miércoles, 27 de mayo de 2020


Aunque sea unos minutitos.
Desde el anuncio de la pandemia la vida de todos se complicó, son casi tres meses de vivir con la angustia de ser contagiado o de que alguien muy querido se contagie, sobre todo porque conocemos el triste final y no podemos quedar indiferentes ante el dolor que sufrieron los fallecidos y el de sus familiares. 
Por si esto no fuera suficiente el canal del clima pronosticó para el fin de semana pasado, tormentas eléctricas, intensas lluvias con granizo, fuertes vientos y probabilidad de formación de tornados en la zona noreste del país.
Como todas las noches me encomendé a Dios y pedí la protección para mi familia y todos los que en algún momento nos viéramos en peligro. La naturaleza de acuerdo con su filosofía,  hace su trabajo sin consideraciones. 
El sábado por la noche una ráfaga de vortex de tornado enrolló una lámina grande en el poste de C.F.E. ubicado en la banqueta de mi casa, cayeron ladrillos del cielo que rompieron casi medio centenar de tejas en el techo, varias laminas grandes quedaron sobre dos camionetas estacionadas en la calle. Los empleados de Comisión esa misma noche desenrollaron la lámina y se la llevaron. En pocas horas reanudaron el servicio de electricidad.
Pero el peligro no había pasado, la tarde del domingo con vientos impresionantes llegó la tormenta anunciada que dejó más de dos pulgadas de lluvia en 45 minutos, solo Dios pudo detenerla y evitar que el arroyo el “Tornillo” se desbordara nuevamente. 
Todo este tiempo tuve una veladora encendida y el rosario entre mis manos, mi fe en la oración es ilimitada, sé que Dios me escucha, quizás las cosas debían suceder pero estoy convencida de que Él siempre está a mi lado para ayudarme a superar la carga. 
Por la forma en que mi vida espiritual se ha ido transformado, sé que el reino de Dios está dentro de mí, que no necesito de nada para percibirlo a cada instante, Él alivia mi alma de las penas, su silencio me serena, mi miedo se desvanece, cierro los ojos y el ruido mundano se acalla. Él me guía y me indica la manera en que debo comportarme, lo que debo hacer o decir justo cuando lo necesito, es entonces que mi corazón se llena de paz.
Pasó lo peor y seguimos encerrados en casa, pero con la mayor fortuna de habernos dado cuenta de que contamos con la mayor de las libertades para conversar con Dios, en el momento que lo necesitamos.  
Agradezco de rodillas esos enormes milagros que Dios me concede y que a veces por distraída no los veo. Despertar, respirar, estar sana, tener una familia y amistades que me hacen feliz, son solo algunas de las muchas bendiciones que debo agradecer.
Une tus manos y ora aunque sea unos minutitos, eso llena de gozo el espíritu. En soledad sonríe, porque estés donde estés y como estés si cuentas con Dios, vas de gane.
 Antonieta B. de De Hoyos                                       5/27/20


miércoles, 20 de mayo de 2020


Encontrar la diferencia.  
A principios del mes de mayo el Papa Francisco, durante la audiencia que sostuvo en la Biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano con motivo de dar inicio a un nuevo ciclo de catequesis, dedicado a meditar sobre el tema de la oración, compartió con los creyentes la diferencia de rezar con devoción frente a la fatalidad y el hacerlo por tradición.   
Ahí aprovechó para recordar todas esas hermosas oraciones que nos acompañan al amanecer y al anochecer, incluso aquellas en las que hacemos un alto al mediodía  para rezar el Ángelus, instantes en los que con fervor suplicamos la presencia del Espíritu Santo y decimos un Padrenuestro de sanación por los enfermos y más.
El Papa dice, que la oración es un grito que sale del corazón del creyente que espera todo en Dios. Entonces ¿Cómo debemos orar para ser escuchados por Dios? Basta humildad y persistencia.
Lo principal es reconocer a la oración como el alimento de nuestra fe y la mejor forma de manifestarla. En estos tiempos necesitamos ser escuchados. Jamás pensemos en resignarnos al mal que nos oprime, es un deber fortalecer el espíritu para combatir el desaliento no olvidemos que éste, es el arma favorita del demonio para destruirnos.   
Fuera pesimismo, avivemos la esperanza de que esta situación pronto va a mejorar  gracias al esfuerzo colectivo.   
El Papa continuó diciendo que existe una “no fe” y es aquella que admite el sufrimiento pasivamente sin hacer nada por contrarrestarlo, condenando a su corazón y a su alma al abandono.  
Es tiempo de aprender que la fe es un grito que sale del corazón a cualquier hora del día o de la noche, somos millones alrededor del mundo los que suplicamos de rodillas la gracia divina. La historia comprueba que siempre han existido personas que logran una vida ejemplar, gracias a que nunca dejan de orar. 
Imposible enumerar a todos aquellos que no se cansan de implorar por sus hijos o seres queridos, que sufren graves problemas.   
La maravillosa acción de orar es la más sublime de las súplicas, es esa sencilla  terquedad  de tocar insistentes la puerta del corazón de Dios, porque sabemos que nuestros ruegos sin distinción alguna, serán escuchados.
Cuando Dios ve la grandeza de la fe, abre las puertas de su misericordia y de su omnipotencia. Atiende la plegaria y concede lo pedido. Nosotros en nuestro diario vivir damos con mucha alegría testimonio de ello.   
La oración humilde nace de la fe, de la fragilidad humana, de la imperiosa necesidad que tenemos de la presencia de Dios, la oración es la voz que aclara esa  densa niebla que en ocasiones nos aterra.
Antonieta B. de De Hoyos                           5/20/20

miércoles, 13 de mayo de 2020



Con las manos vacías…
 Hace ya varias semanas, cuando comenzó el confinamiento y nos convencieron de que lo mejor era quedarse en casa, me molestó el no saber qué hacer al término de mis labores domésticas y escribir. En la actualidad mis hijos han formado sus familias, los nietos por supuesto están con ellos, ahora nuestra casa se ve triste, sola y enorme.  
Fue en uno de estos días mientras me daba un descanso, que abrí la Biblia al azar y leí el siguiente párrafo, era Eclesiastés 3.
“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de lamentar, y tiempo de bailar; tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar; tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar; tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar; tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz”
De momento me desconcerté, por esa razón decidí leerlo varias veces, repasando lentamente cada una de sus frases. Había llegado a mis manos en el peor momento, precisamente cuando sufría un obligado encierro y lo que me sobraba era tiempo.
Mi pensamiento se remontó a mi adolescencia, cuando llegó la globalización de las ideas a modificar las buenas costumbres en las sociedades de todos los países, lo peor es que llegó con la “urgencia” estilo de vida en la que todo debía hacerse rápido y al instante.
Nuestros padres y abuelos a pesar de trabajar afanosamente durante el día, conocieron la despreocupación, siempre tuvieron tiempo para convivir en familia al anochecer o el fin de semana. Hubo espacios para la sana diversión. 
La palabra “urgente” echó por tierra ese maravilloso estilo de ser y de vivir, la inmediatez alteró la paz acostumbrada, lo importante y lo necesario se confundieron, todo debía tenerse de inmediato.
Este activismo empobreció a la sociedad, el estrés empezó a  reinar, la gente se esforzaba por cumplir aun y cuando sabía que al morir, siempre le quedarían cosas pendientes que a lo mejor si eran urgentes.
Hoy creo que lo urgente de verdad es preguntarnos si estamos aprovechando en forma correcta nuestro valioso tiempo. Es impostergable aprender a escuchar sin prisas a un niño, a un enfermo, a un anciano, a dar con amor a ese pobre en extrema pobreza que se siente solo y pide ayuda.
Si escrito está, gozaremos de más tiempo para sentirnos vivos de cuerpo y alma, no lo desperdiciemos en banalidades. Quedémonos más tiempo en casa y con las manos vacías, para que Dios en su momento las llene con su gracia. 
Antonieta B. de De Hoyos                                   5/13/20

miércoles, 6 de mayo de 2020


¡Sonríe! dice Garrik.
El mundo parece más lindo cuando uno lo mira  con una sonrisa en los labios, no hay nada mejor que sonreír un poquito ahora y después también, eso ilumina la vida, porque solo con un ánimo alegre podremos ver el lado bueno y desechar el malo.
A como de lugar evitemos estar siempre agobiados, abrumados, con un espíritu pesimista que aniquila, todo lo contrario, cada vez que gocemos de un nuevo amanecer, celebremos la dicha de haber nacido.
Dicen los que saben, que se necesitan más músculos para fruncir el ceño que para sonreír, y afirman que la risa trae consigo grandes beneficios para la salud, por ejemplo: envía señales al cerebro que producen bienestar y calma, llena el cuerpo de energía, aleja la mente de la depresión y la concentra en nuevas metas, sueños y victorias.
Siendo de esta manera el tiempo pasa más aprisa y las tareas cotidianas se vuelven menos tediosas. Lo mejor es que hoy podemos compartir esa maravillosa alegría, con amigos y familiares cercanos o distantes a través del teléfono fijo o, video llamadas por celular y computadora.
Al término de un día de trabajo o de encierro como los que estamos pasando ahora, somos muy afortunados de contar con un hogar feliz dónde se escuchen las carcajadas, es el gran refugio para jóvenes y viejos.
Busquemos afanosos hasta el más pequeño detalle que nos haga feliz y nos conduzca a reír con ganas, porque no hay peor día que en el que no se ha reído.
Pero quién era Garrik, se preguntarán?
Era un actor y dramaturgo británico al que el pueblo al aplaudirlo le decía: “Eres el más gracioso de la tierra, y el más feliz…” y el cómico reía. En aquellos tiempos cuando alguien de la  aristocracia se sentía víctima de desconsuelo,  acudía a verlo al teatro, él tenía el poder de transformar la  congoja en carcajadas.
Lo triste de esta historia es que un día fue al médico alguien que sufría una profunda depresión y este le recomendó que fuera a ver a Garrik, que él borraría su tristeza. A lo que el paciente contestó, ¡Yo soy Garrik, cámbieme la receta!
Me acordé de este bellísimo poema de Juan de Dios Peza, porque es desde la infancia cuando aprendemos a ser felices a pesar de las contrariedades, desafortunadamente en la actualidad existe mucha que ha perdido el amor a la vida, la rutina lo mata. Pero aun así a pesar de sentirse enfermos se esfuerzan por hacer felices a los demás, mientras ellos lloran por dentro.
Si por azares del destino muriera en nosotros la fe y la calma se alejara, recordemos que en la tormenta de dolor en el alma, tenemos a Dios en ese fugaz relámpago que ilumina el rostro y se llama sonrisa.
Antonieta B. de De Hoyos                                     5/6/20

miércoles, 29 de abril de 2020


¡Quiero ser una Gran Persona!
Siendo franca debo aceptar que a mí me gustaría ser reconocida como una gran persona, pero a la vez también quisiera saber, cómo reconocer en los demás esta cualidad. 
Entonces lo primero que debo hacer, es luchar por conservar mi forma de pensar de manera independiente de la opinión pública, sentirme segura de que lo que digan los demás nunca va a marcar mi pauta, ni a modificar mi forma de pensar y de ser.
Pero para lograrlo, es necesario que desde la infancia me hayan enseñado lo que significa la prudencia, sobre todo a controlar esos actos cotidianos que en ocasiones violentan la situación. En esos primeros años es indispensable la formación de un recio carácter basado en valores y principios que ayuden a convivir en armonía, alejados de gritos y desesperaciones.
A través de la historia hemos podido reconocer, que las grandes personalidades pensaban  con claridad, hablaban con inteligencia y vivían con sencillez, su esperanza la cifraban en un futuro esperanzador. Si en algún momento se regresaba al pasado, era para recordar la lección aprendida que le sirviera para ser mejor persona.
Dicen los que saben, que su cualidad más valiosa es que siempre tienen tiempo, son sumamente organizados, todo lo tienen bajo control. 
Jamás menosprecian a nadie, son amables y alegres, además observan todo con detenimiento, por eso disfrutan cada instante. Gozan con intensidad la quietud de la noche lo mismo que el radiante sol, admiran la belleza del arte en todas sus manifestaciones.
La vanidad no habita en ellos porque no buscan alabanzas, tampoco gustan de ofender, al hacer balance se dan cuenta de que tienen mucho más de lo que creen merecer.
Su curiosidad los lleva a aprender hasta de los niños y lo más especial es que consideran que lo que hacen no es un trabajo, es el medio que les permite sentir placer sin necesidad de recompensa. 
Disfrutan de cierto aislamiento espiritual, espacio al que no llegan halagos ni censuras, pero este auto aislamiento no es algo frio, ahí mismo aman, sufren, piensan, comprenden.
La posición social o el dinero no le son indispensables, si aparecen no estorban, aunque lo más importante para ellos es lo que representa su semejante. Si llegaran a cometer un error, aceptan con gusto el cambio, pero no se dejan influir y respetan sin condiciones la verdad. Tienen una mente de adulto dentro de un corazón de niño, siempre se permiten el tiempo necesario para conocerse a sí mismos tal cual son y conocer a Dios.
Después de leer lo anterior me convencí de que no debemos conformarnos con ser buenas personas, porque tenemos todo lo necesario para convertirnos en “grandes personas”, recordemos que la Grandeza no se compra, se obtiene con un corazón humilde ante Dios.
Antonieta B. de De Hoyos                        4/29/20


martes, 21 de abril de 2020


¿Qué puedo hacer para cambiar mi vida?
Sin siquiera imaginarlo, nuestra cotidianidad cambió para siempre con la presencia de un virus, que en ocasiones es débil y en otras es mortal. Vernos obligados a obedecer reglas de salud, nos ha llevado a un encierro involuntario jamás deseado. De repente de la noche a la mañana los adultos mayores, las personas con enfermedad crónica, las mujeres embarazadas, deberán protegerse doblemente. Nadie debe salir sin tapabocas, lentes y gel para desinfectar sus manos al regresar a casa.
Afortunadamente me encontré estas recomendaciones que sirven para sobrellevar este encierro con mayor felicidad, considero que son útiles y fácil de realizar.   
En primer lugar: ¡Madruga! Jamás te quedes acostado ni con la ropa de dormir el resto del día, lávate la cara con agua fría para despabilarte, cepilla tus dientes, rasurate, las mujeres un ligero maquillaje. Después de un buen desayuno, anímate para iniciar las siguientes actividades:
Siéntate cómodo y guarda silencio por unos momentos, si quieres empezar el día con calma, medita, reza, lo esencial es que sientas gozo al hacerlo. Repite en voz alta y con claridad lo que quieres cambiar en tu vida, eso te ayudará a programar tu mente hacia el éxito.
Imagina que logras tus metas. Después disponte para hacer un poco de ejercicio o de yoga si lo acostumbras, esto sirve para incrementar tu ritmo cardiaco a la vez que  despierta tu cuerpo para que produzca hormonas como la endorfina que son las de la felicidad, esa es la razón por la que te sentirás mucho mejor y más seguro de lo que quieres.
Después de comer y colaborar en la limpieza de la casa, date tiempo para leer, ya sea en la computadora, el internet o celular. Aprende de todo y de todos los que tuvieron éxito, eso te servirá para lograr lo que te propongas. No olvides que los conocimientos adquiridos en este encierro involuntario, elevarán la calidad de tu porvenir.
Si quieres y puedes, escribe sobre las cosas buenas que te sucedieron el día anterior eso te hará pensar en forma positiva, también puedes escribir un mensaje de aliento a tus seres queridos a través del internet. Escribir un diario en hojas sueltas o en un cuaderno en desuso resulta divertido, porque después al leerlo verás  con gratitud lo que ya tienes, lo que has mejorado y lo que has aprendido.
Por supuesto que no dan ganas de levantarse temprano, quizás estas actividades te parezcan hasta poco valiosas, lo cierto es que es un reto y si lo haces con entusiasmo durante 21 días, notarás en ti y en los que te rodean una gran diferencia entre ayer y hoy.
Tu cuerpo se llenará de energía, tu  espíritu se fortalecerá, verás la vida con mayor alegría y en el momento menos esperado agradecerás a Dios la oportunidad de vivir este corto encierro, porque te permitió revalorar lo que antes ni siquiera tomabas en cuenta.
Antonieta B. de De Hoyos                                           4/22/20  


miércoles, 15 de abril de 2020


Cuando se pierde la brújula.
Con tantas ocupaciones, preocupaciones y fatalismos diarios hemos complicado al extremo nuestro mundo interior, dejamos de disfrutar la vida, dejamos de ver todo lo bello que nos rodea: el campo, los animales, montañas, ríos, la calidez de la familia.
Sufrimos demasiado por alguien que por designios divinos ya no está con nosotros, olvidando a los que nos rodean y suplican ávidos un poco de cariño.
Millones de seres humanos sufren hambre, pasan frio, se sienten relegados ante nuestra  indiferencia. Los descuidamos, no nos fijamos que muchos de ellos forman parte de la familia que rara vez visitamos.  
Una mayoría se queja por estar solos, sin pensar que vivir en soledad no es tan malo cuándo se tiene la seguridad de que Dios siempre nos acompaña.  
Estar en soledad tiene sus beneficios porque da la oportunidad de decidir lo que cada uno quiere hacer con la debida responsabilidad, sin tener que pedir autorización a nadie.
También en estos maravillosos espacios de soledad, conocemos lo que sucede en nuestro interior, lo que pensamos, lo que sentimos, lo que nos hace sufrir y lo que provoca gozo. Vivir de esa manera es un privilegio que permite orar, meditar, pedir con humildad  perdón por los errores, agradecer las bendiciones, orar por los que amamos y por el bien de todos los que sufren y que no conocemos.
Lo que si debemos evitar, es caer en lamentaciones por el hecho de sentirse viejo o estar sufriendo alguna penosa enfermedad. Personajes ilustres en el pasado y en la actualidad han realizado sus mejores obras en esas circunstancias.
A lo mejor por descuido dejamos de valorar los bienes no materiales que poseemos y por esa razón caemos en una ligera depresión.
Pero si nos conservamos con vida es porque Dios nos está bendiciendo, este cambio tan radical que está sufriendo la humanidad entera en el acostumbrado ritmo de vida, es para que lo superemos apoyados en la fe.  
Por lo regular cuando se pierde algo, se sale ganando. La persona se libera de lo innecesario que le impedía emprender el vuelo más alto hasta alcanzar la plenitud. Sabemos que de la cuna a la tumba todo es aprendizaje, lo esencial es aprender la lección.  
Cuando vivimos en sobriedad practicamos el amor al prójimo, en los excesos alimentamos el egoísmo. Empecemos a hacer lo que nos gusta, lo que da felicidad y lleva al éxito.
Lo importante es estar en paz con uno mismo, después con los que nos rodean. La vida terrena es corta por eso sufrir es una pérdida total. Aprovecha la oportunidad de ayudar a los demás, eso alimenta tu espíritu de servicio y te conduce a amar y a ser amado.  
Antonieta B. de De Hoyos                                       4/15/20

miércoles, 8 de abril de 2020


¡Gracias  Dios!
Lo más probable es que durante la euforia de la juventud y madurez, pocas veces nos detengamos ante el milagro de permanecer vivos y que hasta después de superar un quebranto de salud sea cuando lo tomemos en cuenta.
Solo al convertirse en adulto mayor, cuando de repente sentimos nuestro cuerpo cansado, deteriorado, percibimos que nuestra principal riqueza consistía en poseer un organismo sano que a veces por descuido maltratamos.
Los jóvenes, adolescentes y adultos, en su exagerada libertad y felicidad se exponen diariamente a sufrir accidentes que les incapacitan o conducen irremediablemente a una muerte prematura.
La gran amenaza en la actualidad lo representa el alto consumo de drogas, alcohol y las enfermedades de trasmisión sexual.    
Triste realidad que debemos aceptar como resultado de la deficiente o casi nula educación en el hogar, esa infancia en la que los padres por negligencia dejamos de inculcar en los hijos el agradecimiento, permitiendo así la entrada a la soberbia y la violencia.
Urge retomar la virtud del agradecimiento, es impostergable aprender a agradecer por todo lo que se recibe de la vida o de Dios, según las creencias.
Alrededor del mundo se vive una etapa difícil.
Una epidemia nos ha despertado del letargo materialista en el que habíamos caído, ricos y pobres de acuerdo a su dimensión despilfarra. Olvidamos por completo el amor al prójimo, el servicio a los demás, el compartir con el que menos tiene, el respeto a la propia vida.
Hoy la adversidad nos obliga a repensar en nuestra conducta y a sufrir esas dolorosas lecciones que seguramente servirán para hacernos mejores personas y a cuidar con mayor esmero a los que nos rodean.
En estas semanas de encierro, aprovechemos para que con sincero arrepentimiento enseñemos a los pequeños a ser agradecidos y a que comprendan que cada fracaso es para entender el fracaso de los demás y ofrecer ayuda.  
Es el tiempo ideal para empezar a agradecer por todas aquellas ocasiones en las que tuvimos que practicar la paciencia, la tolerancia y la esperanza, porque gracias a ellas pudimos descubrir la realidad y la verdad.
Algunos atribuyen a su suerte el resolver con acierto sus problemas, otros creemos que es Dios quien nos ilumina. De cualquiera de las dos formas, las victorias que obtenemos   nos preparan para los días tristes.
Agradecemos de corazón por los padres que tuvimos, (algunos no gozan ese privilegio)  por los amigos, por los maestros, por los libros leídos, los viajes realizados, las comidas disfrutadas, por el aire respirado.
Lo máximo es agradecer por haber conocido a Dios, saber que vela por nosotros a  pesar de los errores y debilidades. Por tener el enorme privilegio de caminar este espacio terreno sabiendo que nos ama a pesar de los defectos, sobre todo por esas soluciones que nos ofrece a pesar de nuestras terquedades.
¡Gracias Dios, por el inmenso gozo de comprobar que aún sigo vivo!
Antonieta B. de De Hoyos.                                      4/15/20

miércoles, 1 de abril de 2020


Administremos el buen tiempo.
.-Un hombre decidió pasar algunas semanas en un monasterio de Nepal. Cierta tarde entró en uno de los numerosos templos de la región y encontró a un monje sentado en el altar, sonriendo.Le preguntó por qué sonreía. «Porque entiendo el significado de los plátanos», fue su respuesta. Dicho esto, abrió la bolsa que llevaba, extrayendo de ella un plátano podrido. «Esta es la vida que pasó y no fue aprovechada en el momento adecuado; ahora es demasiado tarde.» Enseguida, sacó de la bolsa un plátano aún verde, lo mostró y volvió a guardarlo. «Esta es la vida que aún no sucedió, es necesario esperar el momento adecuado. «Finalmente tomó un plátano maduro, lo peló y lo compartió con él. «Esta es la vida en el momento presente. Aliméntate con ella y vívela sin miedos y sin culpas.
Esta anécdota me fascinó, sentí que este ejemplo cabía perfectamente en el crítico momento que estamos viviendo.
La mayoría estamos asustados no por lo que pueda pasarnos con el “covi”, sino por lo que pudiese suceder a algunos de nuestros seres queridos, dolor entrañable que resulta a veces casi imposible de superar.
Desde que nací amé intensamente a mi padre. Recuerdo que mucho antes de que sucediera, pensé en el momento en que Dios lo mandara llamar y lo alejara de mi lado. Cuatro décadas de felicidad pasaron para que inesperadamente un infarto le quitara la vida. Me sentí morir, pasó más de un año para que aceptara su ausencia, no del todo por supuesto, pero si lo suficiente para retomar el camino.  
¿Pero qué sucedió después? Dios ocupó su lugar en mi corazón. Desde aquel doloroso suceso mi espíritu se fortaleció, aquella débil criatura cambió por completo. Las personas que me rodeaban adquirieron un enorme valor, conocí la humildad al aceptar su voluntad.  
Hoy tenemos miedo ante lo que se presenta, estamos desesperados por salir a la calle, por asistir a frívolas reuniones, por malgastar el dinero en compras innecesarias, por aparentar lo que no somos.
Dios nos está dando la oportunidad de tiempos mejores a través de duras lecciones, pero todo dependerá del cristal con el que veamos este renacimiento.
Aprovechemos el tiempo que tenemos, vivamos con verdadero amor las relaciones personales, amemos a la pareja, a los hijos a todos con los que convivimos, conocidos y desconocidos, hagamos todo el bien que podamos, compartamos nuestros bienes con los más necesitados.
Leí en un libro saturado de sabiduría que: Dios otorgó la inteligencia  a los seres humanos para que trabajaran y se enriquecieran pero, con el propósito de que compartieran esos bienes con los desposeídos, jamás para que con codicia los acumularan.  
Esta desafortunada pandemia nos ha obligado a despedir por igual a seres queridos sean pobres o ricos. Disfrutemos el buen tiempo en nuestro diario vivir; cantemos, bailemos, riamos, abracemos y amemos, porque los días malos llegarán en cualquier momento.
…! Dios nos proteja ¡
Antonieta B. de De Hoyos                                           4/1/20

miércoles, 25 de marzo de 2020


Dios dijo: ¡ayúdate que yo te ayudaré!
Cada vez que nos fijamos una meta ponemos en esta actividad toda nuestra energía y entusiasmo, pero si al final las cosas no suceden como lo esperábamos, rápidamente pensamos en el viejo dicho “el hombre propone y Dios dispone”.
Algunas veces caemos en un estado de extraordinaria euforia, que pasamos por alto detalles muy importantes, lo que nos lleva luego al fracaso. En cambio en otras ocasiones hasta exageramos, y tomamos demasiado tiempo en analizar cada paso que damos, porque no queremos dejar nada al azar. 
Lo esencial es que cuando hayamos decido lo que queremos hacer, lo hagamos completamente convencidos.
La sabiduría dice: “Encomienda a Dios tus obras y tus pensamientos serán afirmados” lo que significa que todo lo que hagamos con entusiasmo puede resultar menos difícil, si invertimos un poco de tiempo en pedirle a Dios su iluminación.
Durante estas últimas semanas estamos viviendo una situación jamás esperada en nuestra ciudad, país y alrededor del mundo. Se nos ha ordenado evitar salir a las calles, cancelar  reuniones, no dar besos en las mejillas ni saludar de mano; al estornudar o toser cubrir nuestra boca con un pañuelo o con el antebrazo, sobre todo lavar muy bien varias veces nuestras manos con agua y jabón y usar gel antibacterial.
Se trata de una grave epidemia convertida ya en pandemia por la rapidez con la que se contagia, que desafortunadamente conduce a la muerte a los que tienen comprometido su organismo con alguna grave enfermedad y a los más ancianos.
A mediados del siglo pasado la sociedad se vio muy influenciada por el materialismo y se alejó de Dios, pero ahora ante esta desgracia mundial hemos vuelto temerosos la vista al cielo para implorar su ayuda.
Para enfrentar esta lucha, necesitamos hacer partícipe a Dios porque para nuestro infortunio habrá pérdidas de seres queridos causados por esta pandemia.
La cómoda rutina se rompió, inesperadamente nuestra salud ahora pende de un hilo, por  eso urge retomar la fe.
Cuando desafiamos la adversidad acompañados de la sabiduría de Dios, sentimos un gran alivio, una inmensa esperanza, estamos seguros que después vencer dependerá sólo de nuestro esfuerzo y sacrificio.
Obedecer las reglas lleva al éxito, pero sobre todo impedir a como dé lugar que el estrés nos invada, él es el culpable de que los males se agranden y empeoren,  no dejemos que el miedo nos paralice, seamos personas de fe.
Oremos a cualquier hora del día con gran  devoción por la salud propia, la de los que amamos y del mundo entero. Pero no olvidemos que quedarse en casa es la salvación.  
Antonieta B de De Hoyos                                        3/25/20.

miércoles, 18 de marzo de 2020


¿Alguna vez has rezado el Ángelus…?
“El ángel del Señor anunció a María.
Y ella concibió por obra del Espíritu Santo.
…He aquí la esclava del Señor hágase en mi según tu palabra.
Y el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”.

No agrego más, porque no deseo provocar polémicas, mi intención es tan solo compartir memorias. 
A partir del sábado próximo pasado, el Papa Francisco invitó a todos los católicos a rezar el Ángelus al mediodía, esa disposición me trajo gratos recuerdos.  
Disfrutaba mi adolescencia cuando me enteré que mi padre pertenecía a una Logia Masónica, la verdad nunca supe de lo que ahí se trataba porque él era muy reservado, además jamás impuso sus creencias al resto de la familia. 
Gracias a su lealtad y perseverancia, alcanzó el honorable cargo de Gran Maestro en dos ocasiones, privilegio difícil de conseguir.  
Su imagen grabada en mí, fue la de una persona muy respetable, honrada a carta cabal, fiel a sus principios y excelente protector de la familia, su relación con los sacerdotes siempre fue cordial.    
Cuento lo anterior porque creo que esa fue la razón, por la que mis hermanos y yo crecimos dentro de una educación religiosa endeble, lo que condujo a que tiempo  después cada uno buscara a Dios a su manera.    
Algo que llama mi atención es que la gente se pregunte ¿por qué las personas mayores saben tanto de Dios? A mi edad  ya lo he comprendido y puedo afirmar, que se debe a las múltiples experiencias vividas y, aunque a veces algunas no han sido del todo buenas siempre se percibe en ellas su presencia.      
Mi pasión por la lectura me llevó a ampliar mis conocimientos sobre el cristianismo, época en la que escuché por primera vez en la radio, a las doce del mediodía el rezo del Ángelus.
Primero no le di importancia, lo escuchaba pero sin poner atención, poco a poco me uní al rezo. Escasos y maravillosos minutos diarios que se hicieron costumbre.
El Papa Francisco nos invita a rezar el Ángelus, es apremiante que todos los seres humanos alrededor del mundo oremos a Dios suplicando por la paz y la salud en sus países.
Orar a mitad del día es un acto de fe que no distingue raza ni credos y por si fuera poco,  reconforta el espíritu.   
Hasta estos momentos, a pesar de tanta desinformación sobre la probabilidad de contraer una enfermedad viral que puede o no puede ser mortal, mi mente permanece serena  gracias a la oración.
El pánico aún no me paraliza porque estoy de acuerdo con lo que repito cada noche:        ¡en Dios confío!   
No olvidemos que todo tiene un principio y un fin, el aquí y él ahora nos invita a cuidarnos, a ser felices y mejores personas.    
Antonieta B. de De Hoyos.                                  3/18/20


miércoles, 11 de marzo de 2020

¿Conoces a “Toñito”?... ¡Yo sí!
Desde hace buen tiempo que acudo a escuchar misa en diferentes horarios, en la Parroquia de San Juan y desde entonces era frecuente que al salir del templo me encontrara a Toñito, un  adolescente de porte humilde con una ligera discapacidad, que solicitaba con una amplia sonrisa y un cartel una ayuda económica.
Aunque son pocas las ocasiones, en las que no he traído algunas monedas en mi bolsillo para dárselas, me entristece mucho no hacerlo.
Ya han pasado varias décadas desde que lo conocí, ahora es un hombre alegre y atento que conserva su peculiar sonrisa y su inseparable cartel.
Lo que llama la atención es que antes de salir al atrio de la iglesia, Toñito siempre escucha la misa completa ya sea aquí o en el Santuario de Guadalupe, por eso es que conoce a la perfección el ritual, las oraciones y los cantos.
Cuando acudo a misa por lo regular ocupo un lugar en las primeras bancas, porque no me gusta distraerme con el movimiento de la gente. A veces me resulta imposible describir el gozo interno que provocan en mí, esos sacros momentos.   
Pero, en cuanto escucho la voz de Toñito responder al sacerdote mi corazón se alegra, lo busco con la mirada, casi siempre se coloca en la parte de atrás, de ahí proviene su voz. Entonces sé que pronto nos va a dirigir en los cantos acostumbrados durante toda la celebración.
Hay ocasiones en las que los asistentes nos quedamos en silencio, no sabemos qué hacer  y es él, el que encuentra el canto apropiado durante la comunión o al término de la misa. Su voz es fuerte y bastante entonada, por eso es que el resto de los asistentes con gusto lo acompañamos.
La oración dedicada a los sacerdotes, por más que la repito no la he podido memorizar, pero de inmediato me uno a Toñito, él se la sabe completa.
Hoy aunque ya es adulto su sonrisa permanece diáfana, fresca como la de un niño bueno, y es en ella y en su mirar que nos damos cuenta de que Dios siempre está con él.
Dios lo bendiga y lo conserve saludable por muchos años más, estoy segura que cuando el falte nada será igual.
Cuando comienza la misa y se oye su grave voz rezar, pareciera que el templo se iluminara. Ojalá que muchos sientan lo mismo que yo al escucharlo, porque con su humilde presencia fortalece y sensibiliza el espíritu de los presentes. 
Antonieta B. de De Hoyos.                         3/11/20

miércoles, 4 de marzo de 2020

Valoremos el tiempo.    
Hoy vienen a mi memoria recuerdos imborrables, bellos, tiernos, conmovedores. Aquella noche de un sábado, cuando en misa de siete pronuncié el “sí quiero” más importante de mi vida.
A partir de entonces la alocada juventud queda atrás, se inicia una nueva forma  de ser,  ya nada será igual, el compromiso contraído no es con la sociedad, no es con el prometido, es con Dios y ya no se vale volver la mirada atrás.
Recuerdo muy bien la ola de buenos deseos que recibimos de amistades y familiares, pero estaba escrito que estos se presentaran alternados con los momentos difíciles.
Llegan los hijos y con ellos las tareas se multiplican, la responsabilidad aumenta, el amor materno florece a la vez que la fe se fortalece.
En las primeras décadas de matrimonio, se aprende a superar la adversidad y a disfrutar los éxitos, son años que pasan casi sin  sentirlos porque se viven experiencias inolvidables como nacimientos, graduaciones, bodas, hasta lo no deseado, esos pequeños quebrantos de salud que alteran la tranquilidad del hogar.
Etapa maravillosa, única. Después, poco a poco con sutileza la situación empieza a cambiar, uno tras otro van llegando los achaques de la edad mayor, se presiente el descenso pero sin temor, porque la amistad con Dios se ha fortalecido.
Es en este tiempo cuando se vislumbra la ancianidad pero ya con un ánimo sereno, porque se ha sembrado en el corazón de los hijos el amor, el respeto y el agradecimiento.  
Afortunadamente mis padres me educaron en la sobriedad, poderosa razón por la que mi meta nunca fue la riqueza y mucho menos vivir de apariencias.
Fui feliz y lo sigo siendo dentro de mi entorno, quizás por eso espero una vejez modesta.
Ahora quiero postrarme ante Dios y agradecer con toda la fuerza de mi alma, su presencia en cada uno de los espacios felices y tristes de mi vida, quiero volver a repetir emocionada aquel “si quiero” con redoblado amor en mi corazón, porque mi mayor deseo es terminar mi existencia sirviendo y amando a mi esposo cómo, o con mayor fuerza que al principio.
Reconozco Señor que gracias a Ti he podido superar a través de los años lo padecido, así como resolver esos  angustiosos problemas que a veces parecen no tener solución.
Hoy sé que debo fortalecer mi espíritu para lo que se avecina, condiciones indispensables para purificar el resto del camino.
Es una lástima que en la actualidad una buena parte de los matrimonios se desunan y no lleguen juntos hasta el final, no imaginan el gozo interno que se vive al luchar contra las tormentas y salir victoriosos. No escatimemos ningún esfuerzo por conservar encendida la chispa del amor joven, porque la recompensa divina es…! Invaluable! 
El amor verdadero es fiel hasta la eternidad.
Antonieta B. de De Hoyos                       3/4/20.

miércoles, 26 de febrero de 2020


Aprovechemos la oportunidad...
La verdad es que el tiempo pasa volando y lo vemos con mayor claridad en el desarrollo de los pequeños que de repente pasan a ser adultos. Digo esto porque me acabo de dar cuenta que hace ya varias décadas que compré una hermosa Biblia de gran tamaño, fue en un centro comercial que hoy ya no  existe, recuerdo muy bien que me llamó la atención la belleza de su portada y su encuadernación. No me importó su precio porque en ese momento sentí la necesidad de llevarla a mi casa, donde en uno de los libreros descansó por tiempo indefinido. 
Hasta hace unas semanas cuando ponía en orden la recámara me fijé en ella, me molestó el haberla olvidado, el no haber intentado leerla ni tan siquiera una vez durante todos estos años. La saqué de entre los libros y después de sacudir el poco polvo que tenía, busqué por curiosidad la fecha de su edición y para mi  asombro, ya había cumplido más de cincuenta años lo que significaba que se colocaba en el honorable rango de antigüedad. 
De acuerdo con los estudiosos, lo más recomendable para nosotros los principiantes es leer en el Nuevo Testamento los Evangelios, pero como esos los escucho al asistir a misa, opté por comenzar mi lectura en los Proverbios y el Eclesiástico.
Sus páginas manan sabiduría, el único inconveniente es su traducción al español antiguo, que en ocasiones dificulta comprenderlo. De todas maneras la llevé a mi buró, la leería en cada momento disponible durante el día. Me encantó tenía la letra grande aunque si he de ser sincera resultó bastante pesada.  
Los Proverbios y el Eclesiástico indican la manera correcta en que la persona debe comportarse, creo que si los aprendiéramos en la juventud, después al convertirnos en padres sabríamos cómo educar a los hijos y cómo conservar a la familia, seguramente tendríamos una sociedad menos corrompida y violenta.   
No es posible que existan personas con exorbitantes riquezas, mientras otros se mueren de hambre, enfermedad, frío y lo peor sin esperanza de una vida mejor.
Cada línea escrita en este libro transforma para bien la vida del  lector y de los que le rodean, a mí me pasó. Se acerca la Cuaresma y con ella la oportunidad de aprender, de sensibilizarnos, de dejar  atrás vicios y malas costumbres, sobre todo esos malos pensamientos que nos acechan.
Si quieres puedes encontrar esta información a través de internet, sé que no te arrepentirás de haber conocido con exactitud la forma de vivir en paz contigo mismo y con tus semejantes.
El mundo necesita gente buena que se esmere en educar, educarse y dar buenos ejemplos. Dicen que la vejez da sabiduría porque el caminar se torna lento y permite pensar, es por eso que algunos viejos dan buenos consejos. Tiempo ideal para que la conciencia se despierte y la amistad con Dios se estreche. 
Antonieta B. de De Hoyos                                   2/ 26/20

miércoles, 19 de febrero de 2020


¡No te lamentes sobre la leche derramada!
Hace poco más de cinco décadas, mi querida nana Elena, al regreso de su viaje anual de vacaciones nos trajo a mis hermanos y a mí, dos libros gruesos que contenían una gran cantidad de dichos y dicharachos mexicanos, con su significado adjunto.
Los leímos todos y nos divirtieron muchísimo, en ese entonces no me di cuenta de lo profundo de la sabiduría popular; poco a poco en el transcurso de los años los escuché en múltiples ocasiones, al grado de que me familiarice con ellos y los empecé a aplicar en mi diario vivir.
No te lamentes sobre la leche derramada” significa que ayer ya se fue y nada se puede hacer para modificar lo sucedido, la mejor opción es seguir adelante. A esta sencilla explicación se le agrega la siguiente anécdota.
.-Mientras me marchaba de la sala del tribunal, vino a mi memoria un viejo dicho, “no te lamentes sobre la leche derramada”. Mi matrimonio fue un fracaso y para colmo era la primera persona que se divorciaba en la familia y esta realidad era aplastante.
Después de lo acontecido me alejé de la familia por algunos meses, no deseaba ver a nadie, sabía que no estaban de acuerdo con mi decisión. Un día recibí una invitación para celebrar el cumpleaños de mi padre, me inquietaba el encuentro, además tendría que  manejar mi automóvil por varias horas hasta llegar a donde ellos residían.
Llegué cuando casi oscurecía, me detuve frente a la casa, estaba muy nerviosa. Al descender levanté la vista y vi a mis hermanos y a mis padres en el portal, esperándome con gran alegría, todos me abrazaron y besaron, los ojos de mis padres se habían humedecido por la emoción. La forma como me recibieron me hizo sentir amada.
Este sencillo e inesperado mensaje de amor y aceptación, tuvo un profundo impacto en mi vida y aunque no desapareció mi pesar como por arte de magia, si fortaleció mi espíritu cada vez que lo recordaba.
La triste experiencia de una separación hoy se ha vuelto común, son millones los corazones lastimados, lo bueno es que la mayoría aprende en el camino a superar lo sucedido y a veces hasta vuelven a intentar con otra relación, porque no es bueno que el hombre y la mujer estén solos.
La vida se compone de cientos de experiencias, minuto a minuto aprendemos algo nuevo, no siempre es lo esperado pero si es una lección que permite apreciar lo maravilloso que es existir.
Las personas ni somos santos ni somos perfectos, no importa lo que hayamos hecho lo importante es reconocer la falla y si es posible rectificar. Somos criaturas hechas a imagen y semejanza de Dios, débiles en nuestra humanidad, pero seguros de que siempre seremos recibidos en su  reino y que cada día que pasa es otra oportunidad que nos regala para ser felices.  
Antonieta B. de De Hoyos                           1/ 19/20

miércoles, 12 de febrero de 2020


Nuestra tarea es Confiar.
Cuando Dios da una palabra, podemos creerla con el alma llena de infinita fe,  
su fidelidad nunca falla porque a Él no lo limitan las circunstancias, si dijo que estará contigo es porque así será.
Nuestro compromiso es creer y caminar bajo la fe, el trabajo de Dios es hacerlo porque
estamos seguros de su poder.
Dios no improvisa, siempre tiene un plan para cada uno de nosotros, lo importante es que escuchemos y nos dejemos guiar a pesar de que los tiempos se presenten malos, con todo en contra Él cumplirá lo prometido.
Nuestra responsabilidad es creer y abrazarnos a la fe, el trabajo de Dios es hacer realidad lo que suplicamos si lo considera pertinente. Él dispone los medios y los tiempos, por eso desde siempre los abuelos decían, que las cosas ocurren porque son los tiempos de Dios.
Nuestra obligación es mantener la calma a pesar de la desesperación que nos invada, en los momentos difíciles y creer. Aun y cuando el panorama se presente oscuro Dios se encargará de aclarar el día, de abrir las puertas y romper murallas.
Cuando Dios está retando a creer en su palabra, no debe importarnos que la situación sea  crítica y no le veamos solución, lo mejor es permanecer tranquilos porque Él conoce lo que trae el mañana y si dijo que estará con nosotros, así será.
Hace quince días me fue practicada una cirugía en mi ojo izquierdo, tenía meses de estarla posponiendo por diferentes motivos, uno de ellos el más fuerte era mi miedo interior.
Al fin asistí a consulta y sin percatarme de las fechas, elegí el jueves 30 a las 6 de la tarde. 
Varias semanas antes de tomar la decisión me encomendé a Dios; por las noches oraba pidiendo su iluminación, sobre todo que me guiara con el médico correcto.
La noche anterior a la intervención me entregué a Él por completo, de rodillas frente a mi Cristo que tengo en la recámara, le supliqué que no me  dejara sola, que compartiera con el cirujano su sabiduría y a la vez diera a mi alma la serenidad anhelada.
¡ÉXITO COMPLETO! Cero contratiempos, recuperación increíble. De nuevo de rodillas agradeciendo su presencia mientras rezaba con vehemencia mi rosario de la Confianza, “Señor en ti confío…” yo confié plenamente y aunque mi fe es inquebrantable, este acto de amor la fortaleció enormemente.
Sin darme cuenta había elegido un fin de semana largo, mis hijos mis hermanos, amigas y familiares llenaron de alegría mi casa, lo que me llevó a recordar que cuando se trata de dar, nadie puede a Dios ganar…
Antonieta B. de De Hoyos                              2/12/20