¡Dios, bendice nuestro trabajo!
Desde que decidí
escribir artículos para la prensa y elaborar programas de superación personal
para la radio, tomé la costumbre de persignarme frente a mi computadora
pidiendo a Dios la iluminación necesaria, para no cometer algún error y no me
refiero al ortográfico, sino a afirmar algo no aceptable que pudiera dañar a
mis lectores y radioescuchas. Hasta la fecha no me arrepiento de seguir haciéndolo.
Lo cierto es que en todas
mis colaboraciones siempre lo pongo a Él en primer plano. No sé si a otras
personas les funcione, pero a mí me reconforta mucho el pedir a Dios su aprobación
cada vez que emprendo una tarea, porque he tenido la experiencia de que por muy
simple que ésta sea, siempre se corre el riesgo de cometer errores.
Pero una cosa es pedirle
su iluminación y otra querer que Él lo
haga todo por mí, por eso digo: “Te agradezco Señor por mi trabajo, dame
fuerzas, sabiduría y prudencia para realizarlo” a la vez que estoy
completamente convencida de que cuando enfrento más contrariedades, debo orar
con mayor vehemencia.
No sé si a muchos, a
pocos o, a nadie, sin importar creencias religiosas le sea gratificante pronunciar
a cualquier hora del día una sencilla oración, o de vez en cuando meditar al
anochecer, pero puedo asegurarles que esta es una buena costumbre que rejuvenece
el organismo y permite además gozar del más placentero de los sueños.
Por eso creo que sería conveniente
que los padres y en especial mamá, se esmeraran en educar a sus hijos desde muy
temprana edad, en el maravilloso arte de orar y no me refiero a repetir oraciones,
sino a entablar una sencilla y amorosa conversación con Dios, en la que agradezcan
las bendiciones recibidas y a la vez soliciten la ayuda necesaria para obtener lo
que desean. Actitud que eleva la calidad de vida y fortalece las relaciones
interpersonales.
Al paso de los años, he
vivido la grata experiencia de orar en silencio y ver cómo después sin
esperarlo, se me facilita el trabajo, mi mente se agiliza, los conocimientos se
alinean y los resultados son extraordinarios.
Por eso si sentimos que
el trabajo nos agobia, que los compromisos sociales nos estresan, es porque necesitamos
reorganizarnos; planear con más cuidado las horas que pasamos laborando, el
tiempo de descanso, de diversión, de hacer deporte o ejercicio.
La cuestión es que no
podemos evitar, que la vida nos presente de manera constante nuevos retos que alteran
nuestra cotidianidad. Y es en esa situación cuando urge buscar un espacio de sosiego dónde poder retomar
la paz interior.
Hagamos con calma nuestras
labores, no desgastemos cuerpo y espíritu en banalidades, al contrario gocemos
de la sana convivencia con los compañeros de trabajo, con la familia, con las
amistades pero sobre todo, no nos olvidemos de bendecir nuestro trabajo.
Antonieta B. de De
Hoyos 1/23/19
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