lunes, 11 de agosto de 2014


Pa’ qué te distraigas.

¡Qué bárbaros! ahora sí que Televisa no se midió (como dicen los jóvenes) con los finales de la telenovela “Lo que la vida me robó”.

Aclaro que soy poco afecta a esta diversión hogareña, a lo mejor porque busco con especial empeño historias inéditas, los “refritos” que hoy abundan me exasperan. O porque disfruto mucho la actuación de los auténticos actores; los improvisados, los atléticos y las bellas mujeres que platican, me fastidian. Lo que me fascinan son las locaciones, los paisajes naturales, las casas antiguas, las iglesias; lo artificial rompe el encanto de la narración.

¿Me habré vuelto exigente con el tiempo? o de plano los escritores,- porque ahora ya no es uno sino varios-, al verse apremiados con la grabación de los capítulos inventan situaciones inverosímiles sin tomar en cuenta la inteligencia, madurez o inmadurez de las personas que con esta distracción, intentan olvidar las penurias del día. Como quiera que sea, de vez en cuando al acostarme, aunque solo sea por minutos  sintonizo este  canal, la curiosidad por saber que le han quitado o puesto de novedoso a los  “refritos”, me gana.

Fue en estos espacios que me di cuenta de que para captar la atención de los espectadores, exageraron en escenas con tintes de libertinaje femenino, otras con acciones proclives a la homosexualidad y la peor, la más indigna, la que nunca debió ni siquiera haberse insinuado, la violación de un hombre en la cárcel. Ejemplos censurables que provocan en el público de todas las edades, reacciones diferentes que quedan fuera de control. El éxito de las anteriores no las requirió.

Total, el domingo como a las  9.45 de la noche encendí la tele y sin proponérmelo, pude ver la última media hora de este tan esperado gran final.

“Dos mujeres enloquecidas por el dolor lloraban con gritos desgarradores; todos en la historia sufren la misma pena. La supuesta viuda de dos hombres, luce un hermoso vestido negro de coctel”. ¿No sé por qué? pero nunca se mencionó el nombre del muerto. ¡Oh sorpresa! Sebastián Ruli después de recibir un balazo en el pecho, aparece apenas pasadas unas horas bien vestido con un brazo entablillado. En la segunda versión del final hay dos ataúdes en la iglesia,  la viuda destapa uno y le da un beso, al otro le pone una flor encima y se va. ¡Qué ternura!

Esta novela prueba dos cosas: que la creatividad de los escritores está agotada y, la permisividad de Gobernación para que, a través de este medio se haga una apología del delito. Pareciera que el productor no comprende que la sociedad ha evolucionado, que los tiempos difíciles que vivimos dentro y fuera de los hogares, nos han obligado a madurar, a pensar con detenimiento el paso que damos, por eso exigimos respeto y seriedad.

Desechemos la basura, evitemos contaminar nuestra mente con imágenes que muestren el lado oscuro de la existencia. Busquemos entretenimientos que eleven nuestra autoestima, que nos enaltezcan como personas y nos conduzcan a vivir en armonía con  lo que Dios espera de nosotros.

Por Antonieta B. de De Hoyos                        3 de agosto de 2014

 

 

 

 

 

 

 



 
Pa’ qué te distraigas.
¡Qué bárbaros! ahora sí que Televisa no se midió (como dicen los jóvenes) con los finales de la telenovela “Lo que la vida me robó”.
Aclaro que soy poco afecta a esta diversión hogareña, a lo mejor porque busco con especial empeño historias inéditas, los “refritos” que hoy abundan me exasperan. O porque disfruto mucho la actuación de los auténticos actores; los improvisados, los atléticos y las bellas mujeres que platican, me fastidian. Lo que me fascinan son las locaciones, los paisajes naturales, las casas antiguas, las iglesias; lo artificial rompe el encanto de la narración.
¿Me habré vuelto exigente con el tiempo? o de plano los escritores,- porque ahora ya no es uno sino varios-, al verse apremiados con la grabación de los capítulos inventan situaciones inverosímiles sin tomar en cuenta la inteligencia, madurez o inmadurez de las personas que con esta distracción, intentan olvidar las penurias del día. Como quiera que sea, de vez en cuando al acostarme, aunque solo sea por minutos  sintonizo este  canal, la curiosidad por saber que le han quitado o puesto de novedoso a los  “refritos”, me gana.
Fue en estos espacios que me di cuenta de que para captar la atención de los espectadores, exageraron en escenas con tintes de libertinaje femenino, otras con acciones proclives a la homosexualidad y la peor, la más indigna, la que nunca debió ni siquiera haberse insinuado, la violación de un hombre en la cárcel. Ejemplos censurables que provocan en el público de todas las edades, reacciones diferentes que quedan fuera de control. El éxito de las anteriores no las requirió.
Total, el domingo como a las  9.45 de la noche encendí la tele y sin proponérmelo, pude ver la última media hora de este tan esperado gran final.
“Dos mujeres enloquecidas por el dolor lloraban con gritos desgarradores; todos en la historia sufren la misma pena. La supuesta viuda de dos hombres, luce un hermoso vestido negro de coctel”. ¿No sé por qué? pero nunca se mencionó el nombre del muerto. ¡Oh sorpresa! Sebastián Ruli después de recibir un balazo en el pecho, aparece apenas pasadas unas horas bien vestido con un brazo entablillado. En la segunda versión del final hay dos ataúdes en la iglesia,  la viuda destapa uno y le da un beso, al otro le pone una flor encima y se va. ¡Qué ternura!
Esta novela prueba dos cosas: que la creatividad de los escritores está agotada y, la permisividad de Gobernación para que, a través de este medio se haga una apología del delito. Pareciera que el productor no comprende que la sociedad ha evolucionado, que los tiempos difíciles que vivimos dentro y fuera de los hogares, nos han obligado a madurar, a pensar con detenimiento el paso que damos, por eso exigimos respeto y seriedad.
Desechemos la basura, evitemos contaminar nuestra mente con imágenes que muestren el lado oscuro de la existencia. Busquemos entretenimientos que eleven nuestra autoestima, que nos enaltezcan como personas y nos conduzcan a vivir en armonía con  lo que Dios espera de nosotros.
Por Antonieta B. de De Hoyos                        3 de agosto de 2014
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 



 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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