miércoles, 18 de marzo de 2020


¿Alguna vez has rezado el Ángelus…?
“El ángel del Señor anunció a María.
Y ella concibió por obra del Espíritu Santo.
…He aquí la esclava del Señor hágase en mi según tu palabra.
Y el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”.

No agrego más, porque no deseo provocar polémicas, mi intención es tan solo compartir memorias. 
A partir del sábado próximo pasado, el Papa Francisco invitó a todos los católicos a rezar el Ángelus al mediodía, esa disposición me trajo gratos recuerdos.  
Disfrutaba mi adolescencia cuando me enteré que mi padre pertenecía a una Logia Masónica, la verdad nunca supe de lo que ahí se trataba porque él era muy reservado, además jamás impuso sus creencias al resto de la familia. 
Gracias a su lealtad y perseverancia, alcanzó el honorable cargo de Gran Maestro en dos ocasiones, privilegio difícil de conseguir.  
Su imagen grabada en mí, fue la de una persona muy respetable, honrada a carta cabal, fiel a sus principios y excelente protector de la familia, su relación con los sacerdotes siempre fue cordial.    
Cuento lo anterior porque creo que esa fue la razón, por la que mis hermanos y yo crecimos dentro de una educación religiosa endeble, lo que condujo a que tiempo  después cada uno buscara a Dios a su manera.    
Algo que llama mi atención es que la gente se pregunte ¿por qué las personas mayores saben tanto de Dios? A mi edad  ya lo he comprendido y puedo afirmar, que se debe a las múltiples experiencias vividas y, aunque a veces algunas no han sido del todo buenas siempre se percibe en ellas su presencia.      
Mi pasión por la lectura me llevó a ampliar mis conocimientos sobre el cristianismo, época en la que escuché por primera vez en la radio, a las doce del mediodía el rezo del Ángelus.
Primero no le di importancia, lo escuchaba pero sin poner atención, poco a poco me uní al rezo. Escasos y maravillosos minutos diarios que se hicieron costumbre.
El Papa Francisco nos invita a rezar el Ángelus, es apremiante que todos los seres humanos alrededor del mundo oremos a Dios suplicando por la paz y la salud en sus países.
Orar a mitad del día es un acto de fe que no distingue raza ni credos y por si fuera poco,  reconforta el espíritu.   
Hasta estos momentos, a pesar de tanta desinformación sobre la probabilidad de contraer una enfermedad viral que puede o no puede ser mortal, mi mente permanece serena  gracias a la oración.
El pánico aún no me paraliza porque estoy de acuerdo con lo que repito cada noche:        ¡en Dios confío!   
No olvidemos que todo tiene un principio y un fin, el aquí y él ahora nos invita a cuidarnos, a ser felices y mejores personas.    
Antonieta B. de De Hoyos.                                  3/18/20


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