¿Hasta dónde llegaremos?
Me gusta mucho leer buenos
libros, pero también me entretiene leer la información que llega por internet, periódicos y revistas.
Solo que de un tiempo a la fecha las noticias son sumamente desconcertantes,
los adelantos científicos, las investigaciones y descubrimientos, han alterado
por completo la tranquilidad de mi existir.
En esa moderna lucha por que
todas las personas obtengan y disfruten al máximo sus derechos humanos, se
difunden y se permiten acciones que llegan a rayar en la inmoralidad. Esta vez
me refiero a esa novedosa inventiva de procrear a como dé lugar: compra y venta
de espermas y óvulos, fecundación in vitro, inseminación artificial, lo que sea
con tal de cumplir ese deseo, aun y cuando la voluntad de Dios sea otra.
Desafortunadamente el egoísmo
ha llegado a su máxima expresión, y el engendrar contra natura es hoy el
negocio más próspero. Antes este maternal instinto se saciaba adoptando un
niño, o acogiendo aquellos que hubieran quedado en la orfandad. Ahora esta
esperanza se ha convertido en obsesión, de manera desesperada las parejas
acuden a los servicios médicos y hospitalarios para realizarse riesgosas y
costosas cirugías, y si esto no funciona, entonces se recurre a la matriz en renta.
El cambio radical que la
sociedad ha sufrido en sus tradiciones y valores éticos, ha conducido a que
muchas solteras también deseen procrear por medio de la inseminación
artificial, llegando al grado de que en los países del primer mundo en los
bancos de esperma, se les ofrece la opción de elegir el tipo de hombre que más
les agrade: ojos azules, pelo rubio, complexión atlética, nacionalidad…
En la actualidad las parejas
que por algún motivo se ven impedidas de convertirse en padres, por ejemplo:
heterosexuales, homosexuales y lesbianas, rentan una matriz en la que se coloca
el ovulo fecundado, la mujer contratada recibe una buena paga durante los meses
de gestación hasta que nazca la criatura, la que será entregada de inmediato a
los dueños, porque no se vale encariñarse.
Aclaro que de toda la
información que recibo a través de los medios, la mitad no la creo y la otra
mitad la pongo en duda, así venga avalada por médicos e instituciones de
prestigio. La falta de respeto a Dios, a la vida, la deshonestidad que impera y
la comercialización desmedida, me hace desconfiar. Lo triste es que las
generaciones nuevas en su afán de poseer, han tomado a la paternidad como
algo indispensable para la realización
de la persona, dejando de lado designios divinos. El procrear a como dé lugar
es un juego peligroso, el “yo
quiero un hijo” implica una enorme responsabilidad hasta la muerte.
Hay millones de niños en el mundo en
total desamparo, cientos deambulan por las calles de las ciudades y otro tanto,
son maltratados y abusados. Las guerras, los accidentes, las epidemias, las
drogas y el desamor, los han condenado a la orfandad. ¿Por qué no buscarlos,
adoptarlos y darles ese inmenso amor que sienten en su corazón? A Dios le
complacería esta buena acción y por siempre les bendeciría.
Antonieta B. de De Hoyos abril 11/15
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