El símbolo sexual no es
feminista.
Nací poco antes de que el “Movimiento
de Liberación Femenina” europeo llegara a México, fue al inicio de mi primera
juventud que empecé a tener noticias de ella y de algunas de sus propuestas; como
el uso de minifalda y anticonceptivos, el divorcio, las uniones libres, el derecho a decidir el número de hijos, el
ingreso al campo laboral y la negación total a seguir siendo símbolo sexual
para diversión de los señores.
De acuerdo a lo que he ido
investigando a través de los años, ese movimiento tenía como meta principal el
empoderar a la mujer, emanciparla del yugo al que por siglos la había sometido
una sociedad regida por hombres. Pero como suele suceder, pronto se le adjudicaron
detalles desfavorables que el grupo jamás pensó incluir.
Esta filosofía alcanzó la
cúspide, cuando miles de jovencitas ingresaron a las universidades y obtuvieron
títulos profesionales, maestrías, doctorados; cuando ocuparon puestos
ejecutivos en las empresas y se incrementó
su participación en la política; por supuesto que su mayor orgullo, fue la proclamación
de la ley de equidad de género varias décadas después. Ante este estimulo empezaron
a destacar en las bellas artes, educación, ciencias y más empleos especializados,
donde su capacidad intelectual quedó
comprobada, sin interferir para nada su vida conyugal y su maternidad.
Desafortunadamente el abuso
llevó al libertinaje, pronto proliferaron los nacimientos de niñas dentro y
fuera del matrimonio, el mercado se saturó y las oportunidades de gozar estas
prerrogativas se redujeron. Las instituciones educativas resultaron
insuficientes, el auge femenino se estancó, el educar en valores éticos y
religiosos menguó y, como consecuencia dio paso al protagonismo femenino, a la búsqueda de la
fama.
De nueva cuenta caímos en el
juego masculino, el degradante símbolo sexual regresa acompañado de cirugías estéticas. La
farándula televisiva contaminó a las hijas de familia y a las mujeres casadas,
invitándolas a salir con poca ropa en la
portada de una revista o periódico local, o de perdido en las redes sociales. La
modernidad y la tecnología dieron poder a los medios de comunicación, los que
aprovecharon como negocio la difusión de estas novedosas, atrevidas y escandalosas conductas.
La carestía generalizada,
hizo a la educación de calidad inalcanzable, en la actualidad cientos de
mujeres “liberadas” están en drogas, alcohol y prostitución, se ofrecen baratas
los fines de semana, abortan, se contagian de ETS (enfermedades de trasmisión
sexual) y mueren de forma prematura física y moralmente.
La esencia del movimiento
feminista es buena y consiste en “empoderar”, “emancipar“; dar poder a la mujer
para que crezca como persona, para que se valore y tome decisiones acertadas,
para que sepa guiar a los hijos, para que nadie le falte al respeto. Las
precursoras nunca tuvieron en mente la vulgaridad, ni la promiscuidad, mucho
menos mancillar el hogar. Nuestras niñas
deben ser educadas en la decencia, para que en su adultez, no se conviertan en el
objeto lascivo de los hombres.
Por Antonieta B. de De Hoyos agosto 9/14
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