miércoles, 29 de abril de 2020


¡Quiero ser una Gran Persona!
Siendo franca debo aceptar que a mí me gustaría ser reconocida como una gran persona, pero a la vez también quisiera saber, cómo reconocer en los demás esta cualidad. 
Entonces lo primero que debo hacer, es luchar por conservar mi forma de pensar de manera independiente de la opinión pública, sentirme segura de que lo que digan los demás nunca va a marcar mi pauta, ni a modificar mi forma de pensar y de ser.
Pero para lograrlo, es necesario que desde la infancia me hayan enseñado lo que significa la prudencia, sobre todo a controlar esos actos cotidianos que en ocasiones violentan la situación. En esos primeros años es indispensable la formación de un recio carácter basado en valores y principios que ayuden a convivir en armonía, alejados de gritos y desesperaciones.
A través de la historia hemos podido reconocer, que las grandes personalidades pensaban  con claridad, hablaban con inteligencia y vivían con sencillez, su esperanza la cifraban en un futuro esperanzador. Si en algún momento se regresaba al pasado, era para recordar la lección aprendida que le sirviera para ser mejor persona.
Dicen los que saben, que su cualidad más valiosa es que siempre tienen tiempo, son sumamente organizados, todo lo tienen bajo control. 
Jamás menosprecian a nadie, son amables y alegres, además observan todo con detenimiento, por eso disfrutan cada instante. Gozan con intensidad la quietud de la noche lo mismo que el radiante sol, admiran la belleza del arte en todas sus manifestaciones.
La vanidad no habita en ellos porque no buscan alabanzas, tampoco gustan de ofender, al hacer balance se dan cuenta de que tienen mucho más de lo que creen merecer.
Su curiosidad los lleva a aprender hasta de los niños y lo más especial es que consideran que lo que hacen no es un trabajo, es el medio que les permite sentir placer sin necesidad de recompensa. 
Disfrutan de cierto aislamiento espiritual, espacio al que no llegan halagos ni censuras, pero este auto aislamiento no es algo frio, ahí mismo aman, sufren, piensan, comprenden.
La posición social o el dinero no le son indispensables, si aparecen no estorban, aunque lo más importante para ellos es lo que representa su semejante. Si llegaran a cometer un error, aceptan con gusto el cambio, pero no se dejan influir y respetan sin condiciones la verdad. Tienen una mente de adulto dentro de un corazón de niño, siempre se permiten el tiempo necesario para conocerse a sí mismos tal cual son y conocer a Dios.
Después de leer lo anterior me convencí de que no debemos conformarnos con ser buenas personas, porque tenemos todo lo necesario para convertirnos en “grandes personas”, recordemos que la Grandeza no se compra, se obtiene con un corazón humilde ante Dios.
Antonieta B. de De Hoyos                        4/29/20


martes, 21 de abril de 2020


¿Qué puedo hacer para cambiar mi vida?
Sin siquiera imaginarlo, nuestra cotidianidad cambió para siempre con la presencia de un virus, que en ocasiones es débil y en otras es mortal. Vernos obligados a obedecer reglas de salud, nos ha llevado a un encierro involuntario jamás deseado. De repente de la noche a la mañana los adultos mayores, las personas con enfermedad crónica, las mujeres embarazadas, deberán protegerse doblemente. Nadie debe salir sin tapabocas, lentes y gel para desinfectar sus manos al regresar a casa.
Afortunadamente me encontré estas recomendaciones que sirven para sobrellevar este encierro con mayor felicidad, considero que son útiles y fácil de realizar.   
En primer lugar: ¡Madruga! Jamás te quedes acostado ni con la ropa de dormir el resto del día, lávate la cara con agua fría para despabilarte, cepilla tus dientes, rasurate, las mujeres un ligero maquillaje. Después de un buen desayuno, anímate para iniciar las siguientes actividades:
Siéntate cómodo y guarda silencio por unos momentos, si quieres empezar el día con calma, medita, reza, lo esencial es que sientas gozo al hacerlo. Repite en voz alta y con claridad lo que quieres cambiar en tu vida, eso te ayudará a programar tu mente hacia el éxito.
Imagina que logras tus metas. Después disponte para hacer un poco de ejercicio o de yoga si lo acostumbras, esto sirve para incrementar tu ritmo cardiaco a la vez que  despierta tu cuerpo para que produzca hormonas como la endorfina que son las de la felicidad, esa es la razón por la que te sentirás mucho mejor y más seguro de lo que quieres.
Después de comer y colaborar en la limpieza de la casa, date tiempo para leer, ya sea en la computadora, el internet o celular. Aprende de todo y de todos los que tuvieron éxito, eso te servirá para lograr lo que te propongas. No olvides que los conocimientos adquiridos en este encierro involuntario, elevarán la calidad de tu porvenir.
Si quieres y puedes, escribe sobre las cosas buenas que te sucedieron el día anterior eso te hará pensar en forma positiva, también puedes escribir un mensaje de aliento a tus seres queridos a través del internet. Escribir un diario en hojas sueltas o en un cuaderno en desuso resulta divertido, porque después al leerlo verás  con gratitud lo que ya tienes, lo que has mejorado y lo que has aprendido.
Por supuesto que no dan ganas de levantarse temprano, quizás estas actividades te parezcan hasta poco valiosas, lo cierto es que es un reto y si lo haces con entusiasmo durante 21 días, notarás en ti y en los que te rodean una gran diferencia entre ayer y hoy.
Tu cuerpo se llenará de energía, tu  espíritu se fortalecerá, verás la vida con mayor alegría y en el momento menos esperado agradecerás a Dios la oportunidad de vivir este corto encierro, porque te permitió revalorar lo que antes ni siquiera tomabas en cuenta.
Antonieta B. de De Hoyos                                           4/22/20  


miércoles, 15 de abril de 2020


Cuando se pierde la brújula.
Con tantas ocupaciones, preocupaciones y fatalismos diarios hemos complicado al extremo nuestro mundo interior, dejamos de disfrutar la vida, dejamos de ver todo lo bello que nos rodea: el campo, los animales, montañas, ríos, la calidez de la familia.
Sufrimos demasiado por alguien que por designios divinos ya no está con nosotros, olvidando a los que nos rodean y suplican ávidos un poco de cariño.
Millones de seres humanos sufren hambre, pasan frio, se sienten relegados ante nuestra  indiferencia. Los descuidamos, no nos fijamos que muchos de ellos forman parte de la familia que rara vez visitamos.  
Una mayoría se queja por estar solos, sin pensar que vivir en soledad no es tan malo cuándo se tiene la seguridad de que Dios siempre nos acompaña.  
Estar en soledad tiene sus beneficios porque da la oportunidad de decidir lo que cada uno quiere hacer con la debida responsabilidad, sin tener que pedir autorización a nadie.
También en estos maravillosos espacios de soledad, conocemos lo que sucede en nuestro interior, lo que pensamos, lo que sentimos, lo que nos hace sufrir y lo que provoca gozo. Vivir de esa manera es un privilegio que permite orar, meditar, pedir con humildad  perdón por los errores, agradecer las bendiciones, orar por los que amamos y por el bien de todos los que sufren y que no conocemos.
Lo que si debemos evitar, es caer en lamentaciones por el hecho de sentirse viejo o estar sufriendo alguna penosa enfermedad. Personajes ilustres en el pasado y en la actualidad han realizado sus mejores obras en esas circunstancias.
A lo mejor por descuido dejamos de valorar los bienes no materiales que poseemos y por esa razón caemos en una ligera depresión.
Pero si nos conservamos con vida es porque Dios nos está bendiciendo, este cambio tan radical que está sufriendo la humanidad entera en el acostumbrado ritmo de vida, es para que lo superemos apoyados en la fe.  
Por lo regular cuando se pierde algo, se sale ganando. La persona se libera de lo innecesario que le impedía emprender el vuelo más alto hasta alcanzar la plenitud. Sabemos que de la cuna a la tumba todo es aprendizaje, lo esencial es aprender la lección.  
Cuando vivimos en sobriedad practicamos el amor al prójimo, en los excesos alimentamos el egoísmo. Empecemos a hacer lo que nos gusta, lo que da felicidad y lleva al éxito.
Lo importante es estar en paz con uno mismo, después con los que nos rodean. La vida terrena es corta por eso sufrir es una pérdida total. Aprovecha la oportunidad de ayudar a los demás, eso alimenta tu espíritu de servicio y te conduce a amar y a ser amado.  
Antonieta B. de De Hoyos                                       4/15/20

miércoles, 8 de abril de 2020


¡Gracias  Dios!
Lo más probable es que durante la euforia de la juventud y madurez, pocas veces nos detengamos ante el milagro de permanecer vivos y que hasta después de superar un quebranto de salud sea cuando lo tomemos en cuenta.
Solo al convertirse en adulto mayor, cuando de repente sentimos nuestro cuerpo cansado, deteriorado, percibimos que nuestra principal riqueza consistía en poseer un organismo sano que a veces por descuido maltratamos.
Los jóvenes, adolescentes y adultos, en su exagerada libertad y felicidad se exponen diariamente a sufrir accidentes que les incapacitan o conducen irremediablemente a una muerte prematura.
La gran amenaza en la actualidad lo representa el alto consumo de drogas, alcohol y las enfermedades de trasmisión sexual.    
Triste realidad que debemos aceptar como resultado de la deficiente o casi nula educación en el hogar, esa infancia en la que los padres por negligencia dejamos de inculcar en los hijos el agradecimiento, permitiendo así la entrada a la soberbia y la violencia.
Urge retomar la virtud del agradecimiento, es impostergable aprender a agradecer por todo lo que se recibe de la vida o de Dios, según las creencias.
Alrededor del mundo se vive una etapa difícil.
Una epidemia nos ha despertado del letargo materialista en el que habíamos caído, ricos y pobres de acuerdo a su dimensión despilfarra. Olvidamos por completo el amor al prójimo, el servicio a los demás, el compartir con el que menos tiene, el respeto a la propia vida.
Hoy la adversidad nos obliga a repensar en nuestra conducta y a sufrir esas dolorosas lecciones que seguramente servirán para hacernos mejores personas y a cuidar con mayor esmero a los que nos rodean.
En estas semanas de encierro, aprovechemos para que con sincero arrepentimiento enseñemos a los pequeños a ser agradecidos y a que comprendan que cada fracaso es para entender el fracaso de los demás y ofrecer ayuda.  
Es el tiempo ideal para empezar a agradecer por todas aquellas ocasiones en las que tuvimos que practicar la paciencia, la tolerancia y la esperanza, porque gracias a ellas pudimos descubrir la realidad y la verdad.
Algunos atribuyen a su suerte el resolver con acierto sus problemas, otros creemos que es Dios quien nos ilumina. De cualquiera de las dos formas, las victorias que obtenemos   nos preparan para los días tristes.
Agradecemos de corazón por los padres que tuvimos, (algunos no gozan ese privilegio)  por los amigos, por los maestros, por los libros leídos, los viajes realizados, las comidas disfrutadas, por el aire respirado.
Lo máximo es agradecer por haber conocido a Dios, saber que vela por nosotros a  pesar de los errores y debilidades. Por tener el enorme privilegio de caminar este espacio terreno sabiendo que nos ama a pesar de los defectos, sobre todo por esas soluciones que nos ofrece a pesar de nuestras terquedades.
¡Gracias Dios, por el inmenso gozo de comprobar que aún sigo vivo!
Antonieta B. de De Hoyos.                                      4/15/20

miércoles, 1 de abril de 2020


Administremos el buen tiempo.
.-Un hombre decidió pasar algunas semanas en un monasterio de Nepal. Cierta tarde entró en uno de los numerosos templos de la región y encontró a un monje sentado en el altar, sonriendo.Le preguntó por qué sonreía. «Porque entiendo el significado de los plátanos», fue su respuesta. Dicho esto, abrió la bolsa que llevaba, extrayendo de ella un plátano podrido. «Esta es la vida que pasó y no fue aprovechada en el momento adecuado; ahora es demasiado tarde.» Enseguida, sacó de la bolsa un plátano aún verde, lo mostró y volvió a guardarlo. «Esta es la vida que aún no sucedió, es necesario esperar el momento adecuado. «Finalmente tomó un plátano maduro, lo peló y lo compartió con él. «Esta es la vida en el momento presente. Aliméntate con ella y vívela sin miedos y sin culpas.
Esta anécdota me fascinó, sentí que este ejemplo cabía perfectamente en el crítico momento que estamos viviendo.
La mayoría estamos asustados no por lo que pueda pasarnos con el “covi”, sino por lo que pudiese suceder a algunos de nuestros seres queridos, dolor entrañable que resulta a veces casi imposible de superar.
Desde que nací amé intensamente a mi padre. Recuerdo que mucho antes de que sucediera, pensé en el momento en que Dios lo mandara llamar y lo alejara de mi lado. Cuatro décadas de felicidad pasaron para que inesperadamente un infarto le quitara la vida. Me sentí morir, pasó más de un año para que aceptara su ausencia, no del todo por supuesto, pero si lo suficiente para retomar el camino.  
¿Pero qué sucedió después? Dios ocupó su lugar en mi corazón. Desde aquel doloroso suceso mi espíritu se fortaleció, aquella débil criatura cambió por completo. Las personas que me rodeaban adquirieron un enorme valor, conocí la humildad al aceptar su voluntad.  
Hoy tenemos miedo ante lo que se presenta, estamos desesperados por salir a la calle, por asistir a frívolas reuniones, por malgastar el dinero en compras innecesarias, por aparentar lo que no somos.
Dios nos está dando la oportunidad de tiempos mejores a través de duras lecciones, pero todo dependerá del cristal con el que veamos este renacimiento.
Aprovechemos el tiempo que tenemos, vivamos con verdadero amor las relaciones personales, amemos a la pareja, a los hijos a todos con los que convivimos, conocidos y desconocidos, hagamos todo el bien que podamos, compartamos nuestros bienes con los más necesitados.
Leí en un libro saturado de sabiduría que: Dios otorgó la inteligencia  a los seres humanos para que trabajaran y se enriquecieran pero, con el propósito de que compartieran esos bienes con los desposeídos, jamás para que con codicia los acumularan.  
Esta desafortunada pandemia nos ha obligado a despedir por igual a seres queridos sean pobres o ricos. Disfrutemos el buen tiempo en nuestro diario vivir; cantemos, bailemos, riamos, abracemos y amemos, porque los días malos llegarán en cualquier momento.
…! Dios nos proteja ¡
Antonieta B. de De Hoyos                                           4/1/20