miércoles, 30 de enero de 2019


Nunca es tarde para aprender a crecer.
Como suele suceder, los mensajes más hermosos por lo regular son anónimos, solo que tienen un ligero inconveniente son largos y repetitivos, lo que hace necesario abreviarlos antes de compartirlos.
Lo primero que se requiere es tener una gran sensibilidad que nos permita comprender qué en la vida ni se gana ni se pierde, ni se fracasa ni se triunfa, sino que se aprende, se crece, se descubre; se escribe, borra y reescribe; se hila, se deshila y se vuelve a hilar.
No sé si para bien o para mal, pero vivimos en una sociedad que idolatra la rapidez, ambiente que en ocasiones asfixia y que además, exige un gran esfuerzo para salir de esa vorágine devoradora que obliga a todos, ser una copia de otros.  
Sabemos que las cosas más grandes, hermosas y valiosas, crecen despacio y en silencio al igual que nuestros hijos y es por ellos, que debemos aprender a crecer para que nuestro ejemplo sea la mejor lección de vida que les dejemos.   
Crecemos cuando aceptamos la realidad sea cual fuere y decidimos vivirla con alegría, cuando defendemos nuestros ideales, fortalecemos nuestra voluntad y nos apoyamos en la fe. Cuando nos arriesgamos a modificar nuestro destino si lo creemos pertinente y más  cuando admitimos lo pasado, cimentamos el presente y planeamos el futuro.
Crecemos cuando nos valoramos y valoramos a los que nos rodean, cuando vivimos en la verdad, sin hipocresías ni falsedades, cuando estamos en paz con nuestra conciencia, con nuestro corazón y con nuestra mente. Cuando somos felices escuchando y ayudando sin esperar nada a  cambio, cuando no somos cínicos ni cobardes, sino coherentes en todas las circunstancias.
Crecemos cuando sembramos semillas que llevan a la armonía, cuando aprendemos a decir con  sinceridad “gracias”, “me equivoqué”, “te necesito”, “perdón”, “tienes razón” y “te amo”. Cuando resistimos otoños e inviernos a pesar de perder hojas y temblar de frio, cuando ante una fría mirada o un gesto agresivo, respondemos con una sonrisa.
Crecemos cuando nos liberamos de rencores, mentiras, infidelidades, soberbia y egoísmos, cuando nos atrevemos a volar tan alto como las águilas y a sostenernos de pie como los árboles. Cuando somos capaces de hacer realidad nuestros sueños con una firme esperanza, cuando nos damos cuenta de que tolerar, ceder, sufrir, llorar y muchas veces hasta renunciar, significa amar de verdad.
Yo creo firmemente, que solo dejaremos de crecer en nuestro último aliento de vida, en ese preciso instante en el que nuestros ojos se cierran para siempre y agradecemos a Dios todas sus bondades.
Antonieta B. de De Hoyos                                1/30/19

miércoles, 23 de enero de 2019


¡Dios, bendice nuestro trabajo!
Desde que decidí escribir artículos para la prensa y elaborar programas de superación personal para la radio, tomé la costumbre de persignarme frente a mi computadora pidiendo a Dios la iluminación necesaria, para no cometer algún error y no me refiero al ortográfico, sino a afirmar algo no aceptable que pudiera dañar a mis lectores y radioescuchas. Hasta la fecha no me arrepiento de seguir haciéndolo.
Lo cierto es que en todas mis colaboraciones siempre lo pongo a Él en primer plano. No sé si a otras personas les funcione, pero a mí me reconforta mucho el pedir a Dios su aprobación cada vez que emprendo una tarea, porque he tenido la experiencia de que por muy simple que ésta sea, siempre se corre el riesgo de cometer errores.
Pero una cosa es pedirle su iluminación y otra querer que  Él lo haga todo por mí, por eso digo: “Te agradezco Señor por mi trabajo, dame fuerzas, sabiduría y prudencia para realizarlo” a la vez que estoy completamente convencida de que cuando enfrento más contrariedades, debo orar con mayor vehemencia.
No sé si a muchos, a pocos o, a nadie, sin importar creencias religiosas le sea gratificante pronunciar a cualquier hora del día una sencilla oración, o de vez en cuando meditar al anochecer, pero puedo asegurarles que esta es una buena costumbre que rejuvenece el organismo y permite además gozar del más placentero de los sueños.    
Por eso creo que sería conveniente que los padres y en especial mamá, se esmeraran en educar a sus hijos desde muy temprana edad, en el maravilloso arte de orar y no me refiero a repetir oraciones, sino a entablar una sencilla y amorosa conversación con Dios, en la que agradezcan las bendiciones recibidas y a la vez soliciten la ayuda necesaria para obtener lo que desean. Actitud que eleva la calidad de vida y fortalece las  relaciones  interpersonales.
Al paso de los años, he vivido la grata experiencia de orar en silencio y ver cómo después sin esperarlo, se me facilita el trabajo, mi mente se agiliza, los conocimientos se alinean y los resultados son extraordinarios.    
Por eso si sentimos que el trabajo nos agobia, que los compromisos sociales nos estresan, es porque necesitamos reorganizarnos; planear con más cuidado las horas que pasamos laborando, el tiempo de descanso, de diversión, de hacer deporte o ejercicio.
La cuestión es que no podemos evitar, que la vida nos presente de manera constante nuevos retos que alteran nuestra cotidianidad. Y es en esa situación cuando urge  buscar un espacio de sosiego dónde poder retomar la paz interior.
Hagamos con calma nuestras labores, no desgastemos cuerpo y espíritu en banalidades, al contrario gocemos de la sana convivencia con los compañeros de trabajo, con la familia, con las amistades pero sobre todo, no nos olvidemos de bendecir nuestro trabajo.     
Antonieta B. de De Hoyos                        1/23/19    

miércoles, 16 de enero de 2019


 ¡Quiero envejecer con dignidad!
No quiero luchar contra el tiempo, sé que ya no soy la misma de antes, ni en apariencia ni en agilidad. Quiero envejecer sin tener que disimularlo cubriendo mis canas y alisando mis arrugas.
Pero hay momentos en los que me  da por presumir de una energía juvenil que ya se ha ido y es cuando uso pantalones entallados, blusas deportivas y maquillaje de lo mejor. Fue esa inseguridad la que me llevó a investigar en el internet, la forma de no alterarme por culpa del paso de los años. Quiero envejecer tranquila, aceptar la perdida de la juventud con decoro.  
Pero, para lograrlo, me recomiendan no usar tenis ni pulseritas de hilos de colores como las muchachas, tampoco comprar prendas llamativas y de ser posible, hacer un alto a las dietas para adelgazar, seguir únicamente las prescritas por el médico para conservar la salud.
No más horarios de ejercicios extenuantes, ni caminatas kilométricas, ahora debo dejar que la línea de la juventud se vaya diluyendo, sin caer en las extravagancias de usar licras y botas altas.
Y si de todos modos voy a envejecer, lo mejor será que encuentre la manera de disminuir esos molestos dolores musculares, que se presentan por las mañanas.
“Antes muerta que sencilla” dice el refrán, lo que significa que debo estar alerta para  cuando aparezcan esos molestos vellos en el rostro y eliminarlos de inmediato, porque tampoco se trata de dar lástima.
La caída del cabello aunque no es un grave problema comparado con una enfermedad terminal, si daña la autoestima, razón poderosa que obliga a tratar de disimularlo, pero  pelo que se va ya no regresa.  
Es indispensable controlar las emociones y aunque dicen, que de viejo se tiene derecho a disfrutar del amor, no hay que exagerar en las demostraciones de afecto en público.   
De lo que si estoy  segura es de que no haré lo que no hice de joven, adiós a los accidentes o quebradura de huesos que me condenen al reposo por el resto de mis días. Todo lo contrario, consumiré calcio y cloruro de magnesio para fortalecer mi organismo, tomaré leche deslactosada, consumiré Omega 3 y mi suplemento vitamínico, sin olvidarme de mi dosis de vitamina E y las píldoras que recomiendan para fortalecer la memoria.
En lo personal, estaré al día en mi comunicación con Dios. He llegado a la edad  en la que ya no me invitan a fiestas, ahora mis salidas se reducen al supermercado, la iglesia y a saborear una vez al mes, un delicioso almuerzo con amigas entrañables.     
Yo sé que Dios no cumple caprichos, pero le suplicaré qué me abra las puertas del cielo  con una muerte dichosa, a una edad en la que aún me valga por mí misma. De aquí en adelante ya no habrá exigencias, mi corazón estará lleno de agradecimiento hacia el Creador y hacia las personas que en su momento me han brindado amor.
Antonieta B. de De Hoyos                      1/16/19.

miércoles, 9 de enero de 2019


Mi único propósito será… ¡Ser feliz!
La vida siempre es buena, pero algunos nos la complicamos al tener una idea equivocada o diferente de ella, en lo que si podríamos estar de acuerdo es en nuestra búsqueda constante del amor, algo tan sencillo pero a la vez tan difícil de comprender.
En la actualidad, el ser humano cuenta con múltiples habilidades y con una cantidad enorme de tecnología a su servicio, sin embargo aún no logra inventar algo que le ayude a sonreír. El querer y el tener, impulsan a la humanidad hacia grandes descubrimientos pero también a la ambición, al lujo y a la prepotencia, llegando incluso a convertirse estos en deseos ilimitados que destruyen.
Es muy raro que nos conformemos con algo, casi siempre queremos más de todo: amor, comodidad, poder, éxito. Lo triste es que aunque las nuevas generaciones son cada vez más cultas, ignoran casi por completo las más elementales reglas de cortesía. Poseen infinidad de conocimientos, pero no saben que la felicidad se encuentra en vivir la vida con sencillez.  
Que lamentable es ver cómo miles de personas de todos los estratos sociales, desperdician su existencia en los vicios del juego y la bebida, lo peor es que cada vez sean más, las familias desintegradas o en bancarrota.
Animemos a los menores  a disfrutar lo que la vida les ofrezca, porque esa es la única manera en la que podrán lucir en su rostro la mejor de las sonrisas. Cuando todos en general logremos ver con beneplácito lo que somos y lo que tenemos, seremos felices.  
Ha llegado el momento de dejar de pensar en ese sueño colectivo que obsesiona a la sociedad, basta ya de sufrir internamente por no poder alcanzar las metas de otros, por no ser como otros, por no tener lo que tienen otros, por no vivir como otros.  Es necesario dejar de escuchar lo que los medios de comunicación definen como éxito personal y aprender a vivir y a morir cada quien a su manera.
La vida dentro de su problemática nos ofrece la oportunidad de ser felices, siempre y cuando sepamos vivir con sencillez y agradecidos a Dios, por ser Él quien nos da todo. Cuando nos atrevamos a vivir en la sencillez, dejando de lado la presunción y la apariencia, es cuando empezamos a gozar de la verdadera felicidad.
Pero no confundamos. Sencillez no significa dejar de luchar por ser mejor persona, ni  de abandonar las metas trazadas, mucho menos de dejar de ayudar al necesitado. Todo lo contrario es en esa sencillez cuando nuestra calidad de vida se eleva.
Dios es bueno y nos bendice, alégrate de tener vida y salud y si acaso, en algún momento inesperado llegara la adversidad, estemos seguros de que con la energía divina recibida seguiremos adelante.
Nuestro único y gran propósito de hoy será…! Ser feliz! para que mañana con serenidad recibamos lo que el nuevo amanecer nos depare.  
Antonieta B. de De Hoyos                    1/ 9/19.

jueves, 3 de enero de 2019


6 de Reyes es más que una rosca
En algunas regiones del país, la celebración más esperada por los niños es el 6 de enero, cuando llegan los tres Reyes Magos a Belén a adorar al niño Jesús. Ellos le ofrecen Oro, Incienso y Mirra, y aunque es una festividad de origen cristiano no ha perdido su esplendor.
El oro le fue entregado al Niñito Jesús por considerarlo “Rey de Reyes”, ya que solo se destinaba a los monarcas, y además porque el oro simboliza la pureza que no se altera ni corrompe.
El incienso por ser la suma de resinas aromáticas vegetales y aceites esenciales, que al quemarse desprenden un humo perfumado, en aquella época a las divinidades se les rendía culto quemando incienso, para acrecentar la conciencia y purificar.
La mirra es el bálsamo que tiene buen olor y contiene varias propiedades medicinales, se usaba tradicionalmente como ungüento para embalsamar a los muertos. Se cree que era como un vaticinio de su muerte como hombre, en un futuro próximo.  
Gracias a su difusión esta tradición ya es muy conocida y lo cierto es, que tendríamos otro mundo si en nuestro diario vivir ofreciéramos a Jesús esos tres simbólicos regalos.
Ojalá que en nuestra vida diaria, empecemos a usar ese oro que significa pureza de pensamiento y acciones, ya que actuando así disminuirían los robos, las violaciones, las ofensas, los maltratos, la codicia el odio, la venganza, viviríamos en armonía tanto en los hogares como en la sociedad.
Buscando el incienso adquiriríamos ese bello perfume que despiden las personas buenas, las que se conducen con honradez, las que hacen del servicio a los demás su lema, todos nos ayudaríamos, dejaríamos de acumular  riquezas para apoyar a los más necesitados.
Con la mirra, obtendríamos la fortaleza de espíritu que necesitamos, para enfrentar las enfermedades y superar las crisis emocionales y económicas que se presenten.
Estamos a punto de concluir el maravilloso ciclo navideño y si fuimos previsores aprovechamos la oportunidad que se nos dio, para recargar nuestra fe asistiendo a las diferentes ceremonias religiosas que se realizaron, momentos de reflexión, de comunicación con Dios, en las que recibimos la energía divina que nos permitirá llegar con alegría hasta finales de año.
Nos hemos acostumbrado a la violencia social, a la ambición, al despilfarro, a los vicios. En los hogares proliferan los insultos, se escuchan blasfemias en chicos y grandes, abundan los malos tratos.
No queremos aceptar que esto es el resultado de la ausencia de Dios en el corazón de la gente. La maldad impera cuando ignoramos la presencia de Dios. Una gente de fe jamás agrede, ni a sus semejantes, ni a los animales, ni a la naturaleza.
Deléitate con la rosca de reyes y el chocolate, pero no te quedes solo en eso aprovecha y narra a tu familia el verdadero significado de esta tradición.
Antonieta B. de De Hoyos                            Enero /3/2019