miércoles, 15 de febrero de 2017

Otra oportunidad para aprender a orar
Por Antonieta B. de De Hoyos                                       Febrero /18/16

Estamos en tiempos difíciles, mas no por la economía raquítica en la que mal que bien sobrevivimos, sino por la inestabilidad emocional con la que nos relacionamos. Nos abruman los hechos sangrientos que a cada momento nos presentan los noticieros, las telenovelas y películas comerciales, acciones terribles que jamás pensamos veríamos  con indiferencia. 
Para nuestro infortunio, los hemos ido aceptando como actos naturales en medio de la frívola rutina; lo mismo pasa con esa brutal agresividad con la que nos conducimos y que a nadie le interesa ayudar a superarla.
En los hospitales, los médicos no se dan abasto para atender a tantos enfermos, los medicamentos escasean, las incapacidades laborales van en aumento, el empleado se ausenta y la empresa pierde productividad, por si fuera poco, aparecen nuevas enfermedades con remedios tan costosos que se vuelve imposible medicarse.
Ahora, las enfermedades psicosomáticas van en aumento (malestares de la mente) como consecuencia de una sobre carga de emociones frustrantes, capaces de aniquilar al más resistente de los organismos. 
Naturismo, homeopatía, micro dosis y demás formas curativas alejadas de la medicina alópata tradicional, se han incorporado a esta lucha con el propósito de aliviar almas y reconstruir cuerpos.
La tensión nerviosa es la principal causa, tanta información negativa hunde a la persona en el pesimismo, en un estado de ansiedad, de depresión y deseos suicidas, la corrupción no solo empobrece al ciudadano, también le destruye su espíritu. 
La televisión antes divertida y a veces hasta educativa, se ha convertido en un monstruo que devora el sueño de vivir en un mundo mejor, al espectador.
Aunque no lo aceptemos abiertamente, estamos conscientes de que este desanimo llega, porque nos hemos alejado de Dios, vivimos en el ruido, en el escándalo, dejamos de gozar espacios de soledad, momentos maravillosos en los que conversábamos con Él.
Algunas personas usan misales o libritos de oración al rezar, pero no es necesario rebuscar palabras, Dios entiende nuestro lenguaje. Orar es escuchar y hablar con un amigo íntimo, es vaciarse de cosas y preocupaciones, y dejar que el silencio se llene con su presencia.
Esta introspectiva conversación no tiene que ser larga, su esencia es la compasión, la misericordia que profesemos hacia el prójimo, a la pareja, a la familia, a los amigos, a conocidos y desconocidos. Cuando la persona ora se descubren sufrimientos y alegrías, ansiedades y proyectos, es en esos momentos cuando el alma descansa y el organismo se recupera.

La mayoría vive fuera de sí, en las cosas, distraído en las calles y casinos de juego. 
Por qué mejor no aprovechamos este miércoles de Ceniza y la cuaresma completa, para habituarnos a orar al anochecer, es impostergable encontrar esa paz sanadora que reconcilia el sueño, que va dentro de nosotros, pero no la percibimos.  

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