¿Alguna vez has rezado
el Ángelus…?
“El ángel del Señor anunció a María.
Y ella concibió por obra del Espíritu
Santo.
…He aquí la esclava del Señor hágase en
mi según tu palabra.
Y el verbo se hizo carne y habitó entre
nosotros”.
No agrego más, porque no deseo provocar
polémicas, mi intención es tan solo compartir memorias.
A partir del sábado próximo pasado, el
Papa Francisco invitó a todos los católicos a rezar el Ángelus al mediodía, esa
disposición me trajo gratos recuerdos.
Disfrutaba mi adolescencia cuando me
enteré que mi padre pertenecía a una Logia Masónica, la verdad nunca supe de lo
que ahí se trataba porque él era muy reservado, además jamás impuso sus
creencias al resto de la familia.
Gracias a su lealtad y perseverancia, alcanzó
el honorable cargo de Gran Maestro en dos ocasiones, privilegio difícil de conseguir.
Su imagen grabada en mí, fue la de una
persona muy respetable, honrada a carta cabal, fiel a sus principios y
excelente protector de la familia, su relación con los sacerdotes siempre fue
cordial.
Cuento lo anterior porque creo que esa
fue la razón, por la que mis hermanos y yo crecimos dentro de una educación
religiosa endeble, lo que condujo a que tiempo
después cada uno buscara a Dios a su manera.
Algo que llama mi atención es que la
gente se pregunte ¿por qué las personas mayores saben tanto de Dios? A mi edad ya lo he comprendido y puedo afirmar, que se
debe a las múltiples experiencias vividas y, aunque a veces algunas no han sido
del todo buenas siempre se percibe en ellas su presencia.
Mi pasión por la lectura me llevó a ampliar
mis conocimientos sobre el cristianismo, época en la que escuché por primera
vez en la radio, a las doce del mediodía el rezo del Ángelus.
Primero no le di importancia, lo
escuchaba pero sin poner atención, poco a poco me uní al rezo. Escasos y
maravillosos minutos diarios que se hicieron costumbre.
El Papa Francisco nos invita a rezar el Ángelus,
es apremiante que todos los seres humanos alrededor del mundo oremos a Dios
suplicando por la paz y la salud en sus países.
Orar a mitad del día es un acto de fe
que no distingue raza ni credos y por si fuera poco, reconforta el espíritu.
Hasta estos momentos, a pesar de tanta
desinformación sobre la probabilidad de contraer una enfermedad viral que puede
o no puede ser mortal, mi mente permanece serena gracias a la oración.
El pánico aún no me paraliza porque estoy
de acuerdo con lo que repito cada noche: ¡en Dios confío!
No olvidemos que todo tiene un principio
y un fin, el aquí y él ahora nos invita a cuidarnos, a ser felices y mejores
personas.
Antonieta B. de De Hoyos. 3/18/20
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