miércoles, 13 de febrero de 2019


¿Por qué a otros si y a mí no?
La mayoría de las personas cuando vemos triunfar a otros nos preguntamos ¿por qué a ellos les va tan bien y a mí no? Lo primero que nos viene a la mente es que nacieron dentro de una familia estable que les motivó para triunfar. Y aunque es un enorme privilegio que se debe agradecer, no es un factor de éxito porque un alto porcentaje de los  exitosos provienen de hogares desintegrados.
Entonces podríamos pensar qué es por tener todas sus necesidades cubiertas; pero tampoco lo es, ya que de acuerdo a los más recientes estudios socioeconómicos algunos hombres y mujeres de mayor éxito, provienen de la clase media y la clase media baja.
A veces también nos da por suponer que la vida les ofrece múltiples oportunidades. Y lo cierto es que existen personas con dones, talentos y recursos, que saben aprovechar la ocasión cuando se presenta, el resto a pesar de  poseer los mismos talentos las dejan pasar porque ni siquiera las ven, aquí todo depende del poder de observación.  
Otros creen, que todo se debe a que por ser personas íntegras tienen la suerte de su lado. La verdad es que hay gente muy honrada que nada logra en su vida, mientras tristemente vemos como los sinvergüenzas exitosos abundan.   
Están también aquellos que afirman que se debe a que nunca sufrieron decepciones, pero basta con poner atención a las noticias, para darnos cuenta de la cantidad de gente que se ve obligada a vencer incapacidades extremas, a sobrevivir tragedias terribles y aun así gracias a su esfuerzo se convierten en triunfadores. 
En conclusión. Solo hay un factor que sí determina el éxito y distingue a los exitosos de los que no lo son y que además marca la enorme diferencia entre la gente mediocre y la  victoriosa, ese factor es su reciedumbre. Poseen esa extraordinaria fuerza de voluntad que les incita a reaccionar de forma positiva, ante cualquier fracaso sin importar tamaño.
No hay nada que impacte más en el ánimo de la persona que el desaliento, (es el arma  favorita del demonio) éste anula por completo todo esfuerzo por alcanzar alguna meta. Quien adopta una actitud  derrotista, ha cancelado su futuro.
Necesitamos grabar en nuestra memoria que un fracaso no es el final, es tan solo el momento en el que debemos reactivarnos, para percibir las nuevas oportunidades y recomenzar. A veces una experiencia dolorosa, un inesperado despido en el trabajo o un forzoso cambio de residencia despierta y recuerda, que lo principal es sacar provecho de cada experiencia.
Organicemos nuestro tiempo, investiguemos las novedades financieras y tecnológicas, apliquemos el know-how,  anotemos en una agenda lo que queremos hacer y la manera como pensamos lograrlo, sin olvidar por supuesto que el orden es clave para alcanzar el éxito.
Conservemos el espíritu fuerte, porque para levantarnos de las caídas es imprescindible recibir la energía divina.    
Antonieta B. de De Hoyos                         2/13/19

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