miércoles, 27 de mayo de 2020


Aunque sea unos minutitos.
Desde el anuncio de la pandemia la vida de todos se complicó, son casi tres meses de vivir con la angustia de ser contagiado o de que alguien muy querido se contagie, sobre todo porque conocemos el triste final y no podemos quedar indiferentes ante el dolor que sufrieron los fallecidos y el de sus familiares. 
Por si esto no fuera suficiente el canal del clima pronosticó para el fin de semana pasado, tormentas eléctricas, intensas lluvias con granizo, fuertes vientos y probabilidad de formación de tornados en la zona noreste del país.
Como todas las noches me encomendé a Dios y pedí la protección para mi familia y todos los que en algún momento nos viéramos en peligro. La naturaleza de acuerdo con su filosofía,  hace su trabajo sin consideraciones. 
El sábado por la noche una ráfaga de vortex de tornado enrolló una lámina grande en el poste de C.F.E. ubicado en la banqueta de mi casa, cayeron ladrillos del cielo que rompieron casi medio centenar de tejas en el techo, varias laminas grandes quedaron sobre dos camionetas estacionadas en la calle. Los empleados de Comisión esa misma noche desenrollaron la lámina y se la llevaron. En pocas horas reanudaron el servicio de electricidad.
Pero el peligro no había pasado, la tarde del domingo con vientos impresionantes llegó la tormenta anunciada que dejó más de dos pulgadas de lluvia en 45 minutos, solo Dios pudo detenerla y evitar que el arroyo el “Tornillo” se desbordara nuevamente. 
Todo este tiempo tuve una veladora encendida y el rosario entre mis manos, mi fe en la oración es ilimitada, sé que Dios me escucha, quizás las cosas debían suceder pero estoy convencida de que Él siempre está a mi lado para ayudarme a superar la carga. 
Por la forma en que mi vida espiritual se ha ido transformado, sé que el reino de Dios está dentro de mí, que no necesito de nada para percibirlo a cada instante, Él alivia mi alma de las penas, su silencio me serena, mi miedo se desvanece, cierro los ojos y el ruido mundano se acalla. Él me guía y me indica la manera en que debo comportarme, lo que debo hacer o decir justo cuando lo necesito, es entonces que mi corazón se llena de paz.
Pasó lo peor y seguimos encerrados en casa, pero con la mayor fortuna de habernos dado cuenta de que contamos con la mayor de las libertades para conversar con Dios, en el momento que lo necesitamos.  
Agradezco de rodillas esos enormes milagros que Dios me concede y que a veces por distraída no los veo. Despertar, respirar, estar sana, tener una familia y amistades que me hacen feliz, son solo algunas de las muchas bendiciones que debo agradecer.
Une tus manos y ora aunque sea unos minutitos, eso llena de gozo el espíritu. En soledad sonríe, porque estés donde estés y como estés si cuentas con Dios, vas de gane.
 Antonieta B. de De Hoyos                                       5/27/20


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