martes, 26 de diciembre de 2017

Donde quiera que te encuentres.
Por Antonieta B. de De Hoyos.   12/30/17.
   Se acaba el año, y nos preparamos para decir adiós a la noche vieja y recibir con el alba los aires del año que empieza. Lo primero que debemos hacer es agradecer a Dios por permitirnos este privilegio y, con plena  aceptación la separación que tuvimos que sufrir cuando aquellos que amamos, se nos anticiparon en el camino a la eternidad.
   Después de un largo suspiro, y quizás también de alguna lágrima traviesa, pongámonos de pie, retomemos  llenos de esperanza esa nueva página del libro de la vida, que Dios nos ofrece. Este amanecer entre brindis y risas, pensaré un poquito en lo que quiero  hacer y cómo quiero ser, en esos 365 días que arrancaré al calendario 2018, si  eso está dentro de los planes divinos.
   En primer lugar, ofreceré discutir menos, dejar atrás los reclamos y la soberbia que me  impide pedir perdón y me llena de innecesaria indignación. Prometeré que pondré mayor atención en que la desesperación, que no sirve para nada, oscurezca mis días y que la tristeza jamás me invada, pues lo único que hace es alejarme de los que más quiero.
   No volveré a llorar por cualquier cosa que no tenga justificación, porque siendo así solo me convierto en una persona quejumbrosa, a la que nadie está dispuesto a soportar.   Evitaré irritarme, porque de esa manera intoxico el ambiente de mi hogar, el engaño será un verbo que ya no conjugaré, a la vez que destierro para siempre la degradante costumbre de calumniar.
   Pondré en práctica mi fe y la reconoceré, como la única medicina que me trae paz y disminuye mis males. Buscaré la armonía en mis relaciones porque me gusta vivir en cordialidad, comprenderé al que se me acerque y ayudaré en lo posible a mis semejantes. Aprenderé a distinguir lo bueno de lo malo y admitiré, que lo que no es bueno para otros jamás, será bueno para mí. Declinaré herir y herirme, por el contrario trataré de sanar y sanarme.
   Amaré, sin distinción a personas, animales y plantas por ser parte de la Creación, como yo lo soy. Si mi fe ahora no es tan firme, me propongo fortalecerla a través de la oración y los Sacramentos durante los próximos meses, para que si es Señor, Tu voluntad, nos volvamos a encontrar al finalizar este nuevo año.
  Es verdad que la gente alegre y creyente transforma a los demás y logra hacer de este mundo un lugar con mayor calidez humana, por eso me alejaré de los pesimistas. Estoy segura de que si lucho por mi santificación, ayudaré a muchos a santificarse ya que mi forma de ser influye en otros.
Hoy despierto y me arrodillo llena de gratitud, de amor y esperanza, dispuesta a recomenzar, sé que un día bonito no siempre es un día de sol, pero sé también que donde quiera que me encuentre, puedo ser un símbolo de paz.

¡Disfrutemos la prosperidad en el 2018! 

lunes, 18 de diciembre de 2017

Que decir en la Nochebuena.
Por Antonieta B. de De Hoyos                            dic./23/17
   A veces no sabemos que decir antes de la cena de Nochebuena, son esos momentos en que la indecisión nos llega por el temor a hacer el ridículo con los ahí presentes, que no comparten la formación religiosa que provoca dentro de uno, el deseo de elevar el espíritu en tan especial ocasión.
   Por eso muchos procuramos alejarnos del barullo, unas horas antes y asistir con devoción a la  misa del Niño Dios, con el propósito de recordar lo sucedido hace tantos años en el Portal de Belén, momentos muy bellos en los que se vive con mayor intensidad la fe y donde podemos compenetrarnos con la divinidad, en la Eucaristía.
   Es inútil querer acallar con el materialismo el apremio humano de alabar a Dios, impulso que se multiplica en esta fecha, cuando a las almas les urge ser bendecidas.
   Fue este estado de ánimo el que me llevó a buscar en el internet, algún mensaje acorde a la ocasión que pudiera compartir con mi familia. Encontré muchos, pero yo quería algo sencillo y enternecedor, algo que engrandeciera el acontecimiento y nos condujera aunque fuera por unos instantes, a una profunda reflexión personal. La mayoría eran muy extensos y otros contenían fechas bíblicas, por eso opté por elegir las frases que más me gustaron y elaborar yo misma la siguiente oración que les comparto…
   “Dios Padre: esta noche aquí reunidos en familia, queremos pedirte que el Niño Jesús nazca también en nuestros corazones, para que de esa manera podamos compartir con otros, el amor que Tu nos ofreces cada día.
   Gracias Señor, por bendecir a las familias de nuestros hijos, nuestro hogar y a cada una de las personas con las que convivimos. Bendícenos en esta noche tan especial en la que tenemos la oportunidad de prepararnos nuevamente, para recibir con amor, alegría y esperanza lo que nos tengas destinado.
   Esta noche al ver el pesebre, pensaremos en las familias que no tienen techo, alimento, comodidad; te pedimos por ellas para que pronto encuentren abrigo. Es cierto que vivir no es fácil, pero sabemos que contando con tu presencia y sabiduría, nos sentiremos más seguros de no abandonar el sendero, que al final nos lleve a Ti”. Amén.
   La energía divina llega, cuando se goza la auténtica nochebuena, es una fuerza única que nos conduce a recordar que solo amando a Dios y a nuestro prójimo, podremos encontrar la verdadera hermandad que apura a la humanidad. Lo maravilloso es que volveremos a sentir en nuestro corazón, aquel intenso calorcito cómo cuando éramos niños.


¡Esta noche sin excepción, Jesús nos bendice a todos!

miércoles, 13 de diciembre de 2017

¡Vayamos al novenario!
Por Antonieta B. de De Hoyos                               12/ 16/17
   Están a punto de dar inicio los rosarios y las misas en honor del Niñito Jesús, acontecimiento al que por muchos años me quedé con la intención de asistir. Pudiera ser una excentricidad mía, pero desde siempre he sentido una gran inclinación por orar al amanecer, plegarias que llenan mi espíritu de paz y esperanza por lo que depare el día para mi familia y para mí.
   De todas formas armándome de valor, (no por lo que signifique levantarme temprano a  eso estoy  acostumbrada), sino por el frio y el temor a salir de casa con las calles desiertas y oscuras, aun así he logrado en varias ocasiones darme el lujo de asistir y vivir tan maravillosa experiencia, quizás por eso es que aunque llueva o haga frio, siempre escucho la primera misa dominical.
   Hace unos días, más de seis millones de personas entre niños, adultos y ancianos, acudieron a la Basílica en la ciudad de México a cantar las mañanitas a la Morenita del Tepeyac, sin importar las distancias caminadas, ni las inclemencias del clima se postraron ante el altar a rendirle pleitesía. Juntos con inmensa fe, algunos con lágrimas en sus ojos,  agradecieron la ayuda recibida en lo próspero y en lo adverso pero sobre todo el milagro de que su familia permanece unida. Los mexicanos somos fieles a nues- tra devoción y estamos tan seguros de ella, que la comunicamos sin ninguna reserva.
   Lo mejor es que si se le presenta la oportunidad de asistir a este novenario, solo o en compañía ¡hágalo! También si quiere, organice una sencilla posadita tradicional en casa o en el barrio. Recuerdo que en mi época de  estudiante en la ciudad de  Saltillo, asistí a varias. Colocaban en una charola cubierta de colaciones, imágenes en cerámica deMaría sentada sobre el burrito y a José tirando de él, mientras los presentes simulando peregrinos, entonábamos los clásicos versos que sirven para pedir posada, al final repartían sabroso champurrado y tamales. 
   Ya no es posible perder el tiempo, tenemos que apurarnos a trasmitir nuestra fe a todos los que nos rodean, porque los escépticos que aún no la comprenden, siguen empeñados en que la perdamos.
   Esta vez proclamemos al mundo con gran orgullo nuestras tradiciones y nuestra fe, aclaremos que esta alegría no se basa tan solo en buenos deseos y obsequios, sino en encontrar en la paz y en el silencio de los días previos al nacimiento de Jesús, esa pasión indescriptible que bulle en los corazones, momentos en los que renovamos esa energía que fortalece el espíritu y nos invita a ser felices, sin importar la situación en la que nos encontremos, y además nos mueve a ayudar al próximo, a perdonar y a pedir perdón con humildad.

   Si nada se interpone, acudiré al novenario, me apremia recargar mis baterías para continuar con entusiasmo hasta el final, contando por supuesto con el apoyo de Dios. 

miércoles, 6 de diciembre de 2017

Mejor pensar en lo que aún podemos hacer.
Por Antonieta B. de De Hoyos                      9/12/17.
   Llega el tiempo de Adviento y católicos o no, sentimos esa fuerza interior que nos  impulsa a pensar, en todo lo que hicimos durante el año que está a punto de terminar, es una sensación muy extraña en la que los recuerdos buenos y no tan buenos se agolpan en la memoria.
   Precisamente cuatro semanas antes de la nochebuena, las diferentes doctrinas invitan a sus feligreses a la reflexión, no con el afán de buscar culpables y lastimar, sino de pensar con seriedad en lo que hicimos y en lo que dejamos de hacer.
   A veces por soberbia no pedimos perdón ni lo otorgamos y seguimos en el camino  avanzando dificultosamente con la carga de emociones negativas, que pudimos haber dejado a la vera del camino para aligerar la marcha.
   A mí me encanta el Adviento, porque en todas las informaciones que leo, relacionadas con él, aprendo una nueva lección que me alienta a disfrutar cada año vivido, a superar las adversidades y a resignarme ante lo irremediable. Lo más bello que me sucede, es que aquel miedo que tenía a morir se ha ido desvaneciendo, dejando en su lugar la serenidad anhelada, que me permite justipreciar cada minuto que transcurre.
   Pero lo importante en estos días de preparación espiritual previa a la nochebuena, es que nos demos el tiempo suficiente para reconocer lo valioso, de lo mucho que aún podemos hacer por nuestros seres queridos, nuestros semejantes y por nosotros mismos.
   Qué tal si hacemos un recuento de lo que dejamos pendiente, aquello que creímos que carecía de importancia, pero que ahora nos gustaría  retomar. Por ejemplo: buscar una amistad olvidada, servir a alguien que nos necesite, decir esas palabras de aliento que por egoísmo no pronunciamos, procurar ese cálido abrazo, ese tierno beso a quienes lo suplicaron con su mirada pero que por las prisas ignoramos, todavía hay tiempo de ofrecer esos mimos y cuidados que restringimos.
   Todos los días millones de personas asisten a casinos de juego, van de compras a tiendas exclusivas, disfrutan de viajes maravillosos, de comilonas deliciosas, ahí dejan su dinero y sus ilusiones. ¡Cambiemos de actitud!. Vayamos a los lugares donde nuestra presencia y economía son requeridas, a un  asilo de ancianos, a un orfelinato, a un centro de rehabilitación juvenil, a comedores públicos, visitemos a enfermos terminales y solitarios. Estoy segura que a la primera visita, tu visión de la vida cambiaría y tu misericordia se  avivaría.

   Pero si te es imposible realizar alguna de estas nobles acciones, no te apures. Llénate de gozo y envíales un donativo anónimo, saturado del amor que hay en tu corazón. Por lo pronto dejemos de lado la comodidad y salgamos a la calle, a lo mejor con suerte, podríamos disminuir en lo posible alguna necesidad ajena.