miércoles, 11 de marzo de 2020

¿Conoces a “Toñito”?... ¡Yo sí!
Desde hace buen tiempo que acudo a escuchar misa en diferentes horarios, en la Parroquia de San Juan y desde entonces era frecuente que al salir del templo me encontrara a Toñito, un  adolescente de porte humilde con una ligera discapacidad, que solicitaba con una amplia sonrisa y un cartel una ayuda económica.
Aunque son pocas las ocasiones, en las que no he traído algunas monedas en mi bolsillo para dárselas, me entristece mucho no hacerlo.
Ya han pasado varias décadas desde que lo conocí, ahora es un hombre alegre y atento que conserva su peculiar sonrisa y su inseparable cartel.
Lo que llama la atención es que antes de salir al atrio de la iglesia, Toñito siempre escucha la misa completa ya sea aquí o en el Santuario de Guadalupe, por eso es que conoce a la perfección el ritual, las oraciones y los cantos.
Cuando acudo a misa por lo regular ocupo un lugar en las primeras bancas, porque no me gusta distraerme con el movimiento de la gente. A veces me resulta imposible describir el gozo interno que provocan en mí, esos sacros momentos.   
Pero, en cuanto escucho la voz de Toñito responder al sacerdote mi corazón se alegra, lo busco con la mirada, casi siempre se coloca en la parte de atrás, de ahí proviene su voz. Entonces sé que pronto nos va a dirigir en los cantos acostumbrados durante toda la celebración.
Hay ocasiones en las que los asistentes nos quedamos en silencio, no sabemos qué hacer  y es él, el que encuentra el canto apropiado durante la comunión o al término de la misa. Su voz es fuerte y bastante entonada, por eso es que el resto de los asistentes con gusto lo acompañamos.
La oración dedicada a los sacerdotes, por más que la repito no la he podido memorizar, pero de inmediato me uno a Toñito, él se la sabe completa.
Hoy aunque ya es adulto su sonrisa permanece diáfana, fresca como la de un niño bueno, y es en ella y en su mirar que nos damos cuenta de que Dios siempre está con él.
Dios lo bendiga y lo conserve saludable por muchos años más, estoy segura que cuando el falte nada será igual.
Cuando comienza la misa y se oye su grave voz rezar, pareciera que el templo se iluminara. Ojalá que muchos sientan lo mismo que yo al escucharlo, porque con su humilde presencia fortalece y sensibiliza el espíritu de los presentes. 
Antonieta B. de De Hoyos.                         3/11/20

No hay comentarios: