miércoles, 20 de mayo de 2020


Encontrar la diferencia.  
A principios del mes de mayo el Papa Francisco, durante la audiencia que sostuvo en la Biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano con motivo de dar inicio a un nuevo ciclo de catequesis, dedicado a meditar sobre el tema de la oración, compartió con los creyentes la diferencia de rezar con devoción frente a la fatalidad y el hacerlo por tradición.   
Ahí aprovechó para recordar todas esas hermosas oraciones que nos acompañan al amanecer y al anochecer, incluso aquellas en las que hacemos un alto al mediodía  para rezar el Ángelus, instantes en los que con fervor suplicamos la presencia del Espíritu Santo y decimos un Padrenuestro de sanación por los enfermos y más.
El Papa dice, que la oración es un grito que sale del corazón del creyente que espera todo en Dios. Entonces ¿Cómo debemos orar para ser escuchados por Dios? Basta humildad y persistencia.
Lo principal es reconocer a la oración como el alimento de nuestra fe y la mejor forma de manifestarla. En estos tiempos necesitamos ser escuchados. Jamás pensemos en resignarnos al mal que nos oprime, es un deber fortalecer el espíritu para combatir el desaliento no olvidemos que éste, es el arma favorita del demonio para destruirnos.   
Fuera pesimismo, avivemos la esperanza de que esta situación pronto va a mejorar  gracias al esfuerzo colectivo.   
El Papa continuó diciendo que existe una “no fe” y es aquella que admite el sufrimiento pasivamente sin hacer nada por contrarrestarlo, condenando a su corazón y a su alma al abandono.  
Es tiempo de aprender que la fe es un grito que sale del corazón a cualquier hora del día o de la noche, somos millones alrededor del mundo los que suplicamos de rodillas la gracia divina. La historia comprueba que siempre han existido personas que logran una vida ejemplar, gracias a que nunca dejan de orar. 
Imposible enumerar a todos aquellos que no se cansan de implorar por sus hijos o seres queridos, que sufren graves problemas.   
La maravillosa acción de orar es la más sublime de las súplicas, es esa sencilla  terquedad  de tocar insistentes la puerta del corazón de Dios, porque sabemos que nuestros ruegos sin distinción alguna, serán escuchados.
Cuando Dios ve la grandeza de la fe, abre las puertas de su misericordia y de su omnipotencia. Atiende la plegaria y concede lo pedido. Nosotros en nuestro diario vivir damos con mucha alegría testimonio de ello.   
La oración humilde nace de la fe, de la fragilidad humana, de la imperiosa necesidad que tenemos de la presencia de Dios, la oración es la voz que aclara esa  densa niebla que en ocasiones nos aterra.
Antonieta B. de De Hoyos                           5/20/20

No hay comentarios: