miércoles, 22 de febrero de 2017

Seamos un eslabón más.
Por Antonieta B. de De Hoyos      febrero/25/17

Me gusta mucho leer reflexiones sean cortas o largas, porque todas ofrecen un valioso contenido espiritual, que permite al lector encontrar el camino, si es que en esos momentos lo ha perdido.
En esta ocasión fue el escritor y filósofo Johann Wolfgang von Goethe, que dijo: “La bondad es una cadena de oro, por la cual se mantiene unida la sociedad”. 
Es triste  pero casi nunca pensamos en esa cadena de oro, cuando alguien se acerca a pedirnos algo, lo más seguro es que sí le ayudemos, pero de forma distraída, como por no dejar. 
Las prisas, nos impiden recapacitar en la importancia que tiene este sencillo acto de piedad para el buen funcionamiento de la humanidad.
La crítica situación económica por la que atraviesa el país, ha provocado que proliferen los pordioseros, por lo que es frecuente que durante el día te encuentres con dos o más de ellos y que en ocasiones, estas peticiones lleguen a molestar. 
Por lo regular están afuera del templo o, en avenidas donde el tráfico es concurrido; unos venden dulces, otros chicles, otros se apoyan en su discapacidad, pero todos bendicen a su benefactor. Si nos diéramos tiempo de mirar sus ojos, en silencio, sin cruzar palabras, estoy segura de que su mirar reflejaría una gran melancolía e impotencia, al no tener empleo y verse obligado a pedir limosna.
Entre semana acudí a misa al Santuario de Guadalupe, y a la salida me topé con unos indigentes, dos hombres y una mujer, bastante sucios, despidiendo muy mal olor, les di unas monedas pero, sus deprimentes figuras no he podido olvidarlas. 
¿Cómo es posible que haya gente viviendo así? (si a eso se le puede llamar vivir). Hacía frío, ¿dónde dormirían? uno de ellos sacó de detrás de la puerta del templo una cobija igual de sucia que él, probablemente se dirigiría a una de las bancas de la plaza de enfrente. ¡Nunca, en toda mi larga vida, había visto de cerca tanta miseria!
¿Sabrán los corruptos, los ladrones de bienes ajenos, que al robar lo destinado a obras sociales o, a la creación de nuevos empleos, condenan a millones a estas infrahumanas condiciones? Sabemos que ni la pobreza ni el hambre en el mundo se van a terminar,  pero si podemos con nuestra acción formalizar esa cadena de oro y convertirnos en un eslabón de caridad.
Para nuestro infortunio, existen muchas personas que continúan en su afán de acumular cosas, despilfarrar dinero en viajes, lujos y diversiones, ignorantes del gozo que da el  desprenderse de lo material a favor del prójimo.
Creemos que basta dar una limosna para solidarizarnos, lo que la mayoría aun no comprende es que cuando se da se recibe más, el alma se reconforta al sembrar el amor hacia los demás. 
Es increíble como en esos instantes, la presencia de Dios agiganta la fe en  ambos, la bondad florece en sus corazones y se vuelve a soñar con un mundo mejor, pleno de igualdad y humanismo universal.





miércoles, 15 de febrero de 2017

Otra oportunidad para aprender a orar
Por Antonieta B. de De Hoyos                                       Febrero /18/16

Estamos en tiempos difíciles, mas no por la economía raquítica en la que mal que bien sobrevivimos, sino por la inestabilidad emocional con la que nos relacionamos. Nos abruman los hechos sangrientos que a cada momento nos presentan los noticieros, las telenovelas y películas comerciales, acciones terribles que jamás pensamos veríamos  con indiferencia. 
Para nuestro infortunio, los hemos ido aceptando como actos naturales en medio de la frívola rutina; lo mismo pasa con esa brutal agresividad con la que nos conducimos y que a nadie le interesa ayudar a superarla.
En los hospitales, los médicos no se dan abasto para atender a tantos enfermos, los medicamentos escasean, las incapacidades laborales van en aumento, el empleado se ausenta y la empresa pierde productividad, por si fuera poco, aparecen nuevas enfermedades con remedios tan costosos que se vuelve imposible medicarse.
Ahora, las enfermedades psicosomáticas van en aumento (malestares de la mente) como consecuencia de una sobre carga de emociones frustrantes, capaces de aniquilar al más resistente de los organismos. 
Naturismo, homeopatía, micro dosis y demás formas curativas alejadas de la medicina alópata tradicional, se han incorporado a esta lucha con el propósito de aliviar almas y reconstruir cuerpos.
La tensión nerviosa es la principal causa, tanta información negativa hunde a la persona en el pesimismo, en un estado de ansiedad, de depresión y deseos suicidas, la corrupción no solo empobrece al ciudadano, también le destruye su espíritu. 
La televisión antes divertida y a veces hasta educativa, se ha convertido en un monstruo que devora el sueño de vivir en un mundo mejor, al espectador.
Aunque no lo aceptemos abiertamente, estamos conscientes de que este desanimo llega, porque nos hemos alejado de Dios, vivimos en el ruido, en el escándalo, dejamos de gozar espacios de soledad, momentos maravillosos en los que conversábamos con Él.
Algunas personas usan misales o libritos de oración al rezar, pero no es necesario rebuscar palabras, Dios entiende nuestro lenguaje. Orar es escuchar y hablar con un amigo íntimo, es vaciarse de cosas y preocupaciones, y dejar que el silencio se llene con su presencia.
Esta introspectiva conversación no tiene que ser larga, su esencia es la compasión, la misericordia que profesemos hacia el prójimo, a la pareja, a la familia, a los amigos, a conocidos y desconocidos. Cuando la persona ora se descubren sufrimientos y alegrías, ansiedades y proyectos, es en esos momentos cuando el alma descansa y el organismo se recupera.

La mayoría vive fuera de sí, en las cosas, distraído en las calles y casinos de juego. 
Por qué mejor no aprovechamos este miércoles de Ceniza y la cuaresma completa, para habituarnos a orar al anochecer, es impostergable encontrar esa paz sanadora que reconcilia el sueño, que va dentro de nosotros, pero no la percibimos.  

martes, 7 de febrero de 2017

Las abuelas como sanadoras.
Por Antonieta B. de De Hoyos                      febrero 11/17
En los países del primer mundo y en vías de desarrollo, la labor de las abuelas se limita al cuidado de los nietos pequeños y adolescentes, mientras los padres trabajan. Nadie repara en el enorme valor de su experiencia, solo se le asignan sencillas tareas domésticas debido a que su labor profesional ha concluido. Su plática no interesa, todos están inmersos en sus cosas y diversiones, ella pasa los días frente a un televisor.
Vinieron a mi mente estas escenas, después de haber leído un reportaje que me conmovió, Theresa Mutingondo, tiene 71 a­ños, 8 hijos, 19 nietos y al igual que ella, otras abuelas están ayudando a miles de personas a superar sus problemas psicológicos, en un país abrumado no solo por la pobreza, sino también por la violencia política, los desastres naturales, el abuso de drogas y las creencias que les dicta la brujería.
En Zimbabue, la situación es crítica: catorce millones de habitantes de los cuales cinco millones sufren algún tipo de padecimiento mental, cuentan apenas con diez psiquiatras y quince psicólogos clínicos. África, es una de las naciones más atrasadas del mundo en lo económico, y enfrenta una crisis que no se refleja en el producto interno bruto, pero si en la forma como se corroe el espíritu de su gente: su mente.
Sin suficientes servicios de salud, se buscaron otros recursos humanos para auxiliar a los compatriotas, se entrenaron a trabajadoras sanitarias laicas y voluntarias, y se fundó el proyecto “El banco de la amistad”. Así, después de ser diagnosticados en una clínica de salud primaria, los pacientes aquejados de depresión son llevados con las “abuelas”. Ellas charlan sentadas en un banco en los alrededores del hospital, como si hablasen con sus nietos o con cualquiera que desee escuchar “la voz de la experiencia”. El proyecto que ayuda a jóvenes madres agobiadas por la violencia doméstica y la pobreza, consiste en cuatro etapas: abrir la mente, reconocer las causas de su padecer mental, elevar su autoestima y aprender a lidiar con los problemas.
Charlar con la “abuela”, ha dado buenos resultados, porque pasados seis meses de esta terapia conversacional, los pacientes tienen menos probabilidades de caer de nuevo en la depresión, la ansiedad y los pensamientos suicidas se reducen mucho más, que con las consultas tradicionales, por eso este proyecto se ha extendido al resto del país.
Las abuelas, aunque son una alternativa que ayuda, no logran modificar el origen de tanta angustia y lo peor es que esta pandemia no preocupa a los países desarrollados, porque la  depresión no se contagia.

Qué tal si aquí en nuestro pequeño mundo, empezamos a conversar con las “abuelas”y a reconocer esa enorme sabiduría que les dan sus años vividos; seguro de que muchos de los males que aquejan a las familias y a la sociedad disminuirían…como el bipolar por ejemplo.

miércoles, 1 de febrero de 2017

Si esto se aprendiera en casa.
Por Antonieta B. de De Hoyos                                febrero 4/1017
Es verdad que en algunas ocasiones, en un día tranquilo, sentimos ganas de cambiar, de ir a algún lugar desconocido, de hacer algo diferente, importante y hasta divertido… Pero no sabemos cómo, porque en casa durante la infancia y la adolescencia nuestros padres no nos motivaron a hacerlo, y no por negligencia, sino porque a ellos tampoco se les enseñó.
Cambiar la rutina y nuestra forma de ser por tantos años cuesta mucho trabajo, aunque los expertos dicen, que si practicamos con constancia por un mes las siguientes sugerencias, veremos pronto lo bello que es la vida cuando se aprende a administrarla.
Primero que nada, hay que dejar de relacionarse con las personas equivocadas, apáticas, negativas, y de obstinarse en estar con alguien que no te valora; acércate a los que de verdad te aman y que están contigo, en las buenas y en las malas.
Después, acepta que huir de los problemas no es la solución, es preciso enfrentarlos aun y cuando pudiéramos salir lastimados, lo mejor, es que siempre dejan una lección que nos ayuda a ser mejores, recuerda que el tiempo lo cura todo.
La orden es, ser honesto con los demás y con uno mismo, y cumplir de inmediato lo encomendado. Jamás aparentar lo que no se es, ni cambiar por agradar a otros, en el fondo la gente aprecia la autenticidad. 
Lo pasado, ya pasó, cierra círculos y sigue adelante. 
No temas equivocarte, porque en el error se encuentra el camino correcto. Busca la felicidad dentro de ti, en las pequeñas cosas que no puedes comprar: el amor, la paz interior y un trabajo que te apasione.
Aprovecha las experiencias que te saquen de la comodidad, porque progresar implica riesgos y toma de decisiones. Sé cauto al elegir a tus amistades y no busques compañía por soledad, recuerda que lo que ha de ser será y si no era lo que esperabas, date otra oportunidad. 
Nada de celos, cuenta tus propias bendiciones, evita competir con todos, deja de quejarte.
Los altibajos templan el carácter, busca lo positivo, ¡mírate! hoy eres más fuerte que ayer. Aleja los resentimientos, perdona y libérate, guíate por lo que dice tu corazón. 
Descansa, hay ocasiones en que se necesita un descanso para pensar con claridad, olvídate del perfeccionismo, pero esfuérzate en hacer cosas extraordinarias.

No es sano que te obligues a mostrarte siempre fuerte, ni que te rijas por lo que piensen los demás, llora si quieres. Sé responsable de tus actos sin culpar a nadie, piensa que no puedes hacer todo por todos, ayuda, si eso te hace feliz. 
Basta de preocupaciones innecesarias porque éstas le quitan felicidad a tu día, sueña cosas hermosas, porque los sueños se cumplen. 
Y no seas ingrato, sin interesar como te haya ido, agradece a Dios el don de la vida.