miércoles, 29 de octubre de 2014


Espiritualidad Misionera.

Los cristianos en la misión universal debemos participar en la oración, en los sacrificios y en dar testimonio de una vida buena. La oración debe acompañarnos en el camino misionero que nos permite anunciar la Palabra por medio de la gracia divina. 

Su Santidad el Papa Juan XXIII rezaba el Rosario todos los días por la salvación del mundo entero y dedicaba una decena por cada continente. A mediados del siglo XX el obispo norteamericano, Monseñor Fulton J. Sheen, ideó este “Rosario Misionero” con el propósito de orar por las misiones y los misioneros; es el tradicional rosario con el cual, por intercesión de María pedimos al Padre por todas las intenciones y necesidades.

Las cinco decenas son de colores diferentes y representan los cinco continentes desde el punto de vista misional. "La decena blanca es por la vieja Europa, para que sea capaz de recuperar la fuerza evangelizadora que ha engendrado tantas Iglesias; la decena amarilla es por Asia, que rebosa de vida y de juventud; la decena verde es por África, probada por el sufrimiento, pero disponible al anuncio; la decena roja es por América, promesa de nuevas fuerzas misioneras; la decena azul es por el continente de Oceanía, que espera una difusión más profunda del Evangelio".

Primer misterio: por la  Iglesia de África, por  sus más de 500 millones de habitantes para que logre asumir la plenitud de la revelación de Cristo. Segundo misterio: por la Iglesia de América, "continente de la esperanza" donde se registra el más alto porcentaje de católicos, pero con escasez de sacerdotes y laicos comprometidos. Tercer misterio: por la Iglesia de Europa, para que retorne a las fuentes de su fe enfriada con el correr de los siglos. Cuarto misterio: por la Iglesia de Oceanía, lejano y pequeño universo de islas y numerosas razas, para que sean iluminadas y guiadas a la luz del Evangelio. Quinto misterio: por la Iglesia de Asia, el continente más poblado del mundo, donde los católicos constituyen solo el 2% de la población y son perseguidos y  combatidos.

Pero recemos también por las sencillas pero significativas misiones en nuestra región, en la familia, en el trabajo, lugares habituales en los que con nuestro ejemplo cristiano ayudamos a la conversión de muchos. Recemos por las esforzadas madres misioneras que alrededor del mundo infunden en sus hijos la fe cristiana, a pesar de  las terribles difamaciones que sufren la iglesia y los sacerdotes.  

Escuchen hombres y mujeres: solteros, casados, divorciados, abandonados; recen el rosario, nuestra Madre María siempre nos escucha e intercede por nosotros ante nuestro Señor Jesucristo.

Atesoremos en la mente y en el corazón la Palabra de Dios, porque solo con un espíritu fortalecido en la fe, podremos afrontar las contrariedades que la vida nos presenta y levantarnos si hemos caído. Cuando la persona reza recibe la iluminación  precisa, para guiar a muchos jóvenes desorientados hacia ese encuentro con Dios, que claman suplicantes las nuevas generaciones.    

Antonieta B. de De Hoyos                                 octubre/18/14.

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