¿Conoces a “Toñito”?...
¡Yo sí!
Desde hace buen tiempo
que acudo a escuchar misa en diferentes horarios, en la Parroquia de San Juan y
desde entonces era frecuente que al salir del templo me encontrara a Toñito,
un adolescente de porte humilde con una
ligera discapacidad, que solicitaba con una amplia sonrisa y un cartel una ayuda
económica.
Aunque son pocas las ocasiones,
en las que no he traído algunas monedas en mi bolsillo para dárselas, me
entristece mucho no hacerlo.
Ya han pasado varias
décadas desde que lo conocí, ahora es un hombre alegre y atento que conserva su
peculiar sonrisa y su inseparable cartel.
Lo que llama la
atención es que antes de salir al atrio de la iglesia, Toñito siempre escucha
la misa completa ya sea aquí o en el Santuario de Guadalupe, por eso es que conoce
a la perfección el ritual, las oraciones y los cantos.
Cuando acudo a misa por
lo regular ocupo un lugar en las primeras bancas, porque no me gusta distraerme
con el movimiento de la gente. A veces me resulta imposible describir el gozo
interno que provocan en mí, esos sacros momentos.
Pero, en cuanto escucho
la voz de Toñito responder al sacerdote mi corazón se alegra, lo busco con la
mirada, casi siempre se coloca en la parte de atrás, de ahí proviene su voz. Entonces
sé que pronto nos va a dirigir en los cantos acostumbrados durante toda la celebración.
Hay ocasiones en las
que los asistentes nos quedamos en silencio, no sabemos qué hacer y es él, el que encuentra el canto apropiado durante
la comunión o al término de la misa. Su voz es fuerte y bastante entonada, por
eso es que el resto de los asistentes con gusto lo acompañamos.
La oración dedicada a los
sacerdotes, por más que la repito no la he podido memorizar, pero de inmediato me
uno a Toñito, él se la sabe completa.
Hoy aunque ya es adulto
su sonrisa permanece diáfana, fresca como la de un niño bueno, y es en ella y
en su mirar que nos damos cuenta de que Dios siempre está con él.
Dios lo bendiga y lo
conserve saludable por muchos años más, estoy segura que cuando el falte nada
será igual.
Cuando comienza la misa
y se oye su grave voz rezar, pareciera que el templo se iluminara. Ojalá que
muchos sientan lo mismo que yo al escucharlo, porque con su humilde presencia fortalece
y sensibiliza el espíritu de los presentes.
Antonieta B. de De
Hoyos. 3/11/20
No hay comentarios:
Publicar un comentario