Dos inesperadas
experiencias religiosas.
La
verdad es que nunca pensé que los vaticinios Mayas estuvieran equivocados, su
sabiduría como cultura, es reconocida desde hace muchos años por eminentes científicos del mundo. Lo que si me
preocupó, fue el enorme temor que se generó
en la gente, a través de la publicación de cientos de reportajes sin fundamento.
Como
coincidencia, el viernes 21 de
diciembre, recibí la triste noticia de que mi nieta Andrealucía, que radica en
Estados Unidos se había roto su bracito derecho. Entre tantas llamadas me enteré de que habían
contactado a un médico de prestigio, para que le realizara la operación
indispensable. Como todos los días y las noches, esta vez también había
encomendado a Dios a toda mi familia, por eso sabía que no iban a estar
desamparados. A las cinco de la tarde mi nietecita entraría a quirófano, le
practicarían una cirugía que duraría en promedio una hora.
De
inmediato encendí mi cirio bendito, ese que conservo para situaciones extremas;
a su lado coloqué la imagen del Sagrado Corazón de Jesús que perteneció a mi
abuela Agripina. Me senté en la alfombra y comencé a rezar el Santo Rosario,
era viernes, correspondían los Misterios Dolorosos. Creo que en esos instantes
de profunda oración, mi alma se elevó hasta el Creador, sentí como nunca cada
una de las frases y de las oraciones pronunciadas, lo recé despacio, sin
prisas, con toda la fe que corre por mis venas. Hablé con Dios, me encomendé a
Jesucristo y le supliqué que intercediera por mi niña. Me tardé casi una hora,
el tiempo justo en el que se daría por terminada la intervención. Esperé
intentando tranquilizarme, a que llegara la llamada que me informara los
resultados.
Cerca
de las nueve de la noche, escuché la voz de mi nuera que me decía que todo
había salido perfecto, que resultó menos complicado de lo que se esperaba, que
no habían tenido que pasar la noche en el hospital y que, en esos momentos ya
estaban en casa. Apagué mi veladora y di Gracias a Dios.
Al
anochecer vi en el noticiero nacional, la multitud que se reunió en el
territorio Maya en México y Guatemala,
para recibir la energía sagrada, así como las entrevistas que los reporteros
hicieron a los visitantes. Todos sin excepción, estuvieron de acuerdo en que no
se vaticinaba el fin del mundo, sino el de una era materialista, lo que permitiría
de inmediato el cambio social anhelado.
Me
impactó la manera como los ahí presentes sonreían y alzaban sus brazos, intentando
llenarse de la esperanza y el amor divino. Recordé mi experiencia religiosa de
esa tarde y la comparé con la de aquellas miles de personas, que acudieron con
el único fin de sentir la presencia divina. Este año que está por iniciar fortalezcamos
nuestra fe, y gocemos de la presencia de Dios en donde quiera que estemos, y en
el preciso momento que lo imploremos.
Antonieta
B. de De Hoyos
Diciembre 26/12