lunes, 11 de agosto de 2014


El símbolo sexual no es feminista.

Nací poco antes de que el “Movimiento de Liberación Femenina” europeo llegara a México, fue al inicio de mi primera juventud que empecé a tener noticias de ella y de algunas de sus propuestas; como el uso de minifalda y anticonceptivos, el divorcio, las uniones libres,  el derecho a decidir el número de hijos, el ingreso al campo laboral y la negación total a seguir siendo símbolo sexual para diversión de los señores.

De acuerdo a lo que he ido investigando a través de los años, ese movimiento tenía como meta principal el empoderar a la mujer, emanciparla del yugo al que por siglos la había sometido una sociedad regida por hombres. Pero como suele suceder, pronto se le adjudicaron detalles desfavorables que el grupo jamás pensó incluir.

Esta filosofía alcanzó la cúspide, cuando miles de jovencitas ingresaron a las universidades y obtuvieron títulos profesionales, maestrías, doctorados; cuando ocuparon puestos ejecutivos en las empresas  y se incrementó su participación en la política; por supuesto que su mayor orgullo, fue la proclamación de la ley de equidad de género varias décadas después. Ante este estimulo empezaron a destacar en las bellas artes, educación, ciencias y más empleos especializados, donde su  capacidad intelectual quedó comprobada, sin interferir para nada su vida conyugal y su maternidad.  

Desafortunadamente el abuso llevó al libertinaje, pronto proliferaron los nacimientos de niñas dentro y fuera del matrimonio, el mercado se saturó y las oportunidades de gozar estas prerrogativas se redujeron. Las instituciones educativas resultaron insuficientes, el auge femenino se estancó, el educar en valores éticos y religiosos menguó y, como consecuencia dio paso al  protagonismo femenino, a la búsqueda de la fama.

De nueva cuenta caímos en el juego masculino, el degradante símbolo sexual regresa  acompañado de cirugías estéticas. La farándula televisiva contaminó a las hijas de familia y a las mujeres casadas, invitándolas a  salir con poca ropa en la portada de una revista o periódico local, o de perdido en las redes sociales. La modernidad y la tecnología dieron poder a los medios de comunicación, los que aprovecharon como negocio la difusión de estas novedosas, atrevidas y  escandalosas conductas. 

La carestía generalizada, hizo a la educación de calidad inalcanzable, en la actualidad cientos de mujeres “liberadas” están en drogas, alcohol y prostitución, se ofrecen baratas los fines de semana, abortan, se contagian de ETS (enfermedades de trasmisión sexual) y mueren de forma prematura física y moralmente.

La esencia del movimiento feminista es buena y consiste en  “empoderar”, “emancipar“; dar poder a la mujer para que crezca como persona, para que se valore y tome decisiones acertadas, para que sepa guiar a los hijos, para que nadie le falte al respeto. Las precursoras nunca tuvieron en mente la vulgaridad, ni la promiscuidad, mucho menos  mancillar el hogar. Nuestras niñas deben ser educadas en la decencia, para que en su adultez, no se conviertan en el objeto lascivo de los hombres. 

 Por Antonieta B. de De Hoyos                           agosto 9/14

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