sábado, 30 de agosto de 2014


El humanismo del tercer milenio.

Es realmente sorprendente la cantidad de gente que en la actualidad viaja por placer, privilegio que antes se reservaba para los pudientes, pero que hoy cualquiera sin importar nivel económico puede hacerlo. Recuerdo como nos reíamos de los “defeños” que a la primera oportunidad de asueto, corrían a las playas más cercanas, saturaban las carreteras y las estaciones de autobuses. Ahora son los aeropuertos porque viajar al extranjero se ha puesto de moda. En la actualidad el ciudadano común tiene varios viajes en su haber dentro del país y muchos se preparan para cruzar el océano.

Las distancias se acortan a pesar de que el dinero escasea. No importa el despilfarro de regreso ya veremos. Gastamos en todo, en autos, en departamentos, en comidas fuera de casa, en colegios caros. Nada detiene el placer de los sentidos, pagamos lo que sea con tal de sentir esa alegría que da el figurar.

En esta vorágine de placeres mundanos y ostentaciones, nos alejamos del máximo gozo al que debe aspirar un ser humano, la  satisfacción de servir. En lo cotidiano se ha vuelto una mala costumbre, el eludir todo compromiso con ancianos o enfermos. 

Me vino esto a la mente cuando leí  que en el Código Penal Suizo, existe un artículo que se interpreta de manera ambigua, ya que no castiga ni persigue como delito, el proveer a los enfermos de sustancias que pongan fin a sus días. Se mencionan varias condiciones como: que no medien "intereses egoístas", que el paciente esté lúcido, que exprese su deseo de manera reiterada y que pueda consumir la droga por sí mismo.

Son dos las organizaciones que ayudan a los enfermos terminales a acabar con sus sufrimientos, este es un proceso conocido como "auto entrega". En el curso de un año se asistió a 195 suicidios de extranjeros, de los cuales 120 eran alemanes. A esta forma de negociar  se le llama el “turismo de la muerte”, su costo asciende hasta 4.000 euros, dinero necesario para pagar análisis forenses, el entierro o cremación del cadáver.

La práctica no es bien vista porque facilita el suicidio, pero las  asociaciones afirman que ellos no matan, que es el propio paciente con el asesoramiento de profesionales, el que decide quitarse la vida con una combinación de fármacos que les consiguen y les aconsejan tomar; también les ofrecen apoyo psicológico y compañía en sus últimos momentos. Los residentes suizos cristianos, luchan por cambiar esta situación, porque está por emitirse una nueva ley sobre ‘asistencia al suicido’ (eutanasia, ‘muerte digna’).

Hoy en día sabemos que una persona toma la decisión de quitarse la vida, cuándo cae en  depresión, en esa profunda tristeza que provoca el desamor; cuándo sufre tremendos dolores, cuando sabe que su enfermedad no tiene cura, pero sobre todo, cuando se considera una carga para los que antaño sirvió. ¿Será posible que el humanismo en este tercer milenio se limite a adelantar la muerte a los que caen en desgracia?... ¿Y la caridad?... ¿Y la misericordia?... ¿Y la compasión?... ¿Y el amor al prójimo?...

Antonieta B. de De Hoyos                        agosto 30/14

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