“El
Gran Reformador”.
Durante
la navidad recibí como regalo el libro “El Gran Reformador” -Francisco, retrato
de un Papa radical- escrito por Austen Ivereigh, británico, escritor,
periodista y comentarista de asuntos religiosos y políticos; además autor de
varios libros.
Consta
de seiscientas páginas y algunas fotografías que hoy circulan por internet. Desafortunadamente,
los quehaceres de la casa, mis horas de trabajo frente a la computadora y los imprevistos, me han
impedido leerlo cada noche como me hubiera gustado, de todas maneras lo que
llevo leído me ha resultado interesante y ameno.
A
través del tiempo y de diferentes lecturas he podido conocer el estilo de vida
de los sacerdotes Jesuitas, principalmente su altruismo hacia los más pobres del
planeta sin importar lo lejos que se encuentren. Su labor es tan humanitaria y valiosa,
como fue la de la Madre Teresa de Calcuta, obra filantrópica que continúan realizando
las Hermanas de la Caridad.
Mi
admiración por el Papa Francisco crece en cada párrafo que leo: su
personalidad, su inteligencia, su enorme capacidad de amar sin distinción,
sobre todo su congruencia entre lo que dice y hace. Me encanta que el autor no
escatime espacio para narrar, con lujo de detalles los acontecimientos
relevantes desde su nacimiento, hasta la fecha de la edición.
Como
olvidar el alboroto mundial que provocó la humildad con la que recibió su
nombramiento en el Vaticano, y la forma como nos sigue impresionando la mesura
con la que se conduce.
Anoche
mientras leía este libro, recordé que hace quince años o un poco más, tuve la
oportunidad de servir como guía a un sacerdote Jesuita, que investigaba la
trayectoria de la Madre Concepción (Conchita)
Cabrera de Armida. Apoyé su trabajo a pesar de que en esos días, yo sufría un
leve pero muy molesto quebranto en mi salud, que tardaría varias semanas en sanar,
situación que me reservé. Lo realmente excepcional fue, que al despedirnos impuso
sus manos sobre mi cabeza y me dio una enternecedora bendición, rogó a Dios que
sacara de mi alma y de mi cuerpo toda impureza. Al día siguiente acudí a la
clínica, el medico se desconcertó al verme bastante recuperada.
San
Ignacio de Loyola fundó la Compañía de Jesús y formuló los bellísimos Ejercicios
Espirituales que aún se emplean en los retiros; su intensa vida espiritual, su acostumbrada
sobriedad y su total entrega al servicio de los desamparados, los define.
En
su visita a México, muchas personas acudirán a ver al Papa Francisco aunque sea de lejos, otros nos quedaremos. Pero
no importa, porque la mayoría sabemos que con un pequeño esfuerzo que
realicemos, podemos detener nuestro agitado andar para escuchar con atención
sus mensajes y así, a pesar de la distancia sentir nuestra alma reconfortada.
Antonieta B. de De Hoyos 1/ 30/16