miércoles, 15 de abril de 2015


¿Hasta dónde  llegaremos?

Me gusta mucho leer buenos libros, pero también me entretiene leer la información que  llega por internet, periódicos y revistas. Solo que de un tiempo a la fecha las noticias son sumamente desconcertantes, los adelantos científicos, las investigaciones y descubrimientos, han alterado por completo la tranquilidad de mi existir.

En esa moderna lucha por que todas las personas obtengan y disfruten al máximo sus derechos humanos, se difunden y se permiten acciones que llegan a rayar en la inmoralidad. Esta vez me refiero a esa novedosa inventiva de procrear a como dé lugar: compra y venta de espermas y óvulos, fecundación in vitro, inseminación artificial, lo que sea con tal de cumplir ese deseo, aun y cuando la voluntad de Dios sea otra.

Desafortunadamente el egoísmo ha llegado a su máxima expresión, y el engendrar contra natura es hoy el negocio más próspero. Antes este maternal instinto se saciaba adoptando un niño, o acogiendo aquellos que hubieran quedado en la orfandad. Ahora esta esperanza se ha convertido en obsesión, de manera desesperada las parejas acuden a los servicios médicos y hospitalarios para realizarse riesgosas y costosas cirugías, y si esto no funciona, entonces se  recurre a la matriz en renta.

El cambio radical que la sociedad ha sufrido en sus tradiciones y valores éticos, ha conducido a que muchas solteras también deseen procrear por medio de la inseminación artificial, llegando al grado de que en los países del primer mundo en los bancos de esperma, se les ofrece la opción de elegir el tipo de hombre que más les agrade: ojos azules, pelo rubio, complexión atlética, nacionalidad…

En la actualidad las parejas que por algún motivo se ven impedidas de convertirse en padres, por ejemplo: heterosexuales, homosexuales y lesbianas, rentan una matriz en la que se coloca el ovulo fecundado, la mujer contratada recibe una buena paga durante los meses de gestación hasta que nazca la criatura, la que será entregada de inmediato a los dueños, porque no se vale encariñarse.  

Aclaro que de toda la información que recibo a través de los medios, la mitad no la creo y la otra mitad la pongo en duda, así venga avalada por médicos e instituciones de prestigio. La falta de respeto a Dios, a la vida, la deshonestidad que impera y la comercialización desmedida, me hace desconfiar. Lo triste es que las generaciones nuevas en su afán de poseer, han tomado a la paternidad como algo  indispensable para la realización de la persona, dejando de lado designios divinos. El procrear a como dé lugar es  un juego peligroso, el “yo quiero un hijo” implica una enorme responsabilidad hasta la muerte. Hay  millones de niños en el mundo en total desamparo, cientos deambulan por las calles de las ciudades y otro tanto, son maltratados y abusados. Las guerras, los accidentes, las epidemias, las drogas y el desamor, los han condenado a la orfandad. ¿Por qué no buscarlos, adoptarlos y darles ese inmenso amor que sienten en su corazón? A Dios le complacería esta buena acción y por siempre les bendeciría.

Antonieta B. de De Hoyos                   abril 11/15

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