Amiga:
¡tú hiciste sonreír a Dios…!
Estaba trabajando en mi
computadora cuando decidí distraerme un poco en las redes sociales, después de
leer varios mensajes apareció ante mis ojos la triste noticia de la muerte de
Brígida Villarreal. Yo sabía que su salud estaba un poco quebrantada y que había sido sometida a una delicada
intervención quirúrgica, pero también había visto en días recientes su
magnífica recuperación a través de una foto que colocó en Facebook, donde
aparecía feliz con dos de sus hijos.
“Aquí rodeada de mis pollitos” había escrito, frase que como un chispazo
reapareció en mi memoria.
No le pude dar crédito a esta
noticia hasta que empezaron a llegar los mensajes de condolencia. Por azares
del destino semanas antes de este deceso, tuve la oportunidad de verla y oírla
cantar en el festival organizado por el DIF para los adultos mayores. Como
siempre derrochando simpatía, con su sonrisa franca y su elegante figura.
Brígida fue de esas personas
que no necesitas ver frecuentemente para percibir su empatía, bastaba el
encuentro casual para entablar una amena charla, compartir proyectos, aliviar
penas. Dios le concedió muchos dones pero el que más la caracterizó, fue su
bien timbrada voz y su afición por la
música y el canto, cualquier pretexto era bueno para practicarlo en bodas
religiosas, misas dominicales, reunión de amigas, festivales, etc.
Creo que fuimos muchos los
que tuvimos el privilegio, de escucharle cantar el “Ave María” durante alguna
misa parroquial; en mi caso particular durante la celebración de la boda religiosa de mi hija
Elsa Antonieta, instantes muy emotivos que quedaron grabados de manera especial
en la memoria y en el corazón de parientes y amigos. Todos, hasta los que no la
conocían, cuando acudían al templo y le escuchaban cantar con tanto fervor en el coro, sentían dentro de
sí un inmenso gozo, una sensación única
muy difícil de describir. “Dios está aquí…” frases sublimes que pronunciaba con
extrema delicadeza, con intenso amor, al grado de elevar el espíritu y conducir
sutilmente a los escuchas, hasta ese inesperado pero muy deseado encuentro con
Dios.
Brígida aprovechó muy bien su
espacio terreno, hizo muchas cosas buenas: tomó cursos de biblia durante
treinta y ocho años, formó parte del coro de la iglesia por más de diecinueve,
colaboró como animadora en la Asociación Nacional Pro Superación Personal,
ANSPAC, y participó con frecuencia en labores humanitarias. Cultivó sinceras
amistades, unas más allegadas que otras, pero todas la acompañaron con un
sentido dolor hasta el final y la guardarán para siempre en sus
recuerdos.
Mi amiga se fue en el preciso
instante que Dios la quiso a su lado;
guapa, llena de energía, gozando de las
satisfacciones que da el deber cumplido. Formó una familia, los amó, los
educó y los vio crecer hasta que dieron buenos frutos. Dicen por ahí, que Dios sonríe cuando sus
hijos hacen cosas buenas, Brígida con su
forma de ser estoy segura de que le hizo sonreír muchísimas
veces.
Antonieta B. de De Hoyos julio 12/14.
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