¡No Papá…!
Son muy raros, rarísimos, los
comerciales que trasmiten por televisión que me agradan, la mayoría me parecen
sosos, sin fuerza en el mensaje y falsos. Los peores a mi criterio son los de
publicidad pagada por los partidos políticos, algunos en la actualidad rayan en
la vulgaridad, por eso ni los miro. Lo inusitado es que hoy vi uno que me
cautivó, es el anuncio de un chocolate famoso por tradición, pues desde tiempos
inmemoriales ha sido el favorito de chicos y grandes, se llama Carlos V.
Primero quiero aclararles que
los chocolates no me apasionan, las gomitas agridulces sí; la excepción se
presenta en la temporada navideña, cuando compro las cajitas de chocolates que
traen en el centro crema de menta y una cereza. Pero esta tarde el susodicho comercial,
mostró la escena de un niño con su papá a punto de saborear cada uno su propia
tableta, el pequeño le indica que no la muerda porque le puede suceder una
desgracia, por ejemplo: que se lo lleven los extraterrestres o que mientras
camina sobre un puente le caiga un rayo y lo fulmine. De inmediato se
arrepiente de sus vaticinios y le aclara sonriente que si lo mastica, no
liberará el verdadero sabor del chocolate, que lo correcto es chuparlo y derretirlo
poco a poco en la lengua.
Está tan bien elaborado que
en la primera oportunidad que tuve lo compré, seguí las indicaciones y comprobé
que es una experiencia deliciosa. Aunque lo que más me impactó de esta
propaganda, fue la escena en la que el padre está de espaldas con la intención
de morder la tableta, el niño presintiendo que puede caer en esa tentación, se
adelanta y de forma categórica le dice…!
No papá!
A lo mejor porque me
encuentro en la recta final, pero de un tiempo acá me invade una angustia
solidaria, es una sensación imposible de evitar, me sucede cuando veo sufrir a
la gente en cualquier parte del mundo, con mayor fuerza cuando me entero que un
padre de familia se ha involucrado en negocios ilícitos y que para su
infortunio es encarcelado o lo que es peor muerto en un enfrentamiento.
Sabemos que basta un instante de titubeo, de desesperación, para
perder el buen juicio, y que esta conducta equivocada aviva la codicia, la
ostentación y el despilfarro. La moda es vivir el presente sin pensar en el
porvenir, aquellos sabios consejos de los mayores, la moral inculcada y el
sentido común quedan en el olvido.
Cierro los ojos e imagino los
rostros infantiles de aquellos inocentes, que se ven forzados a crecer sin el
apoyo y las caricias de su padre. Si él escuchara a su hijo decirle: ¡No
papá, no! No lo hagas porque te irás lejos, no volveré a verte, me dejarás solo y
yo te necesito mucho…, su decisión cambiaria y el futuro de su hijo
también.
Lo que nos desintegra como
sociedad y como familia es la difusión de tantos delitos que se cometen y
quedan en la impunidad. La deficiente impartición de justicia invita a
delinquir y a jugarse en esa ruleta de ambiciones, el invaluable derecho a la
libertad. Jamás un fajo de billetes, suplirá la responsabilidad de papá en el
destino de la familia.
Antonieta B. de De Hoyos abril
18/15
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