lunes, 11 de agosto de 2014


Amiga: ¡tú hiciste sonreír a Dios…!

Estaba trabajando en mi computadora cuando decidí distraerme un poco en las redes sociales, después de leer varios mensajes apareció ante mis ojos la triste noticia de la muerte de Brígida Villarreal. Yo sabía que su salud estaba un poco quebrantada  y que había sido sometida a una delicada intervención quirúrgica, pero también había visto en días recientes su magnífica recuperación a través de una foto que colocó en Facebook, donde aparecía feliz con dos de sus hijos.  “Aquí rodeada de mis pollitos” había escrito, frase que como un chispazo reapareció en mi memoria. 

No le pude dar crédito a esta noticia hasta que empezaron a llegar los mensajes de condolencia. Por azares del destino semanas antes de este deceso, tuve la oportunidad de verla y oírla cantar en el festival organizado por el DIF para los adultos mayores. Como siempre derrochando simpatía, con su sonrisa franca y su elegante figura.

Brígida fue de esas personas que no necesitas ver frecuentemente para percibir su empatía, bastaba el encuentro casual para entablar una amena charla, compartir proyectos, aliviar penas. Dios le concedió muchos dones pero el que más la caracterizó, fue su bien timbrada voz y su  afición por la música y el canto, cualquier pretexto era bueno para practicarlo en bodas religiosas, misas dominicales, reunión de amigas, festivales, etc.

Creo que fuimos muchos los que tuvimos el privilegio, de escucharle cantar el “Ave María” durante alguna misa parroquial; en mi caso particular durante la  celebración de la boda religiosa de mi hija Elsa Antonieta, instantes muy emotivos que quedaron grabados de manera especial en la memoria y en el corazón de parientes y amigos. Todos, hasta los que no la conocían, cuando acudían al templo y le escuchaban cantar con  tanto fervor en el coro, sentían dentro de sí  un inmenso gozo, una sensación única muy difícil de describir. “Dios está aquí…” frases sublimes que pronunciaba con extrema delicadeza, con intenso amor, al grado de elevar el espíritu y conducir sutilmente a los escuchas, hasta ese inesperado pero muy deseado encuentro con Dios. 

Brígida aprovechó muy bien su espacio terreno, hizo muchas cosas buenas: tomó cursos de biblia durante treinta y ocho años, formó parte del coro de la iglesia por más de diecinueve, colaboró como animadora en la Asociación Nacional Pro Superación Personal, ANSPAC, y participó con frecuencia en labores humanitarias. Cultivó sinceras amistades, unas más allegadas que otras, pero todas la acompañaron con un sentido dolor hasta el final y la guardarán para  siempre en sus  recuerdos.

Mi amiga se fue en el preciso instante que Dios la quiso a su lado;  guapa, llena de energía, gozando de las  satisfacciones que da el deber cumplido. Formó una familia, los amó, los educó y los vio crecer hasta que dieron buenos frutos.  Dicen por ahí, que Dios sonríe cuando sus hijos  hacen cosas buenas, Brígida con su forma de ser estoy segura de que le hizo sonreír  muchísimas  veces. 

   Antonieta B. de De Hoyos              julio 12/14.

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