martes, 7 de febrero de 2017

Las abuelas como sanadoras.
Por Antonieta B. de De Hoyos                      febrero 11/17
En los países del primer mundo y en vías de desarrollo, la labor de las abuelas se limita al cuidado de los nietos pequeños y adolescentes, mientras los padres trabajan. Nadie repara en el enorme valor de su experiencia, solo se le asignan sencillas tareas domésticas debido a que su labor profesional ha concluido. Su plática no interesa, todos están inmersos en sus cosas y diversiones, ella pasa los días frente a un televisor.
Vinieron a mi mente estas escenas, después de haber leído un reportaje que me conmovió, Theresa Mutingondo, tiene 71 a­ños, 8 hijos, 19 nietos y al igual que ella, otras abuelas están ayudando a miles de personas a superar sus problemas psicológicos, en un país abrumado no solo por la pobreza, sino también por la violencia política, los desastres naturales, el abuso de drogas y las creencias que les dicta la brujería.
En Zimbabue, la situación es crítica: catorce millones de habitantes de los cuales cinco millones sufren algún tipo de padecimiento mental, cuentan apenas con diez psiquiatras y quince psicólogos clínicos. África, es una de las naciones más atrasadas del mundo en lo económico, y enfrenta una crisis que no se refleja en el producto interno bruto, pero si en la forma como se corroe el espíritu de su gente: su mente.
Sin suficientes servicios de salud, se buscaron otros recursos humanos para auxiliar a los compatriotas, se entrenaron a trabajadoras sanitarias laicas y voluntarias, y se fundó el proyecto “El banco de la amistad”. Así, después de ser diagnosticados en una clínica de salud primaria, los pacientes aquejados de depresión son llevados con las “abuelas”. Ellas charlan sentadas en un banco en los alrededores del hospital, como si hablasen con sus nietos o con cualquiera que desee escuchar “la voz de la experiencia”. El proyecto que ayuda a jóvenes madres agobiadas por la violencia doméstica y la pobreza, consiste en cuatro etapas: abrir la mente, reconocer las causas de su padecer mental, elevar su autoestima y aprender a lidiar con los problemas.
Charlar con la “abuela”, ha dado buenos resultados, porque pasados seis meses de esta terapia conversacional, los pacientes tienen menos probabilidades de caer de nuevo en la depresión, la ansiedad y los pensamientos suicidas se reducen mucho más, que con las consultas tradicionales, por eso este proyecto se ha extendido al resto del país.
Las abuelas, aunque son una alternativa que ayuda, no logran modificar el origen de tanta angustia y lo peor es que esta pandemia no preocupa a los países desarrollados, porque la  depresión no se contagia.

Qué tal si aquí en nuestro pequeño mundo, empezamos a conversar con las “abuelas”y a reconocer esa enorme sabiduría que les dan sus años vividos; seguro de que muchos de los males que aquejan a las familias y a la sociedad disminuirían…como el bipolar por ejemplo.

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