes
corresponda.
No es necesario mucho
esfuerzo para reconocer que los tiempos actuales se han complicado, situación
que no debe asombrarnos porque bajo el sol, todo se repite. La sociedad en
ciertas épocas pierde la brújula, pondera las malas acciones y anula la
excelencia heredada. Hoy, la exagerada promoción a la comodidad, diversión y
lujos, aunados a la sed de poder, ofrece a las nuevas generaciones un estilo de
vida diferente.
El domingo pasado asistí como
de costumbre a la misa más temprana de mi parroquia, me gusta la tranquilidad
que se respira a esas horas de la mañana, pero sobre todo me complace compartir
con los feligreses ese reconfortante espacio de oración. En esta ocasión “El
buen Pastor” fue el tema. Parábola que he escuchado en repetidas ocasiones,
solo que esta vez condujo mis pensamientos hacia la problemática moral,
política y social que vivimos. “El que
entra por la puerta es el pastor de las ovejas, las saca y empieza a caminar
delante de ellas, las ovejas lo siguen porque conocen su voz”.
Recordé la constante
publicidad pagada por los candidatos políticos, todos desean ser pastores,
quieren guiar y proteger ovejas, pero no tienen ni la menor idea de la
responsabilidad que este compromiso representa. “Yo soy el Buen Pastor, el buen
pastor da su vida por las ovejas; no así el asalariado, que no es el pastor ni
las ovejas son suyas, cuando ve venir al lobo huye abandonando las ovejas y el
lobo las agarra y las dispersa” Lobos genuinos son algunos políticos sin vocación
de servir. Perversos, falsos, burlan, despojan y abandonan a aquellos que les
entregaron su confianza.
Sabemos que toda autoridad
recibida viene de Dios y que ésta, es la oportunidad que tenemos de ser fieles,
de demostrar que en nosotros impera el humanismo de Cristo que defiende la
dignidad humana, y los derechos fundamentales de las personas.
El Papa Pablo VI, frente a los
que promovían un humanismo moderno que afirmaba que el hombre sería capaz de
salvarse por sí mismo, enfatizó: “Un humanismo verdadero, sin Cristo, no
existe” “Las virtudes humanas desarrolladas sin el carisma cristiano, pueden
degenerar en los vicios que las contradicen. El hombre que se hace gigante sin
una animación espiritual cristiana, cae sobre sí mismo por su propio peso. Le
falta la fuerza moral que le convierte en hombre verdadero; le falta la
capacidad para jerarquizar valores; le faltan razones transcendentes que den de
modo estable, motivo y sostén a sus virtudes; le falta en resumen, la
conciencia de sí, de la vida, de sus porqués, de su destino: el hombre por sí
solo no sabe quién es él; el verdadero humanismo debe ser cristiano”. (Navidad
1969)
Intentar ser guía, gobernante
o legislador sin la sabiduría divina,
conduce a la corrupción, a la violencia, a la indiferencia hacia el sufrimiento
de la gente con la que se compromete.
Acumular riquezas materiales empobrece el espíritu; perder el tiempo en banalidades es morir antes de ser llamado;
porque es en el presente, en el aquí y ahora, en que debe darse sentido pleno a la existencia
humana para alcanzar la eternidad.
Antonieta B. de De Hoyos mayo 2/15