Seamos un eslabón más.
Por Antonieta B. de De Hoyos
febrero/25/17
Me gusta mucho leer reflexiones sean cortas o largas, porque todas
ofrecen un valioso contenido espiritual, que permite al lector encontrar el
camino, si es que en esos momentos lo ha perdido.
En esta ocasión fue el escritor y filósofo Johann Wolfgang von Goethe,
que dijo: “La bondad es una cadena de oro, por la cual se mantiene unida la
sociedad”.
Es triste pero casi
nunca pensamos en esa cadena de oro, cuando alguien se acerca a pedirnos algo,
lo más seguro es que sí le ayudemos, pero de forma distraída, como por no
dejar.
Las prisas, nos impiden recapacitar en la importancia que tiene este
sencillo acto de piedad para el buen funcionamiento de la humanidad.
La crítica situación económica por la que atraviesa el país, ha
provocado que proliferen los pordioseros, por lo que es frecuente que durante
el día te encuentres con dos o más de ellos y que en ocasiones, estas
peticiones lleguen a molestar.
Por lo regular están afuera del templo o, en
avenidas donde el tráfico es concurrido; unos venden dulces, otros chicles,
otros se apoyan en su discapacidad, pero todos bendicen a su benefactor. Si nos
diéramos tiempo de mirar sus ojos, en silencio, sin cruzar palabras, estoy
segura de que su mirar reflejaría una gran melancolía e impotencia, al no tener
empleo y verse obligado a pedir limosna.
Entre semana acudí a misa al Santuario de Guadalupe, y a la salida me
topé con unos indigentes, dos hombres y una mujer, bastante sucios, despidiendo
muy mal olor, les di unas monedas pero, sus deprimentes figuras no he podido
olvidarlas.
¿Cómo es posible que haya gente viviendo así? (si a eso se le puede
llamar vivir). Hacía frío, ¿dónde dormirían? uno de ellos sacó de detrás de la
puerta del templo una cobija igual de sucia que él, probablemente se dirigiría
a una de las bancas de la plaza de enfrente. ¡Nunca, en toda mi larga vida,
había visto de cerca tanta miseria!
¿Sabrán los corruptos, los ladrones de bienes ajenos, que al robar lo
destinado a obras sociales o, a la creación de nuevos empleos, condenan a
millones a estas infrahumanas condiciones? Sabemos que ni la pobreza ni el
hambre en el mundo se van a terminar,
pero si podemos con nuestra acción formalizar esa cadena de oro y
convertirnos en un eslabón de caridad.
Para nuestro infortunio, existen muchas personas que continúan en su
afán de acumular cosas, despilfarrar dinero en viajes, lujos y diversiones,
ignorantes del gozo que da el
desprenderse de lo material a favor del prójimo.
Creemos que basta dar una limosna para solidarizarnos, lo que la
mayoría aun no comprende es que cuando se da se recibe más, el alma se
reconforta al sembrar el amor hacia los demás.
Es increíble como en esos
instantes, la presencia de Dios agiganta la fe en ambos, la bondad florece en sus corazones y
se vuelve a soñar con un mundo mejor, pleno de igualdad y humanismo universal.