miércoles, 20 de noviembre de 2019


La paz de Dios está en el corazón
Recuerdo muy bien, que cuando niña escribía una cartita  con la lista de juguetes y dulces que quería recibir la noche de navidad, por supuesto que de lo pedido llegaba cuando mucho la mitad.   
Ya en mi edad adulta me dio por concentrar mi atención en los bellísimos mensajes de Adviento, uno de ellos recomienda aprovechar esta temporada de reflexión para mirar  hacia nuestro interior, hacia nuestro corazón y observar con cuidado la función que desempeña.
Para todos es muy natural poseer un corazón, pero nunca nos detenemos a pensar la cantidad de corazones diferentes que existen. Hay por ejemplo corazones contentos, tristes, duros, destrozados, unos llenos de rabia, otros saturados de bondad, también están los corazones amorosos que nunca dejan de esperar la venida de su Creador.  
En esta temporada de frio y nostalgia, no está de más echar un vistazo al interior del nuestro, porque ahí se revela lo que verdaderamente somos, allí se encuentra todo lo bueno o malo que queremos hacer y tener.
Dios dentro de su misericordia desde el momento de ser concebidos, escribió en el corazón de cada uno de sus hijos con tinta indeleble “la ley del amor”. Y es precisamente durante el Adviento, cuando tenemos la oportunidad de aprender las más tiernas y bellas  lecciones que luego podemos aplicar en el diario vivir.  
Es cierto que ninguno puede dar lo que no tiene y mucho menos lo que nunca ha buscado en su interior, se han estancado esos nobles sentimientos listos para compartir.  
Pero cuidado no debemos confundirnos, para aprender a amar no basta ser bueno es preciso mirar a nuestro alrededor y observar que siempre hay alguien que necesita amor, quizás un abrazo, un beso o unas cálidas palabras de aliento, a veces unas monedas o un poco de alimento, debemos ser generosos si queremos gozar de la paz de Dios.     
Es una lástima que no valoremos los regalos que el Adviento nos ofrece antes de la nochebuena, sus mensajes son tan poderosos que de inmediato renuevan la fe.
A lo mejor por descuido o por pensar que es normal, odiamos mucho, sentimos rencor, envidia, ganas de destruir; lo que sucede es que por descuido dejamos que la malvada maleza nos invadiera.
Hoy Dios nos llama, nos invita a encontrarnos con Él. Paremos ese activismo y dejemos un espacio de sosiego para escucharle. Saquemos tanta emoción basura acumulada durante el año, practiquemos la bondad, la solidaridad, el servicio a los demás.
Las  relaciones interpersonales son cada vez más difíciles, el calor humano en el mundo se está esfumando, las familias se dividen, los esposos se abandonan, los hijos deambulan por las calles, se enferman, agonizan y mueren.
Aprovechemos este Adviento y pongamos el corazón en sintonía con la paz de Dios, seguro que pronto recibiremos esos benditos frutos que alegran éste paso terrenal.  
Antonieta B. de De Hoyos.                            20/11/19  

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