Mi fe se ha consolidado.
Aunque no fui educada en una
espiritualidad que llegara al fanatismo, si
escuché con bastante frecuencia jaculatorias como: ¡Dios mío, Bendícenos
Señor, Dios te acompañe, Cristo protégenos! etc.
Entre mis recuerdos guardo la
gran devoción que mi nana Elena profesaba a la Virgen de Guadalupe, decía que
era muy milagrosa, por eso entre sus cosas conservaba varias tarjetitas con su
imagen. Antes de acostarse oraba y los domingos iba muy temprano a misa, a la
parroquia, que hoy es Santuario
Guadalupano.
Esto vino a mi memoria,
porque durante varias semanas viví en la incertidumbre que origina esa vorágine
laboral empresarial moderna, que como un lobo feroz nos está robando a nuestros
hijos.
Sucesos en los que, como
padres quedamos al margen y nos convertimos en simples espectadores, con la
desventaja que sufrimos igual o lo doble que los protagonistas. En su juventud
nos esmeramos en darles la mejor preparación académica: maestrías, doctorados,
etc. con la ilusión de que se coloquen en empresas de prestigio y perciban
excelentes salarios, pero con lo que no contábamos era con la globalización de
estas compañías trasnacionales, que entre sus requisitos exigen la movilización
de personal a cualquier parte del mundo.
Desesperada ante la inminente
separación, volví los ojos al cielo y pedí con gran fervor la iluminación para
aquellos que tienen el poder de decidir, pero también para mí, para aceptar sin
objeción los cambios que estaban a punto de presentarse.
En esos días recordé todas
las oraciones y cristianos consejos que los amigos de Facebook comparten,
pensamientos que al leerlos enternecen, reaniman, reconfortan y después
pareciera que se olvidan, pero no es así, porque es en estos momentos críticos
cuando surgen y dan la serenidad necesaria para aceptar sin titubeos lo que
venga.
Probablemente sea mi estado
anímico, pero el pensar que veré a mis
hijos y nietos una o dos veces al
año por escasos días, no me augura felicidad. Encendí mi cirio bendito y mientras
oraba se mezcló en mis tribulaciones la imagen de la Santísima Virgen María, la
verdad es que nunca la había invocado
conscientemente, si en el rutinario rezo del rosario o durante las ceremonias
religiosas, pero esta vez sin darme cuenta me vi hablando con ella, pidiéndole
que como madre intercediera, deseaba lo mejor para mis hijos pero la ausencia
probablemente no la soportaría.
Pasaron los días, continué en la oración pero de manera distinta, acepté resignada lo
que Dios hubiera dispuesto para mi vejez. De repente una llamada, la compañía
había reconsiderado se quedaba en el mismo puesto y con mejor salario. Mi
corazón se llenó de gozo, al día siguiente fui a misa para agradecer a Dios tan
maravillosa bendición y a nuestra amada
Madre su intercesión.
Por Antonieta B. de De
Hoyos
octubre 25/14.
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