Espiritualidad
Misionera.
Los cristianos en la
misión universal debemos participar en la oración, en los sacrificios y en dar
testimonio de una vida buena. La oración debe acompañarnos en el camino misionero
que nos permite anunciar la Palabra por medio de la gracia divina.
Su Santidad el Papa
Juan XXIII rezaba el Rosario todos los días por la salvación del mundo entero y
dedicaba una decena por cada continente. A mediados del siglo XX el obispo
norteamericano, Monseñor Fulton J. Sheen, ideó este “Rosario Misionero” con el propósito
de orar por las misiones y los misioneros; es el tradicional rosario con el
cual, por intercesión de María pedimos al Padre por todas las intenciones y
necesidades.
Las cinco decenas son
de colores diferentes y representan los cinco continentes desde el punto de
vista misional. "La decena blanca es por la vieja Europa, para que sea
capaz de recuperar la fuerza evangelizadora que ha engendrado tantas Iglesias;
la decena amarilla es por Asia, que rebosa de vida y de juventud; la decena
verde es por África, probada por el sufrimiento, pero disponible al anuncio; la
decena roja es por América, promesa de nuevas fuerzas misioneras; la decena
azul es por el continente de Oceanía, que espera una difusión más profunda del
Evangelio".
Primer misterio: por la
Iglesia de África, por sus más de 500 millones de habitantes para que
logre asumir la plenitud de la revelación de Cristo. Segundo misterio: por la
Iglesia de América, "continente de la esperanza" donde se registra el
más alto porcentaje de católicos, pero con escasez de sacerdotes y laicos
comprometidos. Tercer misterio: por la Iglesia de Europa, para que retorne a
las fuentes de su fe enfriada con el correr de los siglos. Cuarto misterio: por
la Iglesia de Oceanía, lejano y pequeño universo de islas y numerosas razas,
para que sean iluminadas y guiadas a la luz del Evangelio. Quinto misterio: por
la Iglesia de Asia, el continente más poblado del mundo, donde los católicos
constituyen solo el 2% de la población y son perseguidos y combatidos.
Pero recemos también
por las sencillas pero significativas misiones en nuestra región, en la
familia, en el trabajo, lugares habituales en los que con nuestro ejemplo cristiano
ayudamos a la conversión de muchos. Recemos por las esforzadas madres
misioneras que alrededor del mundo infunden en sus hijos la fe cristiana, a
pesar de las terribles difamaciones que sufren
la iglesia y los sacerdotes.
Escuchen hombres y
mujeres: solteros, casados, divorciados, abandonados; recen el rosario, nuestra
Madre María siempre nos escucha e intercede por nosotros ante nuestro Señor
Jesucristo.
Atesoremos en la mente
y en el corazón la Palabra de Dios, porque solo con un espíritu fortalecido en
la fe, podremos afrontar las contrariedades que la vida nos presenta y levantarnos
si hemos caído. Cuando la persona reza recibe la iluminación precisa, para guiar a muchos jóvenes desorientados
hacia ese encuentro con Dios, que claman suplicantes las nuevas generaciones.
Antonieta B. de De
Hoyos octubre/18/14.
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