La felicidad humana, hoy no
depende de los hijos.
Por Antonieta B. de De
Hoyos junio 27/15
Cuando leí este articulo no
podía dar crédito a lo que veían mis ojos, era una investigación que publicaba
la revista The Psychologist, donde se señala que el aspecto romántico de la
paternidad y maternidad podría ser sólo una ilusión, porque ya existen diversos
estudios que confirman que no hay una relación directa entre el hecho de tener
hijos y el de ser felices. Se ha probado que los padres y madres tienen niveles
más bajos de felicidad que los adultos sin hijos, ya que el tener descendencia
reduce la dicha, tranquilidad marital y
satisfacción personal a los padres.
Dicen que la paternidad o la
maternidad no aportan felicidad y que se considera un mito, el pensar que los
hijos vienen a colmar de dicha a los padres. Algunos sociólogos afirman que padres
y no padres sufren las mismas insatisfacciones vitales y ofrecen pruebas de que
las tensiones asociadas con la paternidad, no se limitan al periodo de la
crianza, cuando dependen física y económicamente, ya que más tarde cuando se
han ido de casa, siguen siendo menos felices que los adultos en igual edad pero
sin hijos.
Imaginar que un bebé solo
trae cosas buenas y no malas es un error, lo real es que el día se llena de
problemas por resolver como por ejemplo: cocinar, preparar papillas, biberones,
lavar ropita, alimentar, bañar etc. y es esto precisamente, lo cotidiano, lo
que daña los niveles de felicidad y satisfacción de los padres. Aquellos que
dedican tiempo completo se sienten menos
eficaces que los adultos sin hijos, es el contraste cuando se piensa en un bebé
sano, guapo y risueño y lo que la realidad después impone.
Hacer creer que los “niños
traen la torta bajo el brazo” sirve como incentivo para perpetuar la
especie, ya que si el primer año del bebé es grandioso, en los cuatro
siguientes la felicidad disminuye, las causas no sólo se presentan por el gran esfuerzo
que cuesta criar a los hijos, sino también por la clase de sociedad que los
recibe y el cambio de ideales de la juventud. Antes los hijos ayudaban al
mantenimiento de la familia y a su conservación, mantenerlos era duro pero gratificante,
ahora lo principal es conseguir cosas: una casa, autos, viajes, ropa,
diversiones, las que puestas en la balanza pesan más que la presencia de los
hijos; la vida se les complica y el entorno social exige otras prioridades.
En Canadá abundan las parejas
de extranjeros sin hijos que laboran dieciséis horas diarias y soportan las
inclemencias del clima con tal de vivir bien, eso sí, sin niños. Añoran a la
familia pero esa se queda en el lugar de origen.
La moda es vivir, disfrutar,
evadir penas y sacrificios, permanecer más tiempo solteros o sin hijos, su
vejez no les preocupa, la han asegurado en una lujosa casa de retiro pre-pago;
lo malo es que dentro de tres décadas el número de ancianos se duplicará y las
casas de reposo no se darán abasto con tantas viejecitas y viejecitos
solitarios, que recibirán los cuidados necesarios de manos de aquellos niños y
niñas, que hace muchos años otros padres
SI
quisieron tener.