sábado, 20 de junio de 2015


Hijos con alas, pero sin raíces.

Por Antonieta B. de De Hoyos                                  Junio 20/15

En la actualidad la organización familiar está presentando múltiples facetas, que  restringen cada vez más la presencia del padre en el desarrollo infantil. Nuestra sociedad resiente estos fuertes cambios en la estructura familiar tradicional,  porque gracias a la ciencia la mujer tiene ahora la oportunidad de ser madre, en cualquier etapa de su vida y de diferentes maneras; en algunas la legalidad del matrimonio y el sostener una relación sexual de pareja ya son innecesarios. La adopción y las técnicas de reproducción in vitro, o asistida son parte de la historia, lo moderno es acudir a un Banco de Espermas y por catalogo clasificado, elegir el semen de un extraño que sin saberlo, a la distancia, sin responsabilidad  ni lazo afectivo, se convierte en el padre de un hijo.

La globalización ha provocado que miles de mujeres alrededor del mundo, solteras, divorciadas, viudas o lesbianas, decidan llenar su soledad y superar su frustración con la presencia de una criatura, porque en su euforia imaginan que parir significa ser madre. Medios de comunicación sin escrúpulos ensalzan esta acción contra natura, a veces pagados por patrocinadores, los más por ignorancia. Reportajes que presentan a mujeres inmensamente felices, siempre y cuando el niño nazca sano, sea bonito y se tenga dinero para solventar tan elevado costo. Es tan agresiva esta publicidad, que logra hacer sentir como arcaicas a las conservadoras, a las que aceptamos por amor, el sagrado vínculo del matrimonio  con o sin hijos, sanos o enfermos. 

Criar a un hijo representa años difíciles porque exigen desvelos, sacrificios personales, arduo trabajo; tiempo en el que se alternan la alegría y el dolor. Sabemos que la presencia de papá en el hogar es invaluable, pero también que existen otros hombres que no merecen vivir bajo ese techo. Lo triste es que por causas ajenas, muchos niños se ven obligados a crecer con un padre ausente, pero aun así tienen una ventaja, saben quién es él y eso les da raíces, conviven además con abuelos, tíos y primos paternos, lo que los hace parte de un clan que los protege y fortalece.

Desgraciadamente la soberbia enceguece y algunas mujeres influenciadas por un  feminismo mal interpretado, rompen reglas ya establecidas por la naturaleza, por la sociedad y por Dios. Si el niño sabiendo quien es su padre, sufre alteraciones en su salud mental, emocional, física y de comportamiento por su ausencia, no quisiera imaginar lo que sucederá cuando el adolescente  se entere que jamás podrá saber quién es su padre, porque fue concebido sin amor, por un hombre al que su madre le compró su semen.    

Los instintos han opacado a la ética y a la moral, urge que la abuela virtual se ponga las pilas y persuada a las “open mind” a reflexionar sobre su decisión de engendrar por capricho, y a visualizar el devastador dolor que en un futuro próximo sufrirán los hijos. Porque de continuar con esta moda (?), se estarían gestando generaciones de hijos con alas, pero sin las raíces que papá le da y que necesita para permanecer de pie mientras  exista.

 

 

 

 

 

 



 
Hijos con alas, pero sin raíces.
Por Antonieta B. de De Hoyos                                  Junio 20/15
En la actualidad la organización familiar está presentando múltiples facetas, que  restringen cada vez más la presencia del padre en el desarrollo infantil. Nuestra sociedad resiente estos fuertes cambios en la estructura familiar tradicional,  porque gracias a la ciencia la mujer tiene ahora la oportunidad de ser madre, en cualquier etapa de su vida y de diferentes maneras; en algunas la legalidad del matrimonio y el sostener una relación sexual de pareja ya son innecesarios. La adopción y las técnicas de reproducción in vitro, o asistida son parte de la historia, lo moderno es acudir a un Banco de Espermas y por catalogo clasificado, elegir el semen de un extraño que sin saberlo, a la distancia, sin responsabilidad  ni lazo afectivo, se convierte en el padre de un hijo.
La globalización ha provocado que miles de mujeres alrededor del mundo, solteras, divorciadas, viudas o lesbianas, decidan llenar su soledad y superar su frustración con la presencia de una criatura, porque en su euforia imaginan que parir significa ser madre. Medios de comunicación sin escrúpulos ensalzan esta acción contra natura, a veces pagados por patrocinadores, los más por ignorancia. Reportajes que presentan a mujeres inmensamente felices, siempre y cuando el niño nazca sano, sea bonito y se tenga dinero para solventar tan elevado costo. Es tan agresiva esta publicidad, que logra hacer sentir como arcaicas a las conservadoras, a las que aceptamos por amor, el sagrado vínculo del matrimonio  con o sin hijos, sanos o enfermos. 
Criar a un hijo representa años difíciles porque exigen desvelos, sacrificios personales, arduo trabajo; tiempo en el que se alternan la alegría y el dolor. Sabemos que la presencia de papá en el hogar es invaluable, pero también que existen otros hombres que no merecen vivir bajo ese techo. Lo triste es que por causas ajenas, muchos niños se ven obligados a crecer con un padre ausente, pero aun así tienen una ventaja, saben quién es él y eso les da raíces, conviven además con abuelos, tíos y primos paternos, lo que los hace parte de un clan que los protege y fortalece.
Desgraciadamente la soberbia enceguece y algunas mujeres influenciadas por un  feminismo mal interpretado, rompen reglas ya establecidas por la naturaleza, por la sociedad y por Dios. Si el niño sabiendo quien es su padre, sufre alteraciones en su salud mental, emocional, física y de comportamiento por su ausencia, no quisiera imaginar lo que sucederá cuando el adolescente  se entere que jamás podrá saber quién es su padre, porque fue concebido sin amor, por un hombre al que su madre le compró su semen.    
Los instintos han opacado a la ética y a la moral, urge que la abuela virtual se ponga las pilas y persuada a las “open mind” a reflexionar sobre su decisión de engendrar por capricho, y a visualizar el devastador dolor que en un futuro próximo sufrirán los hijos. Porque de continuar con esta moda (?), se estarían gestando generaciones de hijos con alas, pero sin las raíces que papá le da y que necesita para permanecer de pie mientras  exista.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 




 

 

 

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