A sembrar, ¡porque la cizaña cunde!
El sábado por la tarde decidí
ir a misa de cinco, iba dispuesta a escuchar con atención el Evangelio del día
y la homilía; desafortunadamente, cuando el sacerdote comenzó su sermón mi
mente estaba en todas partes menos en misa, tuvieron que pasar unos minutos
para que un cambio de tono en su voz, me regresara a la realidad.
La parábola de la “Cizaña” la
he escuchado muchas veces, pero en esta ocasión creo que mi espíritu estuvo mucho más atento, más
dispuesto a comprenderla y atesorarla. Sobre todo en el momento culminante de
la narración, cuando Dios le indica al sembrador que no arranque la cizaña
porque podría perjudicar el trigo, que deje que crezcan juntas hasta el tiempo
de la cosecha, llegado ese tiempo arranque primero la cizaña, átela en gavillas
y échela al fuego, después almacene el trigo en el granero.
En su sermón el padre aclaró
que en todas las épocas ha habido “tiempos modernos”, años en los que la gente
experimenta periodos de transición acompañados de sucesos inimaginables. Temporadas
en que la sociedad se atemoriza ante los inventos tecnológicos, las
investigaciones científicas y los cambios abruptos en la conducta de las
personas, que rompen con las reglas establecidas por los antepasados.
En estos espacios de la
historia, la incertidumbre, la ignorancia y la debilidad de carácter ceden el
paso a la maldad, oculta dentro de grupos vanguardistas que con gritos
ensordecedores exigen la satisfacción de sus deseos a costa de lo que sea.
De inmediato pensé en la
súper promoción que se le ha dado al divorcio, al grado de que en China se
calcula que cerca de diez mil parejas al mes se separan; la proliferación de
niños abandonados y abusados; la pugna por imponer nuevos estilos de
matrimonios y familias, trae como resultado la exigencia a una tolerancia que
raya en lo intolerable.
Al escucharle decir
enfáticamente que la maleza estaba cundiendo
en nuestra sociedad, me imaginé rociando las parcelas con un fuerte
herbicida, pero no, esa no era la solución. El sacerdote dejó muy en claro que
el problema no es la presencia de la maleza, sino el desinterés de muchos,
muchísimos católicos que no sembramos la fe en las generaciones jóvenes. Nos
asombramos, nos persignamos ante tantos hechos violentos que rayan en la
barbarie, lloramos sinceramente por la falta de misericordia del poderoso hacia
los desvalidos, pero es todo. Las diversiones, los placeres mundanos, nos
distraen de tal manera que olvidamos nuestra principal misión: evangelizar con
la palabra y el ejemplo desde el hogar.
Y es en ese remolino de ideas
y desamores donde nacen y crecen los adultos que hoy manipulan al mundo: un
Putin, un Obama, una Merkel, una Rousseff, un ministro Chino, Japonés, Coreano
y más, ellos tienen en sus manos el futuro de la humanidad; pero nosotros en
casa tenemos el presente asfixiado por la cizaña. ¡Sembremos! Porque el tiempo de la cosecha siempre llega.
Antonieta B. de De Hoyos Julio 26/14
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