Los hombres pueden, deben y
quieren regresar.
A lo largo de todo el año que
recién termina pude observar el cambio tan drástico, que el hombre tuvo que
aceptar en su forma de ser masculino, fuerte, enérgico, valiente; obligado por
las presiones sociales de grupos feministas al extremo. No solo cedieron en lo
que se refiere a igualdad en el aspecto laboral, salarial, empresarial; en
estudios universitarios, posgrados, empleos en la política, administrativos,
domésticos, cuidado de niños y permisividad en diversiones en las que muchas
veces las mujeres rompen con la moral establecida.
Esta exigencia fue mucho más
allá del respeto a la dignidad varonil, también cambió la esencia tradicional
del verdadero macho frente a su hembra. Los medios de comunicación, principalmente
la televisión, empezaron a promover en sus
telenovelas y espectáculos a hombres débiles de carácter, que ante lo
imprevisto o fracaso en el amor lloran desconsolados a pesar de lucir tremendos
músculos, producto de extenuantes horas en el gimnasio y beber polvos
proteínicos llamados esteroides. Ahora es la mujer la que le acosa, la que
seduce, la que triunfa en los negocios, la que pone las reglas en una relación,
nada de hijos ni compromisos.
Nos fuimos a los extremos, de
una sumisión completa a una desinhibición destructiva. ¿Ganamos algo? Seguro que sí, pero ya en la
balanza debemos reconocer que perdimos más. Ahora miles de mujeres resultan
embarazadas y contagiadas por hombres indiferentes que les abandonan a sus
suerte y continúan utilizándolas, pero ya sin ningún remordimiento de
conciencia porque aunque sea en apariencia, la mujer afirma que ella así lo
decidió… ¿será?
La modernidad mal enfocada ha
hecho del varón lo que no era, un hombre sin palabra, comodino, golpeador,
hasta asesino. De acuerdo a la historia de la humanidad el hombre lleva grabado
en su mente y en su corazón las tres “P”: procrear, proteger y proclamar. Su
mayor deseo era que su sangre se eternizara en su descendencia, por eso procreaba.
Se esforzaba en el sustento y los protegía con su propia vida. Se sentía tan
orgulloso de su familia que lo proclamaba a los cuatro vientos, como una
advertencia contra aquel que quisiera
hacerles daño: eran sagrados.
En la actualidad no se
respeta lo que nuestros antepasados exigían; que la sangre del varón no se
desparramara, quedaba prohibido engendrar fuera del matrimonio. En la
actualidad existe el riesgo de que se casen hermanos o primos, porque no saben
quién fue su padre, los apellidos ruedan por los suelos, los abuelos no saben
donde están sus nietos de sangre.
La soberbia invade a los
matrimonios, la lucha por el poder esta entablada, ninguno cede y lo que es
peor se olvidan de la misión que como hombre y mujer Dios les encomendó. Un
buen propósito femenino seria revalorar la presencia de la pareja y amarlo como
lo que es, un gran hombre con principios y valores… ¡Feliz 2015!
Antonieta B. de De Hoyos enero 3/15