¡Sonríe! dice Garrik.
El mundo parece más
lindo cuando uno lo mira con una sonrisa
en los labios, no hay nada mejor que sonreír un poquito ahora y después
también, eso ilumina la vida, porque solo con un ánimo alegre podremos ver el
lado bueno y desechar el malo.
A como de lugar
evitemos estar siempre agobiados, abrumados, con un espíritu pesimista que
aniquila, todo lo contrario, cada vez que gocemos de un nuevo amanecer,
celebremos la dicha de haber nacido.
Dicen los que saben,
que se necesitan más músculos para fruncir el ceño que para sonreír, y afirman que
la risa trae consigo grandes beneficios para la salud, por ejemplo: envía
señales al cerebro que producen bienestar y calma, llena el cuerpo de energía,
aleja la mente de la depresión y la concentra en nuevas metas, sueños y victorias.
Siendo de esta manera
el tiempo pasa más aprisa y las tareas cotidianas se vuelven menos tediosas. Lo
mejor es que hoy podemos compartir esa maravillosa alegría, con amigos y familiares
cercanos o distantes a través del teléfono fijo o, video llamadas por celular y
computadora.
Al término de un día de
trabajo o de encierro como los que estamos pasando ahora, somos muy afortunados
de contar con un hogar feliz dónde se escuchen las carcajadas, es el gran refugio
para jóvenes y viejos.
Busquemos afanosos hasta
el más pequeño detalle que nos haga feliz y nos conduzca a reír con ganas,
porque no hay peor día que en el que no se ha reído.
Pero quién era Garrik,
se preguntarán?
Era un actor y
dramaturgo británico al que el pueblo al aplaudirlo le decía: “Eres el más
gracioso de la tierra, y el más feliz…” y el cómico reía. En aquellos tiempos cuando
alguien de la aristocracia se sentía
víctima de desconsuelo, acudía a verlo
al teatro, él tenía el poder de transformar la
congoja en carcajadas.
Lo triste de esta historia es que un día fue al
médico alguien que sufría una profunda depresión y este le recomendó que fuera
a ver a Garrik, que él borraría su tristeza. A lo que el paciente contestó, ¡Yo
soy Garrik, cámbieme la receta!
Me acordé de este
bellísimo poema de Juan de Dios Peza, porque es desde la infancia cuando aprendemos
a ser felices a pesar de las contrariedades, desafortunadamente en la
actualidad existe mucha que ha perdido el amor a la vida, la rutina lo mata. Pero
aun así a pesar de sentirse enfermos se esfuerzan por hacer felices a los demás,
mientras ellos lloran por dentro.
Si por azares del
destino muriera en nosotros la fe y la calma se alejara, recordemos que en la
tormenta de dolor en el alma, tenemos a Dios en ese fugaz relámpago que ilumina
el rostro y se llama sonrisa.
Antonieta B. de De
Hoyos
5/6/20
No hay comentarios:
Publicar un comentario