Las abuelas como sanadoras.
Por Antonieta B. de De Hoyos febrero 11/17
En los países del primer mundo y en vías de desarrollo, la labor de
las abuelas se limita al cuidado de los nietos pequeños y adolescentes,
mientras los padres trabajan. Nadie repara en el enorme valor de su
experiencia, solo se le asignan sencillas tareas domésticas debido a que su
labor profesional ha concluido. Su plática no interesa, todos están inmersos en
sus cosas y diversiones, ella pasa los días frente a un televisor.
Vinieron a mi mente estas escenas, después de haber leído un reportaje
que me conmovió, Theresa Mutingondo, tiene 71 años, 8 hijos, 19 nietos y al
igual que ella, otras abuelas están ayudando a miles de personas a superar sus
problemas psicológicos, en un país abrumado no solo por la pobreza, sino
también por la violencia política, los desastres naturales, el abuso de drogas
y las creencias que les dicta la brujería.
En Zimbabue, la situación es crítica: catorce millones de habitantes
de los cuales cinco millones sufren algún tipo de padecimiento mental, cuentan
apenas con diez psiquiatras y quince psicólogos clínicos. África, es una de las
naciones más atrasadas del mundo en lo económico, y enfrenta una crisis que no
se refleja en el producto interno bruto, pero si en la forma como se corroe el
espíritu de su gente: su mente.
Sin suficientes servicios de salud, se buscaron otros recursos humanos
para auxiliar a los compatriotas, se entrenaron a trabajadoras sanitarias
laicas y voluntarias, y se fundó el proyecto “El banco de la amistad”. Así, después de ser diagnosticados en
una clínica de salud primaria, los pacientes aquejados de depresión son
llevados con las “abuelas”. Ellas
charlan sentadas en un banco en los alrededores del hospital, como si hablasen
con sus nietos o con cualquiera que desee escuchar “la voz de la experiencia”.
El proyecto que ayuda a jóvenes madres agobiadas por la violencia doméstica y
la pobreza, consiste en cuatro etapas: abrir la mente, reconocer las causas de
su padecer mental, elevar su autoestima y aprender a lidiar con los problemas.
Charlar con la “abuela”, ha dado buenos resultados, porque pasados
seis meses de esta terapia conversacional, los pacientes tienen menos
probabilidades de caer de nuevo en la depresión, la ansiedad y los pensamientos
suicidas se reducen mucho más, que con las consultas tradicionales, por eso
este proyecto se ha extendido al resto del país.
Las abuelas, aunque son una alternativa que ayuda, no logran modificar
el origen de tanta angustia y lo peor es que esta pandemia no preocupa a los
países desarrollados, porque la
depresión no se contagia.
Qué tal si aquí en nuestro pequeño mundo, empezamos a conversar con
las “abuelas”y a reconocer esa enorme sabiduría que les dan sus años vividos;
seguro de que muchos de los males que aquejan a las familias y a la sociedad
disminuirían…como el bipolar por ejemplo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario