miércoles, 15 de abril de 2015


¡No Papá…!

Son muy raros, rarísimos, los comerciales que trasmiten por televisión que me agradan, la mayoría me parecen sosos, sin fuerza en el mensaje y falsos. Los peores a mi criterio son los de publicidad pagada por los partidos políticos, algunos en la actualidad rayan en la vulgaridad, por eso ni los miro. Lo inusitado es que hoy vi uno que me cautivó, es el anuncio de un chocolate famoso por tradición, pues desde tiempos inmemoriales ha sido el favorito de chicos y grandes, se llama Carlos V.

Primero quiero aclararles que los chocolates no me apasionan, las gomitas agridulces sí; la excepción se presenta en la temporada navideña, cuando compro las cajitas de chocolates que traen en el centro crema de menta y una cereza. Pero esta tarde el susodicho comercial, mostró la escena de un niño con su papá a punto de saborear cada uno su propia tableta, el pequeño le indica que no la muerda porque le puede suceder una desgracia, por ejemplo: que se lo lleven los extraterrestres o que mientras camina sobre un puente le caiga un rayo y lo fulmine. De inmediato se arrepiente de sus vaticinios y le aclara sonriente que si lo mastica, no liberará el verdadero sabor del chocolate, que lo correcto es chuparlo y derretirlo poco a poco en la lengua.

Está tan bien elaborado que en la primera oportunidad que tuve lo compré, seguí las indicaciones y comprobé que es una experiencia deliciosa. Aunque lo que más me impactó de esta propaganda, fue la escena en la que el padre está de espaldas con la intención de morder la tableta, el niño presintiendo que puede caer en esa tentación, se adelanta y de forma categórica le dice…! No papá!

A lo mejor porque me encuentro en la recta final, pero de un tiempo acá me invade una angustia solidaria, es una sensación imposible de evitar, me sucede cuando veo sufrir a la gente en cualquier parte del mundo, con mayor fuerza cuando me entero que un padre de familia se ha involucrado en negocios ilícitos y que para su infortunio es encarcelado o lo que es peor muerto en un enfrentamiento.

Sabemos que basta un  instante de titubeo, de desesperación, para perder el buen juicio, y que esta conducta equivocada aviva la codicia, la ostentación y el despilfarro. La moda es vivir el presente sin pensar en el porvenir, aquellos sabios consejos de los mayores, la moral inculcada y el sentido común quedan en el olvido.

Cierro los ojos e imagino los rostros infantiles de aquellos inocentes, que se ven forzados a crecer sin el apoyo y las caricias de su padre. Si él escuchara a su hijo decirle: ¡No papá, no! No lo hagas porque te irás lejos, no volveré a verte, me dejarás solo y yo te necesito mucho…, su decisión cambiaria y el futuro de su hijo también.

Lo que nos desintegra como sociedad y como familia es la difusión de tantos delitos que se cometen y quedan en la impunidad. La deficiente impartición de justicia invita a delinquir y a jugarse en esa ruleta de ambiciones, el invaluable derecho a la libertad. Jamás un fajo de billetes, suplirá la responsabilidad de papá en el destino de la familia.    

Antonieta B. de De Hoyos                                      abril 18/15

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