Conservemos el
entusiasmo.
El enemigo número uno
del éxito es la falta de entusiasmo y lo perdemos, cuando caemos en una rutina asfixiante.
La rutina es una costumbre arraigada, es un hábito que se adquiere por practicarlo
constantemente y que luego más tarde, nos conduce a hacer las cosas sin razonarlas,
de manera automática.
Pero dejemos de juzgar
si la rutina es buena o mala, porque todo va a depender de la forma en que la
realizamos y el ambiente que nos rodea. Desafortunadamente es común que al caer
en la rutina perdamos el entusiasmo, dejemos de disfrutar la vida, nos invada
el desaliento, principal impedimento para que nuestras metas y sueños se
vuelvan realidad.
El más triste ejemplo
lo tenemos en la vida matrimonial, después lo vemos en nuestra profesión, en el
colegio y en los eventos sociales a los que acudimos con regularidad, ahí casi
sin sentirlo, se van tornando tediosos, aburridos, totalmente rutinarios.
Es normal que de vez en
cuando durante el año nos sintamos agotados, desilusionados, hartos de hacer
siempre lo mismo. Hay quienes piensan que eso sucede porque dejamos de ponerle
pasión a lo que hacemos y podrían estar en lo correcto, ya que sin esa fuerza interior es difícil lograr algo grande o extraordinario en nuestra
vida.
Dicen los que saben que
los seres humanos sin excepción, tenemos en nuestro interior un toque de
grandeza, que podemos activar en el mismo instante en el que despertemos
nuestra pasión adormecida y generemos el entusiasmo indispensable para hacer
realidad nuestros anhelos.
El entusiasmo mueve
montañas, transforma toda crisis en una oportunidad, con el vivimos lo
increíble, hacemos cosas que ni siquiera imaginamos posibles de lograr, algo
nos mueve a esforzarnos más por lo que queremos, nos inspira en el matrimonio,
en el trabajo y en la sociedad.
Una persona entusiasta
supera todos los obstáculos o circunstancias que se le presentan en el camino,
es como el escritor que vive su propia novela mientras la escribe. Solo con
entusiasmo vemos nuestras ilusiones realizadas, sin el estamos muertos, todo a
nuestro alrededor se estanca, la vida se consume.
Para recuperar el
entusiasmo necesitamos volver la mirada el cielo y suplicar con vehemencia esa energía
divina que se nos ha agotado. Queremos triunfar pero estamos débiles, apremia inyectar
pasión a nuestra vida y hacer nuestra existencia más placentera.
La resignación y la
negatividad deben irse a la basura junto con los pensamientos “chatarra” tenemos
que recuperar la alegría, soñar hasta dónde queremos llegar, en donde queremos estar
y de inmediato activarnos. Busquemos gente que nos aliente a volar tan alto
como las águilas, nunca claudicar, porque Dios premia la constancia con
infinitos momentos de felicidad. Actívate, la vida es una aventura en la que
tenemos el enorme privilegio de disfrutarla.
Antonieta B. de De
Hoyos 2/27/19