La paz de Dios está en el
corazón
Recuerdo muy bien, que
cuando niña escribía una cartita con la
lista de juguetes y dulces que quería recibir la noche de navidad, por supuesto
que de lo pedido llegaba cuando mucho la mitad.
Ya en mi edad adulta me
dio por concentrar mi atención en los bellísimos mensajes de Adviento, uno de ellos
recomienda aprovechar esta temporada de reflexión para mirar hacia nuestro interior, hacia nuestro corazón
y observar con cuidado la función que desempeña.
Para todos es muy
natural poseer un corazón, pero nunca nos detenemos a pensar la cantidad de
corazones diferentes que existen. Hay por ejemplo corazones contentos, tristes,
duros, destrozados, unos llenos de rabia, otros saturados de bondad, también están
los corazones amorosos que nunca dejan de esperar la venida de su Creador.
En esta temporada de
frio y nostalgia, no está de más echar un vistazo al interior del nuestro, porque
ahí se revela lo que verdaderamente somos, allí se encuentra todo lo bueno o
malo que queremos hacer y tener.
Dios dentro de su
misericordia desde el momento de ser concebidos, escribió en el corazón de cada
uno de sus hijos con tinta indeleble “la
ley del amor”. Y es precisamente durante el Adviento, cuando tenemos la
oportunidad de aprender las más tiernas y bellas lecciones que luego podemos aplicar en el
diario vivir.
Es cierto que ninguno
puede dar lo que no tiene y mucho menos lo que nunca ha buscado en su interior,
se han estancado esos nobles sentimientos listos para compartir.
Pero cuidado no debemos
confundirnos, para aprender a amar no basta ser bueno es preciso mirar a
nuestro alrededor y observar que siempre hay alguien que necesita amor, quizás
un abrazo, un beso o unas cálidas palabras de aliento, a veces unas monedas o
un poco de alimento, debemos ser generosos si queremos gozar de la paz de Dios.
Es una lástima que no
valoremos los regalos que el Adviento nos ofrece antes de la nochebuena, sus
mensajes son tan poderosos que de inmediato renuevan la fe.
A lo mejor por descuido
o por pensar que es normal, odiamos mucho, sentimos rencor, envidia, ganas de
destruir; lo que sucede es que por descuido dejamos que la malvada maleza nos
invadiera.
Hoy Dios nos llama, nos
invita a encontrarnos con Él. Paremos ese activismo y dejemos un espacio de sosiego
para escucharle. Saquemos tanta emoción basura acumulada durante el año, practiquemos
la bondad, la solidaridad, el servicio a los demás.
Las relaciones interpersonales son cada vez más
difíciles, el calor humano en el mundo se está esfumando, las familias se
dividen, los esposos se abandonan, los hijos deambulan por las calles, se enferman,
agonizan y mueren.
Aprovechemos este
Adviento y pongamos el corazón en sintonía con la paz de Dios, seguro que
pronto recibiremos esos benditos frutos que alegran éste paso terrenal.
Antonieta B. de De
Hoyos. 20/11/19
No hay comentarios:
Publicar un comentario