miércoles, 25 de marzo de 2020


Dios dijo: ¡ayúdate que yo te ayudaré!
Cada vez que nos fijamos una meta ponemos en esta actividad toda nuestra energía y entusiasmo, pero si al final las cosas no suceden como lo esperábamos, rápidamente pensamos en el viejo dicho “el hombre propone y Dios dispone”.
Algunas veces caemos en un estado de extraordinaria euforia, que pasamos por alto detalles muy importantes, lo que nos lleva luego al fracaso. En cambio en otras ocasiones hasta exageramos, y tomamos demasiado tiempo en analizar cada paso que damos, porque no queremos dejar nada al azar. 
Lo esencial es que cuando hayamos decido lo que queremos hacer, lo hagamos completamente convencidos.
La sabiduría dice: “Encomienda a Dios tus obras y tus pensamientos serán afirmados” lo que significa que todo lo que hagamos con entusiasmo puede resultar menos difícil, si invertimos un poco de tiempo en pedirle a Dios su iluminación.
Durante estas últimas semanas estamos viviendo una situación jamás esperada en nuestra ciudad, país y alrededor del mundo. Se nos ha ordenado evitar salir a las calles, cancelar  reuniones, no dar besos en las mejillas ni saludar de mano; al estornudar o toser cubrir nuestra boca con un pañuelo o con el antebrazo, sobre todo lavar muy bien varias veces nuestras manos con agua y jabón y usar gel antibacterial.
Se trata de una grave epidemia convertida ya en pandemia por la rapidez con la que se contagia, que desafortunadamente conduce a la muerte a los que tienen comprometido su organismo con alguna grave enfermedad y a los más ancianos.
A mediados del siglo pasado la sociedad se vio muy influenciada por el materialismo y se alejó de Dios, pero ahora ante esta desgracia mundial hemos vuelto temerosos la vista al cielo para implorar su ayuda.
Para enfrentar esta lucha, necesitamos hacer partícipe a Dios porque para nuestro infortunio habrá pérdidas de seres queridos causados por esta pandemia.
La cómoda rutina se rompió, inesperadamente nuestra salud ahora pende de un hilo, por  eso urge retomar la fe.
Cuando desafiamos la adversidad acompañados de la sabiduría de Dios, sentimos un gran alivio, una inmensa esperanza, estamos seguros que después vencer dependerá sólo de nuestro esfuerzo y sacrificio.
Obedecer las reglas lleva al éxito, pero sobre todo impedir a como dé lugar que el estrés nos invada, él es el culpable de que los males se agranden y empeoren,  no dejemos que el miedo nos paralice, seamos personas de fe.
Oremos a cualquier hora del día con gran  devoción por la salud propia, la de los que amamos y del mundo entero. Pero no olvidemos que quedarse en casa es la salvación.  
Antonieta B de De Hoyos                                        3/25/20.

miércoles, 18 de marzo de 2020


¿Alguna vez has rezado el Ángelus…?
“El ángel del Señor anunció a María.
Y ella concibió por obra del Espíritu Santo.
…He aquí la esclava del Señor hágase en mi según tu palabra.
Y el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”.

No agrego más, porque no deseo provocar polémicas, mi intención es tan solo compartir memorias. 
A partir del sábado próximo pasado, el Papa Francisco invitó a todos los católicos a rezar el Ángelus al mediodía, esa disposición me trajo gratos recuerdos.  
Disfrutaba mi adolescencia cuando me enteré que mi padre pertenecía a una Logia Masónica, la verdad nunca supe de lo que ahí se trataba porque él era muy reservado, además jamás impuso sus creencias al resto de la familia. 
Gracias a su lealtad y perseverancia, alcanzó el honorable cargo de Gran Maestro en dos ocasiones, privilegio difícil de conseguir.  
Su imagen grabada en mí, fue la de una persona muy respetable, honrada a carta cabal, fiel a sus principios y excelente protector de la familia, su relación con los sacerdotes siempre fue cordial.    
Cuento lo anterior porque creo que esa fue la razón, por la que mis hermanos y yo crecimos dentro de una educación religiosa endeble, lo que condujo a que tiempo  después cada uno buscara a Dios a su manera.    
Algo que llama mi atención es que la gente se pregunte ¿por qué las personas mayores saben tanto de Dios? A mi edad  ya lo he comprendido y puedo afirmar, que se debe a las múltiples experiencias vividas y, aunque a veces algunas no han sido del todo buenas siempre se percibe en ellas su presencia.      
Mi pasión por la lectura me llevó a ampliar mis conocimientos sobre el cristianismo, época en la que escuché por primera vez en la radio, a las doce del mediodía el rezo del Ángelus.
Primero no le di importancia, lo escuchaba pero sin poner atención, poco a poco me uní al rezo. Escasos y maravillosos minutos diarios que se hicieron costumbre.
El Papa Francisco nos invita a rezar el Ángelus, es apremiante que todos los seres humanos alrededor del mundo oremos a Dios suplicando por la paz y la salud en sus países.
Orar a mitad del día es un acto de fe que no distingue raza ni credos y por si fuera poco,  reconforta el espíritu.   
Hasta estos momentos, a pesar de tanta desinformación sobre la probabilidad de contraer una enfermedad viral que puede o no puede ser mortal, mi mente permanece serena  gracias a la oración.
El pánico aún no me paraliza porque estoy de acuerdo con lo que repito cada noche:        ¡en Dios confío!   
No olvidemos que todo tiene un principio y un fin, el aquí y él ahora nos invita a cuidarnos, a ser felices y mejores personas.    
Antonieta B. de De Hoyos.                                  3/18/20


miércoles, 11 de marzo de 2020

¿Conoces a “Toñito”?... ¡Yo sí!
Desde hace buen tiempo que acudo a escuchar misa en diferentes horarios, en la Parroquia de San Juan y desde entonces era frecuente que al salir del templo me encontrara a Toñito, un  adolescente de porte humilde con una ligera discapacidad, que solicitaba con una amplia sonrisa y un cartel una ayuda económica.
Aunque son pocas las ocasiones, en las que no he traído algunas monedas en mi bolsillo para dárselas, me entristece mucho no hacerlo.
Ya han pasado varias décadas desde que lo conocí, ahora es un hombre alegre y atento que conserva su peculiar sonrisa y su inseparable cartel.
Lo que llama la atención es que antes de salir al atrio de la iglesia, Toñito siempre escucha la misa completa ya sea aquí o en el Santuario de Guadalupe, por eso es que conoce a la perfección el ritual, las oraciones y los cantos.
Cuando acudo a misa por lo regular ocupo un lugar en las primeras bancas, porque no me gusta distraerme con el movimiento de la gente. A veces me resulta imposible describir el gozo interno que provocan en mí, esos sacros momentos.   
Pero, en cuanto escucho la voz de Toñito responder al sacerdote mi corazón se alegra, lo busco con la mirada, casi siempre se coloca en la parte de atrás, de ahí proviene su voz. Entonces sé que pronto nos va a dirigir en los cantos acostumbrados durante toda la celebración.
Hay ocasiones en las que los asistentes nos quedamos en silencio, no sabemos qué hacer  y es él, el que encuentra el canto apropiado durante la comunión o al término de la misa. Su voz es fuerte y bastante entonada, por eso es que el resto de los asistentes con gusto lo acompañamos.
La oración dedicada a los sacerdotes, por más que la repito no la he podido memorizar, pero de inmediato me uno a Toñito, él se la sabe completa.
Hoy aunque ya es adulto su sonrisa permanece diáfana, fresca como la de un niño bueno, y es en ella y en su mirar que nos damos cuenta de que Dios siempre está con él.
Dios lo bendiga y lo conserve saludable por muchos años más, estoy segura que cuando el falte nada será igual.
Cuando comienza la misa y se oye su grave voz rezar, pareciera que el templo se iluminara. Ojalá que muchos sientan lo mismo que yo al escucharlo, porque con su humilde presencia fortalece y sensibiliza el espíritu de los presentes. 
Antonieta B. de De Hoyos.                         3/11/20

miércoles, 4 de marzo de 2020

Valoremos el tiempo.    
Hoy vienen a mi memoria recuerdos imborrables, bellos, tiernos, conmovedores. Aquella noche de un sábado, cuando en misa de siete pronuncié el “sí quiero” más importante de mi vida.
A partir de entonces la alocada juventud queda atrás, se inicia una nueva forma  de ser,  ya nada será igual, el compromiso contraído no es con la sociedad, no es con el prometido, es con Dios y ya no se vale volver la mirada atrás.
Recuerdo muy bien la ola de buenos deseos que recibimos de amistades y familiares, pero estaba escrito que estos se presentaran alternados con los momentos difíciles.
Llegan los hijos y con ellos las tareas se multiplican, la responsabilidad aumenta, el amor materno florece a la vez que la fe se fortalece.
En las primeras décadas de matrimonio, se aprende a superar la adversidad y a disfrutar los éxitos, son años que pasan casi sin  sentirlos porque se viven experiencias inolvidables como nacimientos, graduaciones, bodas, hasta lo no deseado, esos pequeños quebrantos de salud que alteran la tranquilidad del hogar.
Etapa maravillosa, única. Después, poco a poco con sutileza la situación empieza a cambiar, uno tras otro van llegando los achaques de la edad mayor, se presiente el descenso pero sin temor, porque la amistad con Dios se ha fortalecido.
Es en este tiempo cuando se vislumbra la ancianidad pero ya con un ánimo sereno, porque se ha sembrado en el corazón de los hijos el amor, el respeto y el agradecimiento.  
Afortunadamente mis padres me educaron en la sobriedad, poderosa razón por la que mi meta nunca fue la riqueza y mucho menos vivir de apariencias.
Fui feliz y lo sigo siendo dentro de mi entorno, quizás por eso espero una vejez modesta.
Ahora quiero postrarme ante Dios y agradecer con toda la fuerza de mi alma, su presencia en cada uno de los espacios felices y tristes de mi vida, quiero volver a repetir emocionada aquel “si quiero” con redoblado amor en mi corazón, porque mi mayor deseo es terminar mi existencia sirviendo y amando a mi esposo cómo, o con mayor fuerza que al principio.
Reconozco Señor que gracias a Ti he podido superar a través de los años lo padecido, así como resolver esos  angustiosos problemas que a veces parecen no tener solución.
Hoy sé que debo fortalecer mi espíritu para lo que se avecina, condiciones indispensables para purificar el resto del camino.
Es una lástima que en la actualidad una buena parte de los matrimonios se desunan y no lleguen juntos hasta el final, no imaginan el gozo interno que se vive al luchar contra las tormentas y salir victoriosos. No escatimemos ningún esfuerzo por conservar encendida la chispa del amor joven, porque la recompensa divina es…! Invaluable! 
El amor verdadero es fiel hasta la eternidad.
Antonieta B. de De Hoyos                       3/4/20.