El humanismo del tercer
milenio.
Es realmente sorprendente la
cantidad de gente que en la actualidad viaja por placer, privilegio que antes
se reservaba para los pudientes, pero que hoy cualquiera sin importar nivel
económico puede hacerlo. Recuerdo como nos reíamos de los “defeños” que a la
primera oportunidad de asueto, corrían a las playas más cercanas, saturaban las
carreteras y las estaciones de autobuses. Ahora son los aeropuertos porque
viajar al extranjero se ha puesto de moda. En la actualidad el ciudadano común
tiene varios viajes en su haber dentro del país y muchos se preparan para
cruzar el océano.
Las distancias se acortan a
pesar de que el dinero escasea. No importa el despilfarro de regreso ya
veremos. Gastamos en todo, en autos, en departamentos, en comidas fuera de
casa, en colegios caros. Nada detiene el placer de los sentidos, pagamos lo que
sea con tal de sentir esa alegría que da el figurar.
En esta vorágine de placeres
mundanos y ostentaciones, nos alejamos del máximo gozo al que debe aspirar un
ser humano, la satisfacción de servir.
En lo cotidiano se ha vuelto una mala costumbre, el eludir todo compromiso con
ancianos o enfermos.
Me vino esto a la mente
cuando leí que en el Código Penal Suizo,
existe un artículo que se interpreta de manera ambigua, ya que no castiga ni
persigue como delito, el proveer a los enfermos de sustancias que pongan fin a
sus días. Se mencionan varias condiciones como: que no medien "intereses
egoístas", que el paciente esté lúcido, que exprese su deseo de manera
reiterada y que pueda consumir la droga por sí mismo.
Son dos las organizaciones
que ayudan a los enfermos terminales a acabar con sus sufrimientos, este es un proceso
conocido como "auto entrega". En el curso de un año se asistió a 195
suicidios de extranjeros, de los cuales 120 eran alemanes. A esta forma de
negociar se le llama el “turismo de la
muerte”, su costo asciende hasta 4.000 euros, dinero necesario para pagar
análisis forenses, el entierro o cremación del cadáver.
La práctica no es bien vista
porque facilita el suicidio, pero las
asociaciones afirman que ellos no matan, que es el propio paciente con
el asesoramiento de profesionales, el que decide quitarse la vida con una
combinación de fármacos que les consiguen y les aconsejan tomar; también les
ofrecen apoyo psicológico y compañía en sus últimos momentos. Los residentes
suizos cristianos, luchan por cambiar esta situación, porque está por emitirse
una nueva ley sobre ‘asistencia al suicido’ (eutanasia, ‘muerte digna’).
Hoy en día sabemos que una
persona toma la decisión de quitarse la vida, cuándo cae en depresión, en esa profunda tristeza que
provoca el desamor; cuándo sufre tremendos dolores, cuando sabe que su
enfermedad no tiene cura, pero sobre todo, cuando se considera una carga para
los que antaño sirvió. ¿Será posible que el humanismo en este tercer milenio se
limite a adelantar la muerte a los que caen en desgracia?... ¿Y la caridad?...
¿Y la misericordia?... ¿Y la compasión?... ¿Y el amor al prójimo?...
Antonieta B. de De Hoyos agosto 30/14