Cuando se pierde la
brújula.
Con tantas ocupaciones,
preocupaciones y fatalismos diarios hemos complicado al extremo nuestro mundo
interior, dejamos de disfrutar la vida, dejamos de ver todo lo bello que nos
rodea: el campo, los animales, montañas, ríos, la calidez de la familia.
Sufrimos demasiado por
alguien que por designios divinos ya no está con nosotros, olvidando a los que nos
rodean y suplican ávidos un poco de cariño.
Millones de seres
humanos sufren hambre, pasan frio, se sienten relegados ante nuestra indiferencia. Los descuidamos, no nos fijamos que
muchos de ellos forman parte de la familia que rara vez visitamos.
Una mayoría se queja
por estar solos, sin pensar que vivir en soledad no es tan malo cuándo se tiene
la seguridad de que Dios siempre nos acompaña.
Estar en soledad tiene
sus beneficios porque da la oportunidad de decidir lo que cada uno quiere hacer
con la debida responsabilidad, sin tener que pedir autorización a nadie.
También en estos
maravillosos espacios de soledad, conocemos lo que sucede en nuestro interior,
lo que pensamos, lo que sentimos, lo que nos hace sufrir y lo que provoca gozo.
Vivir de esa manera es un privilegio que permite orar, meditar, pedir con humildad
perdón por los errores, agradecer las
bendiciones, orar por los que amamos y por el bien de todos los que sufren y
que no conocemos.
Lo que si debemos evitar,
es caer en lamentaciones por el hecho de sentirse viejo o estar sufriendo
alguna penosa enfermedad. Personajes ilustres en el pasado y en la actualidad
han realizado sus mejores obras en esas circunstancias.
A lo mejor por descuido
dejamos de valorar los bienes no materiales que poseemos y por esa razón caemos
en una ligera depresión.
Pero si nos conservamos
con vida es porque Dios nos está bendiciendo, este cambio tan radical que está
sufriendo la humanidad entera en el acostumbrado ritmo de vida, es para que lo
superemos apoyados en la fe.
Por lo regular cuando
se pierde algo, se sale ganando. La persona se libera de lo innecesario que le impedía
emprender el vuelo más alto hasta alcanzar la plenitud. Sabemos que de la cuna
a la tumba todo es aprendizaje, lo esencial es aprender la lección.
Cuando vivimos en
sobriedad practicamos el amor al prójimo, en los excesos alimentamos el egoísmo.
Empecemos a hacer lo que nos gusta, lo que da felicidad y lleva al éxito.
Lo importante es estar
en paz con uno mismo, después con los que nos rodean. La vida terrena es corta
por eso sufrir es una pérdida total. Aprovecha la oportunidad de ayudar a los
demás, eso alimenta tu espíritu de servicio y te conduce a amar y a ser amado.
Antonieta B. de De
Hoyos
4/15/20
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