jueves, 30 de abril de 2015


Carta abierta, a quiénes corresponda.

No es necesario mucho esfuerzo para reconocer que los tiempos actuales se han complicado, situación que no debe asombrarnos porque bajo el sol, todo se repite. La sociedad en ciertas épocas pierde la brújula, pondera las malas acciones y anula la excelencia heredada. Hoy, la exagerada promoción a la comodidad, diversión y lujos, aunados a la sed de poder, ofrece a las nuevas generaciones un estilo de vida diferente.

El domingo pasado asistí como de costumbre a la misa más temprana de mi parroquia, me gusta la tranquilidad que se respira a esas horas de la mañana, pero sobre todo me complace compartir con los feligreses ese reconfortante espacio de oración. En esta ocasión “El buen Pastor” fue el tema. Parábola que he escuchado en repetidas ocasiones, solo que esta vez condujo mis pensamientos hacia la problemática moral, política  y social que vivimos. “El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas, las saca y empieza a caminar delante de ellas, las ovejas lo siguen porque conocen su voz”.

Recordé la constante publicidad pagada por los candidatos políticos, todos desean ser pastores, quieren guiar y proteger ovejas, pero no tienen ni la menor idea de la responsabilidad que este compromiso representa. “Yo soy el Buen Pastor, el buen pastor da su vida por las ovejas; no así el asalariado, que no es el pastor ni las ovejas son suyas, cuando ve venir al lobo huye abandonando las ovejas y el lobo las agarra y las dispersa” Lobos genuinos son algunos políticos sin vocación de servir. Perversos, falsos, burlan, despojan y abandonan a aquellos que les entregaron su confianza.  

Sabemos que toda autoridad recibida viene de Dios y que ésta, es la oportunidad que tenemos de ser fieles, de demostrar que en nosotros impera el humanismo de Cristo que defiende la dignidad humana, y los derechos fundamentales de las personas.

El Papa Pablo VI, frente a los que promovían un humanismo moderno que afirmaba que el hombre sería capaz de salvarse por sí mismo, enfatizó: “Un humanismo verdadero, sin Cristo, no existe” “Las virtudes humanas desarrolladas sin el carisma cristiano, pueden degenerar en los vicios que las contradicen. El hombre que se hace gigante sin una animación espiritual cristiana, cae sobre sí mismo por su propio peso. Le falta la fuerza moral que le convierte en hombre verdadero; le falta la capacidad para jerarquizar valores; le faltan razones transcendentes que den de modo estable, motivo y sostén a sus virtudes; le falta en resumen, la conciencia de sí, de la vida, de sus porqués, de su destino: el hombre por sí solo no sabe quién es él; el verdadero humanismo debe ser cristiano”. (Navidad 1969)

Intentar ser guía, gobernante o legislador sin  la sabiduría divina, conduce a la corrupción, a la violencia, a la indiferencia hacia el sufrimiento de la gente con la que se  compromete. Acumular riquezas materiales empobrece el espíritu; perder el tiempo en  banalidades es morir antes de ser llamado; porque es en el presente, en el aquí y ahora, en  que debe darse sentido pleno a la existencia humana para alcanzar la eternidad.

 Antonieta B. de De Hoyos    mayo 2/15

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