lunes, 11 de agosto de 2014


A sembrar, ¡porque  la cizaña cunde!

El sábado por la tarde decidí ir a misa de cinco, iba dispuesta a escuchar con atención el Evangelio del día y la homilía; desafortunadamente, cuando el sacerdote comenzó su sermón mi mente estaba en todas partes menos en misa, tuvieron que pasar unos minutos para que un cambio de tono en su voz, me regresara a la realidad.

La parábola de la “Cizaña” la he escuchado muchas veces, pero en esta ocasión creo que mi  espíritu estuvo mucho más atento, más dispuesto a comprenderla y atesorarla. Sobre todo en el momento culminante de la narración, cuando Dios le indica al sembrador que no arranque la cizaña porque podría perjudicar el trigo, que deje que crezcan juntas hasta el tiempo de la cosecha, llegado ese tiempo arranque primero la cizaña, átela en gavillas y échela al fuego, después almacene el trigo en el granero.

En su sermón el padre aclaró que en todas las épocas ha habido “tiempos modernos”, años en los que la gente experimenta periodos de transición acompañados de sucesos inimaginables. Temporadas en que la sociedad se atemoriza ante los inventos tecnológicos, las investigaciones científicas y los cambios abruptos en la conducta de las personas, que rompen con las reglas establecidas por los antepasados.

En estos espacios de la historia, la incertidumbre, la ignorancia y la debilidad de carácter ceden el paso a la maldad, oculta dentro de grupos vanguardistas que con gritos ensordecedores exigen la satisfacción de sus deseos a costa de lo que sea. 

De inmediato pensé en la súper promoción que se le ha dado al divorcio, al grado de que en China se calcula que cerca de diez mil parejas al mes se separan; la proliferación de niños abandonados y abusados; la pugna por imponer nuevos estilos de matrimonios y familias, trae como resultado la exigencia a una tolerancia que raya en lo intolerable.

Al escucharle decir enfáticamente que la maleza estaba cundiendo  en nuestra sociedad, me imaginé rociando las parcelas con un fuerte herbicida, pero no, esa no era la solución. El sacerdote dejó muy en claro que el problema no es la presencia de la maleza, sino el desinterés de muchos, muchísimos católicos que no sembramos la fe en las generaciones jóvenes. Nos asombramos, nos persignamos ante tantos hechos violentos que rayan en la barbarie, lloramos sinceramente por la falta de misericordia del poderoso hacia los desvalidos, pero es todo. Las diversiones, los placeres mundanos, nos distraen de tal manera que olvidamos nuestra principal misión: evangelizar con la palabra y el ejemplo desde el hogar.

Y es en ese remolino de ideas y desamores donde nacen y crecen los adultos que hoy manipulan al mundo: un Putin, un Obama, una Merkel, una Rousseff, un ministro Chino, Japonés, Coreano y más, ellos tienen en sus manos el futuro de la humanidad; pero nosotros en casa tenemos el presente asfixiado por la cizaña. ¡Sembremos! Porque  el tiempo de la cosecha siempre llega. 

Antonieta B. de De Hoyos                         Julio 26/14

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