miércoles, 15 de abril de 2020


Cuando se pierde la brújula.
Con tantas ocupaciones, preocupaciones y fatalismos diarios hemos complicado al extremo nuestro mundo interior, dejamos de disfrutar la vida, dejamos de ver todo lo bello que nos rodea: el campo, los animales, montañas, ríos, la calidez de la familia.
Sufrimos demasiado por alguien que por designios divinos ya no está con nosotros, olvidando a los que nos rodean y suplican ávidos un poco de cariño.
Millones de seres humanos sufren hambre, pasan frio, se sienten relegados ante nuestra  indiferencia. Los descuidamos, no nos fijamos que muchos de ellos forman parte de la familia que rara vez visitamos.  
Una mayoría se queja por estar solos, sin pensar que vivir en soledad no es tan malo cuándo se tiene la seguridad de que Dios siempre nos acompaña.  
Estar en soledad tiene sus beneficios porque da la oportunidad de decidir lo que cada uno quiere hacer con la debida responsabilidad, sin tener que pedir autorización a nadie.
También en estos maravillosos espacios de soledad, conocemos lo que sucede en nuestro interior, lo que pensamos, lo que sentimos, lo que nos hace sufrir y lo que provoca gozo. Vivir de esa manera es un privilegio que permite orar, meditar, pedir con humildad  perdón por los errores, agradecer las bendiciones, orar por los que amamos y por el bien de todos los que sufren y que no conocemos.
Lo que si debemos evitar, es caer en lamentaciones por el hecho de sentirse viejo o estar sufriendo alguna penosa enfermedad. Personajes ilustres en el pasado y en la actualidad han realizado sus mejores obras en esas circunstancias.
A lo mejor por descuido dejamos de valorar los bienes no materiales que poseemos y por esa razón caemos en una ligera depresión.
Pero si nos conservamos con vida es porque Dios nos está bendiciendo, este cambio tan radical que está sufriendo la humanidad entera en el acostumbrado ritmo de vida, es para que lo superemos apoyados en la fe.  
Por lo regular cuando se pierde algo, se sale ganando. La persona se libera de lo innecesario que le impedía emprender el vuelo más alto hasta alcanzar la plenitud. Sabemos que de la cuna a la tumba todo es aprendizaje, lo esencial es aprender la lección.  
Cuando vivimos en sobriedad practicamos el amor al prójimo, en los excesos alimentamos el egoísmo. Empecemos a hacer lo que nos gusta, lo que da felicidad y lleva al éxito.
Lo importante es estar en paz con uno mismo, después con los que nos rodean. La vida terrena es corta por eso sufrir es una pérdida total. Aprovecha la oportunidad de ayudar a los demás, eso alimenta tu espíritu de servicio y te conduce a amar y a ser amado.  
Antonieta B. de De Hoyos                                       4/15/20

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